

Conversando a fondo
potenciando una evaluación situada, contextualizada
y pertinente para cada escuela. A su vez, dentro de
la comunidad educativa se deben crear instancias
de evaluación y autoevaluación, en que las familias
cumplan un rol participativo relevante en cuanto a
expresar sus puntos de vista, levantar puntos críticos y
generar propuestas.
En el fondo, este tercer nivel apunta sobre todo a
la evaluación de aula. ¿Quiénes tienen que evaluar
el aprendizaje de los niños? Los docentes, porque
están todos los días con ellos y están capacitados
para hacerlo. Se les podrá apoyar en mejorar sus
estrategias de evaluación, pero siempre en el
entendido que esa evaluación debemos fortalecerla
en términos de que haya una retroalimentación
continua, para generar mayores aprendizajes. Lo
que muestran los estudios es que la evaluación es
un componente más de la pedagogía y no se puede
separar.
En la medida que a un profesor le llega una
evaluación externa, diseñada por otra persona,
esta tiene poco impacto pedagógico, porque la
evaluación va junto con el diseño pedagógico. Desde
el enfoque de la evaluación para el aprendizaje,
yo planifico mi evaluación, planifico mi estrategia
pedagógica y evaluó dentro de eso, de acuerdo a
mis objetivos curriculares y pedagógicos. Entonces,
tenemos que fortalecer este enfoque que se refiere
a la evaluación auténtica, a la evaluación para el
aprendizaje.
¿Este tipo de evaluaciones van en la línea de
lo que sugieren los estudios o la experiencia
internacional en la materia, y a los que adhiere el
Mineduc?
Sí. Además, hay un cúmulo de investigación que
ha demostrado el fracaso de las evaluaciones más
estandarizadas, porque en realidad la educación es
compleja y al final lo que se requiere es dar apoyo
y profesionalizar las comunidades pedagógicas
y, a la vez, generar exigencias pero en base a las
condiciones y no a los resultados del aprendizaje,
entendiendo que estos son multifactoriales.
Ahora, en términos internacionales, se han dado
dos tipos de movimientos. Por un lado, respecto de
las políticas de pruebas estandarizadas, en distintos
países ha habido una crítica muy importante en
términos de investigación y de demostrar los efectos
nocivos que han provocado, en varios de ellos
surgieron movimientos de profesores y de familias
que reportaron sus efectos negativos. Y, por otro
lado, hay países que han ido retrocediendo en
este tipo de pruebas, como México. Son debates
importantes que aún no están resueltos, porque
la investigación no siempre es escuchada por los
gobiernos.
Pero la evidencia más robusta ha mostrado la
necesidad de terminar con este tipo de enfoques y
moverse a modelos de evaluación que fortalezcan la
profesión docente a nivel del aula, es decir, hacia una
evaluación para el aprendizaje. Hay países que han
puesto énfasis en esto, como Suecia y Noruega.
“Un nuevo modelo exige un cambio
institucional”
Para que este nuevo sistema de evaluación pueda
funcionar de forma óptima, ¿qué se requeriría
hacer?
Implica todo un cambio del modelo. Por un lado,
habría que descomprimir el currículum y generar un
espacio de mayor participación de los docentes. En
la medida de que agregamos cargas a la escuela,
tenemos un modelo muy centralizado, entonces, si
descomprimimos el currículum, le damos un mayor
margen a los espacios locales para tomar decisiones
curriculares y de innovación pedagógica.
A nivel local, además, debería haber una
reorganización institucional, un trabajo aunado en
términos de la evaluación y el apoyo, pero también
fiscalización. Y eso implica asegurar las condiciones
para el aprendizaje, como respetar las horas no
lectivas a los docentes. Tiene que haber equipos
multidisciplinarios que puedan apoyar y evaluar a las
escuelas, y eso implica cambios institucionales.
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