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Revista de Educación •

Protagonistas

lizador que provenía del alga llamada “luchecillo” del lago

Lanalhue, proyecto que también fue presentado a Explora

Conicyt, donde se adjudicó la categoría provincial.

Posteriormente, postuló a un fondo de protección

ambiental, que le entregó 5 millones de pesos para hacer

huertos sustentables y agroecológicos en las casas de 40

apoderados del lugar.

UN MAIL A LA NASA

La motivación de la docente la hizo seguir trabajando

con los jóvenes de Contulmo, pero esta vez centrada

en llevar sus ideas al espacio sideral. Escribió un mail

directo a la NASA, Estación Espacial de Estados Unidos,

para presentarles el proyecto de los líquenes (hongos),

los cuales podrían servir para absorber la contaminación

de metales pesados en el espacio.

A pesar de insistir, no obtuvo respuesta. Sin embar-

go, no se desanimó y buscó apoyo en la Fuerza Área

de Chile (FACH). Gracias a esto logró ser recomendada

para viajar a la ciudad de Viena y exponer su proyecto

ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

No consiguió en el viaje el respaldo que buscaba,

aunque sí tuvo la posibilidad de conocer a Takao Doi, un

astronauta japonés que ha participado en misiones de la

NASA y que, además, trabaja en la Oficina de Asuntos

del Espacio Exterior de las Naciones Unidas.

“Él me comentó que su oficina iba a ofrecer una má-

quina llamada ‘Clinostato’, la que me podría servir para

experimentar con microgravedad. No lo pensé dos veces

y comencé a buscar cómo postular. Envié toda la infor-

mación y durante el año 2016 me avisaron que nuestro

establecimiento se lo había ganado”, cuenta la profesora.

Cabe señalar, que en Chile solo hay una máquina

igual a la que posee la profesora Nadia. Ésta se en-

cuentra en la Universidad Federico Santa María y está

a cargo del doctor Rodrigo Suárez, quien trabaja en

aeronáutica civil.

Cuando volvió al colegio empezaron a experimentar

con diversas semillas, para saber cuáles se desorientaban

con el movimiento y las que no. Al principio la profesora

dice que no tuvo mucho éxito, ya que experimentó con

500 semillas y no obtuvo ningún tipo de resultados, hasta

que comenzaron a trabajar con el chícharo.

“Fue mágico lo que ocurrió con esa semilla, porque

hicimos seis muestras con ella y no se desorientó en

ningún momento. Eso fue muy bueno, ya que posee la

particularidad de tener más proteínas vegetales que el

poroto y la lenteja juntas”, agrega.

Con ese proyecto funcionando, la profesora es-

cribió a la Embajada de Chile en India (pioneros en

investigaciones espaciales) para solicitar comunicación

con la agencia espacial del país. Le propusieron que se

contactara con el doctor en microgravedad Ravikumar

Hosamani, quien además trabaja en la NASA.

“Le escribí para contarle lo que habíamos logrado y

preguntarle algunas cosas. Él me respondió: ‘el experimen-

to que ustedes están haciendo, va a ser un gran aporte a

las ciencias espaciales de su país’”, cuenta orgullosa.

LA CIENCIA EN EL ADN

Ese es el caso de Nadia. Su padre es profesor de ciencias y

ella recuerda con especial cariño un herbario confecciona-

do por él. Para ella era una joya, porque le permitía cono-

cer y oler todas las flores y hojas. Vivencia que, sin duda, la

ayudó a definir su fascinación por las ciencias.

En su casa también tuvo el privilegio de crecer

rodeada de libros. “Éramos una familia modesta, pero

muy culta”, dice. De hecho, se volvió fanática de la serie

“Cosmos” de Carl Sagan y gracias a los programas de

este connotado científico se acercó a la astronomía.

Hoy es una de las finalistas del Global Teacher Prize

Chile, certamen que en junio dará a conocer el “top 10”

de los mejores profesores del mundo. Si Nadia integra

esa lista tendrá la posibilidad de viajar a la final que se

realizará en Londres, Inglaterra, en octubre de este año.

CON EL FOCO EN 2033

Paralelo al concurso y sus proyectos, la profesora tiene

una fundación llamada “Ciencia Astro Kids”, donde ela-

boran divulgación científica con el propósito de seguir

empoderando a los niños y, a la vez, para que amen la

astronomía. “Los docentes sabemos que a través del co-

nocimiento podemos cambiar el planeta y todo nuestro

entorno”, sentencia.

Además, espera poder dotar a su colegio de un

telescopio y así acercar aún más la astronomía a sus es-

tudiantes. “Tengo la convicción de que cada niño nace

siendo científico, desde 1° a 4° básico los estudiantes

están llenos de preguntas, entonces los docentes tene-

mos que ser capaces siempre de contestar sus dudas y

sacar lo mejor de ellos”, señala.

Y junto a sus estudiantes sigue perfeccionando el

proyecto de las legumbres, para en un futuro no tan

lejano poder crear “granjas en el espacio”, con ellas se

podrá alimentar a la tripulación que irá fuera de nuestro

planeta en el año 2033.