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que hay acá en Chile, pero de una manera más

tímida, porque no hay una articulación fuerte

que quiera terminar con Ofsted, sino que quieren

que la inspección incluya también un mayor

acompañamiento. Porque lo que hace Ofsted es

diagnosticar y los directores dicen que esto es como

si fueran al doctor y el mismo doctor te enfermase,

solo por ir a verlo. El problema es que esto no es solo

un diagnóstico, sino que viene asociado a un efecto

punitivo.

Además, es muy caro inspeccionar a todas

las escuelas, y si no se ve que esta inspección

esté ayudando a mejorar la educación, hay un

cuestionamiento de si no habrán otras formas más

prácticas de hacerlo, por ejemplo, mediante redes

entre pares de escuelas que se puedan observar a sí

mismas. Eso es algo que se ve mucho en Inglaterra,

en que dos escuelas, que quedan cerca entre ellas,

hacen un ensayo de Ofsted y se inspeccionan y se

dan retroalimentación. Hay muchas otras formas que

se podría asegurar la calidad, que no pase por un

centro como Ofsted.

¿El sistema de Ofsted se compone de una prueba

y una inspección?

La inspección toma información de la prueba que

rinden, además de otros indicadores, como el

liderazgo y el clima escolar. Las pruebas no las hace

Ofsted, las hace el Departamento de Educación (el

símil a nuestro Mineduc), y Ofsted es una agencia

independiente del gobierno. No debiera tener un rol

político, sino que tiene un rol ejecutor de una política

que va más allá del gobierno.

Usted destaca los ejemplos de Gales y Escocia

en aseguramiento de la calidad, ¿cómo son esos

sistemas?

Es súper importante mirar lo que están haciendo

otros países, no para copiarlos, pero sí para inspirarse

y aprender antes de cometer los mismos errores.

La política chilena actual es muy similar al modelo

de Ofsted, pero en el mismo Reino Unido hay otros

modelos de aseguramiento de la calidad que parten

de otras teorías de acción. Por ejemplo, Escocia

tiene una mayor confianza en los profesores, en

acompañar sus prácticas y creen mucho en cómo

la reflexión puede mejorar la práctica, es decir, en

implementar algo, evaluarlo, aprender de eso y

mejorarlo.

También en Escocia está la idea de que no todas

las escuelas tienen que ser iguales. Una escuela

puede ser particularmente buena en algo y otra

lo puede ser en otra cosa que le compete. Tienen

muchos estándares y las escuelas se comprometen

obligatoriamente con un número reducido de ellos y

pueden elegir otros también. Eso permite que haya

distintas escuelas, con distintos sellos y enfoques, y

eso ayuda a la diversidad.

El caso de Gales es muy interesante, porque tenían

su propia Ofsted hasta hace un par de años, en que

dijeron que eso no les estaba ayudando. Entonces

se dedicaron dos años a capacitar a todos sus

inspectores, a reescribir el mapa de ruta de qué es la

inspección, y están redefiniendo el rol del inspector

en la escuela. Ahora la pregunta que se hacen no es

qué está haciendo bien la escuela, sino qué necesita

la escuela de mí, en qué la puedo apoyar. Es otra

lógica de diálogo entre el inspector y la escuela.

Álvaro González: “Los resultados se

convierten en una amenaza para la

escuela”

Usted ha trabajado con establecimientos chilenos,

los visitó para su estudio. De acuerdo a lo que

ha recogido, ¿qué cambios se le podrían hacer al

Sistema de Aseguramiento de la Calidad?

El primer cambio a hacer es que el sistema debe estar

disponible para los establecimientos y no al revés,

es decir, que el Ministerio de Educación, la Agencia

de Calidad de la Educación o la Superintendencia

de Educación se pongan al servicio de lo que las

escuelas necesitan para mejorar. Esto no solamente

es válido para las que están en categorías de bajo

desempeño, como las catalogadas de “Insuficiente” o

“Medio-Bajo”, sino que también para las que podrían

ser consideradas como escuelas exitosas. Estas

también necesitan un socio externo que les ayude a

pensar, innovar y generar más aprendizajes.

Política Educativa

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