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asentamientos agrícolas, era vital saber el momento
oportuno para sembrar, recoger las cosechas y guardarlas.
La mayoría de los calendarios primitivos estaban
basados en el ciclo de las fases de la Luna. Teniendo
definidos el día y la noche, los humanos captaron
que la calidad de la luz nocturna dependía de la
repetición de cursos lunares, que duraban de 29 a 30
días. Así tuvieron una manera clara de medir el tiempo
para determinar sus quehaceres de subsistencia.
UN QUEHACER TAN ANTIGUO COMO LA
HUMANIDAD
Todas las incursiones históricas arqueológicas confirman
que el interés por los astros se intensifica cuando la
humanidad deja de ser nómade y se convierte en
sedentaria. Esto queda de manifiesto en todos los lugares
del planeta donde ha habitado el ser humano y como
parte de todas las culturas. Se puede afirmar entonces,
y con justa razón, que la historia de la astronomía es tan
antigua como la historia misma de la humanidad y parte
constitutiva de su evolución, de allí su esencialidad.
De la última glaciación, la humanidad emerge con
un conocimiento primario que le va a permitir iniciar su
desarrollo. A esa era se atribuyen los hallazgos de huesos
tallados, mostrando secuencias de 28 a 29 puntos, lo que
es una clara alusión a las medidas lunares. Y también se
han encontrado labrados en piedra, de lo que se supone
son representaciones del Sol, la Luna y las estrellas.
“Con el Neolítico adviene la agricultura y con ella la
necesidad de precisar los mejores momentos para
realizarla. Se han descubierto asentamientos agrícolas
que ya existían en el año 9000 a.C. y pueblos organizados
como el de las cercanías de Chantal Huyuk, al suroeste
de Turquía, que en el año 6500 a. C. ya poseía casas de
dos pisos que permitían alojar a unas veinte personas”,
señala Simón García en La Evolución de la Astronomía. Y
también cuenta que, para poder determinar los puntos de
salida y puesta del Sol, empezaron a fabricar alineaciones
de piedras y palos (menhires). Tales son las alineaciones
De Carnac y Le Menec, en Francia, de 4 y 1 kilómetros,
tienen 2934 y 1099 bloques de piedra respectivamente.
Están alineados con la salida del Sol en las fechas que
debe comenzar la siembra (6 de mayo y 8 de agosto). Los
análisis arrojan una antigüedad de 6700 años a. C.
EL NACIMIENTO DE LA ASTRONOMÍA ANTIGUA
Al amparo de tres grandes ríos: el Nilo, en África, y
el Tigris y el Éufrates en Asia Occidental, emergieron
dos de las civilizaciones más importantes de la
historia: la egipcia y la mesopotámica. En esos
pueblos se desarrolló una artesanía de primer orden,
con la fabricación de técnicas avanzadas como el
telar, objetos de cristal, de metal y otros. Al mismo
tiempo, y debido a un desarrollo social que permitió la
especialización del trabajo, crearon técnicas simbólicas
más complejas, aparece la escritura, las matemáticas
Çatalhöyük, antiguo asentamiento de los períodos neolítico y calcolítico. Imagen: dominio público.
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y la astronomía, oficios cultivados por personas
(sacerdotes y funcionarios) que tenían altos puestos en la
administración de los gobiernos imperiales de la época.
Debido a que al principio los fenómenos
astrales resultaban inexplicables, se había instalado,
transversamente, la idea de que el cielo estaba poblado
de seres poderosos, dioses que influían en los destinos
de las comunidades, a los cuales había que adorar
para recibir sus favores o al menos mitigar sus castigos.
Esta influencia religiosa duró hasta cuando los avances
científicos y tecnológicos fueron ganando terreno
gracias a los estudios de los primeros astrónomos de
esas civilizaciones, que se atrevieron a divulgar sus
versiones sobre la organización del universo. A pesar
de ser muchas veces desacreditados, finalmente,
impusieron sus propuestas y las versiones antiguas
siguieron siendo parte de esas culturas, no perdieron
su carácter mitológico, pasaron a ser supersticiones.
Y no faltan las asociaciones curiosas, los sumerios
asimilaban los movimientos astrales con rebaños de
ovejas domésticas, mientras que el de las estrellas
con las ovejas salvajes. Todo lo que sucedía en el
cielo se reflejaba en la Tierra y se traducía mediante
la religión, el poder o las relaciones sociales.
Por su parte los egipcios usaron la astronomía
para coordinar un calendario compatible con las
crecidas del Nilo y las labores de agricultura, pero,
como el material para su escritura era el papiro, un
material vegetal biodegradable, la mayor parte de
su conocimiento se perdió. Lo que perdura está
principalmente grabado en las inscripciones de templos
y tumbas. Ellos fueron los primeros en establecer la
duración de un año en 365 días y el día en 24 horas.
LOS ADELANTOS Y EL INTERÉS DE LOS GRIEGOS
El correr del tiempo y la cercanía geográfica hizo que
los griegos, influenciados por los adelantos egipcios y
babilonios, se interesaran fuertemente en los estudios
astronómicos. Esto queda demostrado, por ejemplo,
en las predicciones de eclipses y la fabricación de un
gnomon (objeto para medir el paso del tiempo), entre
otros artefactos, que traspasaron los babilonios a la
cultura griega. Sin embargo, los logros astronómicos
de los griegos son indudables y reconocidos por
todo el mundo, al punto que sus teorías y principios
estuvieron vigentes hasta el Renacimiento.
Muchos sabios, incluyendo a Aristóteles, además
de indagar acerca de la naturaleza, el comportamiento
humano, la razón y las emociones, también se esmeraron
por estudiar seriamente lo que ocurría en el firmamento.
Algunas nociones entrega éste en su libro “Sobre el cielo”,
donde cuenta, por ejemplo, que sus antecesores como
Jenófanes de Colofón afirmaba que por debajo de nosotros
la Tierra era eterna, que ella misma había empujado
sus raíces hasta el infinito. También alude a otros, como
Anaxímenes, que sostenía que la Tierra era plana, que
Techo astronómico de la tumba de Seti. Imagen: dominio público.