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Revista de Educación •
Zona pedagógica
estudiar Pedagogía en Música. En esa época, exigían
cinco años de instrumento aprendido, conocer la teoría
completa de la música, más un año de armonía. Y María
Antonieta cumplía con todos los requisitos.
“El primer año partí la carrera bastante dudosa, me
iba muy bien porque tenía todas las condiciones, pero no
me convencía mucho –reconoce–. En segundo año tomé
un curso de Educación Ritmoauditiva con Andrée Hass,
y entonces me empezó a gustar un poquito todo esto.
Al termina ese año, ella me pidió que fuera su ayudante.
Casi me muero porque jamás pensé que me ofrecería
eso. Era una persona muy famosa que viajaba a Suiza,
a dar clases al Instituto Dalcroze (…) Entonces, empecé
a destinar tiempo para asistir a todas sus clases, incluso
aprobé el curso de Educación Ritmoauditiva de la carrera
de Musicología. Ahí agarré vuelo y la verdad, me enamoré
de la carrera de Pedagogía en Educación Musical”.
¿Lo que aprendió con esa maestra influyó acaso en la
pedagogía de la afectividad que hoy propicia? “De algún
modo, aunque también mi propia experiencia musical”
–afirma la docente–. Estudió piano en el Conservatorio
Nacional de Música de la Universidad de Chile y tocó en
muchos eventos, también el acordeón. Llevó la música a
centros de rehabilitación, hogares de ancianos, hogares de
menores, etc. porque sabía cómo influye en las personas.
“Alguien puede estar inhabilitado para caminar, pero no
para mover sus manos, sus brazos, su cara, su cabeza, y
la música ahí actúa en forma directa, espontánea, rápida
y eficaz”, dice.
Por otra parte, también formó parte del equipo de
confianza de Viola Soto Guzmán (Premio Nacional de
Educación), cuando ella fue vicerrectora académica de
la UMCE (Universidad Metropolitana de Ciencias de la
Educación).
Con su último libro, su mensaje a los docentes y a
las comunidades escolares es claro:
“Educar para la Vida es la meta, no educar para
pruebas estandarizadas.
Educar para la Paz es el camino, porque se
construye, no es algo espontáneo.
Educar con Afecto es la siembra, lo que hacemos
para generar el cambio. Y aquí se trata de un afecto
intencionado que pongo en el quehacer educativo para
lograr una sonrisa en otro/a, un acercamiento entre
quienes tienen algún conflicto, un clima armonioso
entre las personas.
Y educar, siempre educar es la misión”.
Le invitamos a leer el libro: “Pedagogía de la
Afectividad ¿Cómo implementar su práctica?”, de
Editorial Signo.
El foco:
la convivencia
escolar
La Pedagogía de la Afectividad es muy trascendente
en este ámbito del quehacer docente si se
dimensiona lo esencial de la formación y el desarrollo
humano. En la convivencia escolar y estudiantil
generalizada, se manifiestan múltiples situaciones
que es necesario observar y que provienen del
ambiente familiar o social, muy significativas para
facilitar o dificultar el mundo de las relaciones. Está el
tema de la violencia en sus diferentes formas y/o las
discriminaciones que se dan igualmente de variadas
maneras […] De ahí la importancia de considerar
explícitamente la formación en valores como
prioritaria y esencial en todo proyecto educativo para
todas las edades, en el contexto societal existente y
en forma muy preferente y destacada en los diseños
curriculares de la formación profesional docente.
Extracto del libro: “Pedagogía de la Afectividad
¿Cómo implementar su práctica?”.
La educadora llevó la
música a centros de
rehabilitación, hogares de
ancianos y de menores,
etc. “Alguien puede estar
inhabilitado para caminar,
pero no para mover sus
manos, sus brazos, su
cabeza, y la música ahí
actúa en forma directa
y eficaz”, dice.