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Revista de Educación •

Cultura

L

as primeras muestras de arte rupestre (prehistórico)

en Europa occidental se concentran en España y el

sur de Francia. Se trata de las cuevas de Altamira y

las de Lascaux. En ambas se representan animales y escenas

de caza. Son pinturas, en algunos casos, policromas con alto

nivel de realismo, que exponen animales como caballos o

bisontes, y en otras versiones aparecen figuras monocromas

de humanos cazando.

Además, en otros sitios se han encontrado objetos

tallados en hueso, cuernos de animal, piedra o modelados

toscamente en arcilla. Algunas de las estatuillas tienen clara

tendencia a denotar los atributos sexuales como las famosas

Venus de Willendorf (Austria) y la Venus de Savignano (Italia).

Y también, están las enormes rocas, rudamente

labradas, erguidas en solitario o combinadas formando

una estructura, probablemente levantadas con fines

religiosos, como sepulcros o en conmemoración de algún

importante suceso comunitario. Grandes o pequeñas,

todas estas obras son expresiones de arte del período

neolítico y la edad de bronce.

LAS CUEVAS DE ALTAMIRA Y MUCHOS VESTIGIOS MÁS

Frente a esos vestigios artísticos, arqueólogos y científicos se

ha formulado la pregunta: ¿para qué pintaban los primeros

humanos? En busca de una posible respuesta dos artistas

españoles del siglo XX, Juan Cabré y Francisco Benítez,

salieron a la aventura. Entre 1912 y 1936, este dúo recorrió

a lomo de burro el territorio español tras las primeras obras

de arte de la humanidad, con el fin de rescatarlas, ya que

muchas de ellas con el paso de los años y la corrosión han

ido desapareciendo. “Cabré y Benítez se jugaron la vida en

riscos de cabras para calcar las pinturas directamente de

los originales, usando lápiz y papel vegetal. Aquí tenemos

2.200 de sus calcos. Algunos de ellos todavía conservan

tierra de las paredes de las cuevas”, cuenta Begoña Sánchez,

bióloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid

y encargada de cuidar el “tesoro”. Y agrega que muchos

de los equipos de arqueólogos que posteriormente han

descubierto obras de arte rupestre en el mundo pueden

ayudarse en sus análisis cotejando los centenarios calcos de

esta colección.

Desde que la niña de 8 años, María Sanz de Sautuola,

en 1879, descubrió los asombrosos animales pintados en la

cueva de Cántabra de Altamira, los prehistoriadores lanzan

sus hipótesis sobre que el arte rupestre es el primer lenguaje,

la primera forma de transmitir conceptos con vocación de

perdurar, afirman.

Pero quien resumió magistralmente lo que provocan

esos dibujos y pinturas de hace centenares de miles de años,

fue el poeta español Rafael Alberti (1910-1999): “Parecía

que las rocas bramaban. Allí, en rojo y negro, amontonados,

lustrosos por las filtraciones de agua, estaban los bisontes,

enfurecidos o en

reposo.Un

temblor milenario estremecía

la sala”, escribió acerca de las cuevas de Altamira, que se

calcula fue pintada en su techo y paredes rocosas, desde

hace 35.000 hasta 15.000 años atrás.

La Venus de Willendorf es una escultura paleolítica data entre los años

30.000 y 25.000 a.C. Imagen: dominio público.

La escultura de Venus de Savignano, data entre los años 25.000 y 20.000

a.C. Imagen: dominio público.