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Revista de Educación •
Cultura
L
a pequeña gran historia comienza hace mil años,
con los secretos de la luz. En la antigüedad filósofos
y médicos, como Galeno, Platón y Ptolomeo, creían
en el “ojo activo”, es decir, que nuestros ojos disparaban
partículas infinitamente rápidas capaces de iluminar todo lo
que estaba en el camino y por eso podíamos ver. Le llamaban
la teoría de la emisión o extromisión.
Sin embargo, aquella idea tuvo un cambio radical al
entrar en escena el erudito árabe conocido como Alhazén
(nacido en Basora, Irak, el año 965 d.C.). Éste había sido
encarcelado en Egipto por orden del Califa al-Hakim, quien
estaba furioso debido a que no le cumplió la promesa
de levantar una gran infraestructura para contener las
desastrosas crecidas del río Nilo. Tratando de librarse de la
pena de muerte, el sabio fingió padecer demencia, entonces
lo condenaron a reclusión domiciliaria.
Estuvo preso por espacio de 10 años (entre 1011
y 1021), tiempo que aprovechó para seguir estudiando
materias de su interés como óptica, geometría, teoría de los
números y otras.
Un día, en medio de la oscuridad del encierro, captó
un rayo de sol que se filtraba por una ranura en un muro y
que proyectaba una imagen del mundo exterior en la pared
opuesta. A partir de ese fenómeno, pudo establecer que
la luz no provenía de los ojos, sino que ingresaba a ellos
para producir la visión. Mediante experimentos y cálculos
demostró que la luz viaja en línea recta, independientemente
de su fuente. Y develó otras cuantas verdades sobre la luz, el
color y el ojo humano.
Alhazén fue el primer científico en dar una correcta
explicación de cómo vemos los seres humanos los objetos.
También experimentó y usó las matemáticas para describir y
probar este proceso, algo que ningún otro estudioso había
hecho antes. Por eso se dice que es el verdadero padre de
la óptica moderna y que “Isaac Newton trabajó sobre los
hombros de este gigante que vivió 700 años antes”.
Aunque a menudo se diga que Francis Bacon y René
Descartes establecieron el método científico a principios del
siglo XVII, hay pruebas de que este sabio árabe musulmán lo
hizo primero.
EL LEGADO DE LOS GRIEGOS Y SUS PREDECESORES
“Los testimonios escritos más antiguos de investigaciones
proto científicas proceden de las culturas mesopotámicas
y corresponden a listas de observaciones astronómicas,
sustancias químicas o síntomas de enfermedades, además
de numerosas tablas matemáticas inscritas en caracteres
cuneiformes sobre tablillas de arcilla”, describe un artículo
sobre historia de la ciencia y la tecnología.
Esto corresponde a los antecesores de la antigua Grecia,
tiempo en que la mayoría de las personas creían en la magia.
Pensaban, por ejemplo, que el clima estaba regido por
fuerzas sobrenaturales y que habían brujas y hechiceros que,
valiéndose de sus poderes, podían provocar acontecimientos
maravillosos o terribles, según el estado de ánimo que los
envolvía. Incluso se cuenta que los primeros sacerdotes
eran magos religiosos, a los que acudían los cazadores y
recolectores para que les fuera bien en sus actividades y
para que les curaran sus enfermedades, pues se suponía que
tenían comunicación con el plano espiritual y sobrenatural.
En ese contexto emergen los primeros sabios griegos,
como el famoso Tales de Mileto (siglo VI a.C.), que investigó
las causas fundamentales de los fenómenos de la naturaleza
e introdujo la noción de que “la Tierra era un disco plano
que flotaba en el elemento universal, el agua”. Y poco
después apareció el matemático y filósofo Pitágoras, quien
creó una escuela de pensamiento que tenía como eje central
las matemáticas para toda la investigación científica. Allí los
pitagóricos postularon una Tierra esférica que se movía en
una órbita circular alrededor de un fuego central (sol). Todo
este conocimiento, más tarde (siglo IV a.C.) fue sintetizado en
las lógicas de Platón y Aristóteles.
Cabe destacar que Pitágoras planteó el famoso teorema
geométrico que lleva su nombre y que permite resolver los
triángulos rectángulos. También hizo avances precientíficos
en el campo de los números y de las líneas (geometría).
La ciencia o cultura griega en su primera etapa no se
sometía al método experimental y tampoco requería de
innovaciones tecnológicas porque para la producción de
bienes se utilizaban esclavos. Pero, en cambio, la ciencia
romana, surgió en una civilización marcadamente pragmática,
que dejó atrás las técnicas adivinatorias de la astrología y
donde sobresalió la ingeniería.
Primer científico Al-Hassan Ibn Al-Haytham. Imagen: Dominio público.