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o donde la comunidad hiciera un aporte equivalente,

sobre todo en el pago del local”. El gobierno

autorizaba las peticiones de las comunidades

locales y municipios (antiguos Cabildos) para crear

escuelas. No las impulsaba, pero sí las reforzaba

financieramente, porque pagaba al preceptor y

reclamaba para sí su dirección.

Década del 40: Un giro trascendental

Entre las décadas de 1840 y 1900, se formalizó un

sistema educativo público, gratuito, sostenido y

administrado por el Estado. El concepto de “escuela

fiscal” cambió: fue concebido como algo propio

del Estado y ya no entraban en esa definición las

escuelas municipales, aunque ambas formaban parte

de la categoría de escuelas públicas.

El gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851) representó

un momento fundacional, pues en su período

fueron fundadas la Universidad de Chile, que operó

como superintendencia educacional, y la primera

Escuela Normal de Preceptores, que tenía la labor

de formar profesores primarios. A partir de entonces,

hubo un esfuerzo por expandir la educación fiscal,

multiplicando el número de escuelas.

“Las décadas de 1840 y 1850 fueron años intensivos

tanto en la apertura de escuelas como en su avance

hacia puntos del territorio donde ella no existía. En

esos años se fundaron 491 escuelas fiscales, de las

cuales 252 incorporaron nuevas localidades a la

trama preexistente. El decenio de 1850 fue uno de

los momentos más expansivos del sistema primario,

cuantitativa y geográficamente, siendo determinante

la acción de los visitadores como catalizadores de

la demanda local”, comentan las historiadoras ya

mencionadas.

Durante el decenio de 1850 las escuelas fiscales

aumentaron 1,6 veces en número y 2,6 en cantidad

de alumnos, mientras las municipales y su matrícula

disminuyeron; las conventuales, que subsistieron

durante el período, desaparecieron cuando se

hicieron privadas en la década de 1870. Si en 1853 las

escuelas del fisco representaban el 33% de la oferta,

en 1860 ya eran el 55%, aglutinando al 60% de la

matrícula nacional.

Por otra parte, en el gobierno siguiente (de

Manuel Montt) fue aprobada una norma educativa

crucial: la Ley General de Instrucción Primaria de

Educación, promulgada el 24 de noviembre de

1860, que estableció que la escuela pública, fiscal

o municipal era gratuita, que el financiamiento sería

principalmente fiscal y municipal y que cubriría no

solo el sueldo de los preceptores, sino que también

la construcción, arriendo o adquisición de los locales,

los textos de estudio y la formación y fomento de

bibliotecas populares.

No hay que confundir este hito con la Ley de

Instrucción Primaria Obligatoria, igualmente

importante. Promulgada el 26 de agosto de 1920,

siendo Presidente Juan Luis Sanfuentes, señaló que

“la educación primaria es obligatoria. La que se dé

bajo la dirección del Estado y de las municipalidades

será gratuita y comprenderá a las personas de uno y

otro sexo”.

Un dato de interés: Diego Barros Arana (1830-

1907), rector del Instituto Nacional, creó en 1861 la

“Preparatoria” de ese establecimiento, en reemplazo

de las escuelas primarias, iniciativa que luego fue

copiada por los demás liceos. El problema es que la

educación primaria fiscal quedó en desmedro, en una

suerte de segundo orden, reservada para los pobres.

Por ello, la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria

estableció un plazo de seis años para terminar con

las Preparatorias de los liceos, aunque en la práctica

existieron hasta la reforma de 1965.

¿Y quiénes formarían a las futuras ge-

neraciones?

Casi dos décadas antes de dictarse la Ley General

de Instrucción Primaria de Educación, las Escuelas

Normales de Preceptores ya formaban a los docentes

y constituyeron, sin duda, la base de la educación

primaria chilena. En 1842, bajo la Presidencia de

Manuel Bulnes y siendo ministro de Justicia e

Instrucción Pública Manuel Montt, se creó la primera

Escuela Normal de Preceptores, que impartía clases

solo a jóvenes de sexo masculino para que pudieran

convertirse en educadores. Y 12 años después, por

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