resultados y con altas consecuencias. Entonces,
resulta engañoso concebirlo como si fuese algo
aislado, porque forma parte de todo un enfoque de
evaluación.
Yo puedo responder respecto a si ha tenido
alguna utilidad esto que nosotros llamamos “la
política Simce” y diría que no. Por el contrario, lo
que ha generado más bien son daños nocivos,
lamentablemente. Ha empobrecido la educación
en términos de los desafíos curriculares para la
formación de los estudiantes.
Al hablar de empobrecimiento, ¿se refiere a que
se han enseñado menos contenidos o con menor
profundidad?
Hay varios efectos respecto de este tipo de
evaluaciones, pero antes de responder quisiera dejar
claro un principio: la evaluación solo tiene sentido en
la medida en que ayuda a mejorar los procesos, pero
el sistema de evaluación que tenemos hoy no mejora
ni soluciona nada, sino que crea nuevos problemas
o efectos negativos. Por ejemplo, genera estrés en
los profesores y directores, el que muchas veces
llega a niños y niñas, particularmente si provienen
de contextos vulnerables. Los estudios muestran
que los más afectados por estas presiones son los
más pequeños: con niños de 2° o 4° básico se usa la
amenaza, el premio, y ese tipo de tácticas.
Y respecto de la comprensión de la pedagogía, lo
que sucede es que el currículum se reduce a lo que
se mide. Lenguaje es bien complejo y abarca muchas
dimensiones; la oralidad es algo que no se evalúa y
también queda fuera todo lo que es la Comunicación
y el Lenguaje Artístico, que tiene relación con otras
asignaturas.
Lo que nosotros encontramos en los estudios es que
las escuelas van construyendo un camino seguro,
que es el
track
para asegurar buenos resultados. Y
hay una receta Simce para eso, que tiene que ver con
ir pasando más o menos rápido la materia, porque
si el profesor va lento o profundizando, se quedan
temas afuera. Entonces, hay todo un ordenamiento,
un
track
de planificación durante el año que es
altamente estructurado, a fin de abarcar todos los
contenidos que se evalúan. Los profesores dicen: “Si
yo quiero hacer cosas más innovadoras o creativas,
trabajar otros contenidos, o hacer más lento el
proceso y profundizar más, no alcanzo” y ahí entran a
una zona de riesgo.
Las escuelas que han tenido históricamente mayor
selección de estudiantes o que están en zonas
con estudiantes más aventajados en términos de
responder a las exigencias de este tipo de pruebas,
tienen una mayor zona de seguridad y sienten menos
esa tensión, pero cuando nos vamos a escuelas que
reciben a niños y a niñas con mayor vulnerabilidad,
con más dificultades para atender a las exigencias
académicas, toda esta presión se vuelve mucho más
fuerte.
En nuestros estudios, encontramos algo interesante:
la prueba Simce es rendida entre octubre y principios
de noviembre, y los profesores a partir de noviembre
hacen clases distintas a las que hicieron durante el
año. Un profesor de Lenguaje me decía: “yo ahora
me atrevo a ponerle películas a los niños”, porque si
“Son hartos años, pero de un modelo de evaluación que caducó,
fracasó, que se quedó atrás con los desafíos que tenemos en
términos de formación de estudiantes y que no responde a
las competencias que requerimos para el siglo XXI. El nuevo
paradigma del Mineduc lo que busca es generar una formación
integral. Y una prueba con respuestas múltiples es imposible que
responda a eso, no es capaz de hacerlo”.
Conversando a fondo
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