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Revista de Educación •

Conversando a fondo

donde se construyen los significados del mundo. Por eso

es que hay diferencias en la construcción de mundo de un

niño y otro, de eso exactamente se trata la diversidad, en

cualquier nivel y desde cualquier punto de vista.

Si uno la mira desde la perspectiva de un niño autista,

por ejemplo, o la de un estudiante de doctorado en la

universidad, esas dos personas traen su construcción de

mundo dependiendo del modo en que han vivido y cuál

ha sido su historia de vida, cuál ha sido su convivencia.

Si uno entiende eso, entiende la diversidad, que es

propia de la situación educativa y que está en todo grupo

humano. Esa competencia de la diversidad debiera ser

una de las principales en la formación docente: entender

que un niño trae su mundo a la mano y que ese mundo

que trae es legítimo, puede que a mí no me guste pero

es legítimo. Por lo tanto, para cambiarlo primero debo

aceptarlo y después en la convivencia modificarlo, no

en la exigencia de decir: “no, eso no se hace” o “eso

no se dice” porque eso no cambia nada, solo provoca

emociones desfavorables.

¿Qué papel jugó Humberto Maturana en todo esto?

Hice mi investigación para el grado de Magíster en la

integración tanto en la escuela como en el ámbito laboral

de un niño autista y él fue mi director de tesis.

Posteriormente, mi tesis doctoral tuvo el propósito

de constatar si la teoría de Humberto Maturana, la

Biología del Conocimiento, lo que ésta decía sobre el

lenguaje, daba cuenta de lo que ocurría en el desarrollo

normal de un niño. Observé niños desde el nacimiento

hasta el tercer año de edad para ver lo que ocurría en

relación al lenguaje. Pero el lenguaje según como lo

entiende la Biología del Conocimiento: “recursividad en

coordinaciones de acciones consensuales que pueden

tener verbalizaciones o no”. Y pude constatar que

efectivamente su explicación daba cuenta de lo que

ocurría en cinco niños de Santiago, niños de clase media

que pudimos grabar dos veces a la semana en el primer

año de vida o los primeros seis meses, una vez a la semana

después, una vez cada 15 días en el segundo año, etc.

hasta inicios del tercer año. Y eso mostró que había

diferencias en la construcción de significado, incluso en los

niños de una misma familia, porque tuve dos primos.

Esa tesis doctoral dio lugar a los dos proyectos

Fondecyt que hice con Humberto, a los que me referí

previamente. Con él fuimos amigos en el quehacer y pares

en el trabajo de investigación. Su generosidad me permitió

aprender mucho de él. Después, hubo otros Fondecyt en

los que ya no participó en el equipo.

¿Y en qué consistieron esas nuevas investigaciones?

En una de ellas, nosotros seguimos a los mismos

niños que habíamos visto en Santiago y en La Araucanía,

pero ya en el colegio, cuando ingresaron al jardín infantil

y hasta 2° básico. La idea fue constatar qué de los

sentidos y significados construidos en su primer contexto

interaccional permanecían, cambiaban o se ampliaban

en la escuela. Eso lo hicimos tanto con ambos grupos y

después los comparamos.

Luego, nos adjudicamos otro Fondecyt donde

indagamos en las concepciones de aprendizaje,

educación y escuela de familias extendidas mapuche

y aymaras. La manera de mirar el conocimiento, la

epistemología de estas comunidades indígenas, es

similar, aunque tienen diferencias. Durante muchos años,

hemos perdido la oportunidad de recoger esos saberes,

de visibilizarlos y de integrarlos a la educación. No hay

integración si uno solo toma aspectos folclóricos. Estuve

mirando unos libros de texto de hace un año atrás donde

se muestra a las personas mapuches siempre en pasado:

“los mapuches eran…” o “los mapuches tenían…”, etc.

Entonces, ¿qué pasa cuando un niño mapuche lee ese

libro de clase con el cual su profesor/a le está enseñando?

Es desastroso. La sociedad en su conjunto se beneficiaría,

por un lado, si la academia da espacio a la epistemología

indígena en la investigación científica. Y por otro, si la

escuela acoge esos saberes ancestrales que son muy

necesarios en nuestra sociedad.

Nosotros hemos aprendido mucho de las familias

indígenas, de sus modos de crianza. A los niños mapuches

no se les da instrucciones sobre cómo hacer las cosas, los

adultos solo intervienen cuando piden ayuda.

Estos proyectos fueron desarrollados gracias a la

colaboración de muchas personas que participaban en

el equipo de investigación UMCE sobre diversidad que

tuve el privilegio de dirigir, especialmente la Dra. Soledad

Rodríguez, la Dra. (c) Sofía Druker, la Dra. Tatiana Díaz y la

Dra. Ana María Figueroa.

¿Qué ha significado para Ud. obtener el Premio

Nacional de Educación?

Muchas otras personas pueden también merecerlo,

por eso yo lo dedico a mis colegas. Es importante porque

da una notoriedad, que obviamente va a ser pasajera,

pero yo quiero aprovechar eso con responsabilidad para

tratar de incidir un poco en los cambios que nuestra

educación requiere.

Éste es un momento de oportunidades. Ahora es

posible pensar de una manera distinta el currículum