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Revista de Educación •

Arte y cultura

Gracias al Decreto Amunátegui, dictado en 1877 e impulsado

por dos educadoras,

Eloísa Díaz

pudo cumplir su sueño, entrar a

la Universidad de Chile y convertirse en la primera mujer médico

de nuestro país. Con vocación y sentido social se dedicó de lleno

a la salud pública. En 1911 el gobierno de Ramón Barros Luco

crea el Servicio Médico Escolar y ella fue nombrada directora de

la entidad. Desde ese cargo impulsó e implementó el desayuno

escolar y la vacunación masiva. También fundó jardines infantiles,

policlínicos y un programa dental, luchó contra la tuberculosis y el

raquitismo que causaban estragos en la población infantil. Y, por

primera vez, tocó de frente el tema de la salud desde la perspec-

tiva de género. “Breves observaciones sobre la aparición de la

pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas

del sexo”, fue el título de su tesis de grado.

NOMBRES DESTACADOS EN LA POLÍTICA Y EL DEPORTE

Elena Caffarena

nació en 1903 en el puerto de Iquique. A los 23

años se tituló de abogada en la Universidad de Chile y desde su

etapa estudiantil se involucró en el mundo de los derechos de

los más pobres y de las mujeres. “Mis estudios de derecho me

convencieron de la inferioridad legal de la mujer. La necesidad de

poner fin a esta discriminación me convirtió en feminista”, sos-

tenía. En 1935 fue secretaria general del recién creado MEMCH

(Movimientos de Mujeres de Chile) y desde ahí impulsó con

ahínco el proyecto de voto femenino. La primera presentación, en

1941, fracasó por circunstancias políticas contingentes. Final-

mente, en 1949, se firmó la Ley que otorgó el derecho a voto

a las mujeres chilenas. El llamado de Elena era dirigido a todas

quienes estuviesen dispuestas a luchar por la liberación social,

económica, política y jurídica de esa “otra mitad de Chile” (las

mujeres) olvidada en el Código Civil.

Anita Lizana

llegó a ser la mejor tenista femenina individual

del mundo. Nacida en 1915, su padre fue profesor de tenis y cui-

dador de las canchas del club que funcionaba en la Quinta Nor-

mal. Mientras estudiaba en el liceo, Anita se dedicó a practicar

tenis sistemáticamente en las tardes cuando se iban los socios. A

los 20 años, sin haber salido nunca de Chile, sin hablar idiomas,

pero con una disciplina y un revés inigualables, esta compatriota

se fue a conquistar las canchas internacionales. Entre 1935 y 1937

participó con éxito en los máximos torneos tanto de Europa (Ro-

land Garros y otros) como el US Open de Estados Unidos. En este

último, en septiembre del año 1937, alcanzó la final sin perder ni

un solo set y venció a la polaca Jadwiga Jedrzejowska, por 6-4 y

6-2. Anita de pura emoción se desmayó durante la premiación.

Así esta chilena se consagró como la “número uno” del ranking

mundial de tenis y su victoria dio la vuelta al planeta. Hasta hoy

ninguna compatriota nuestra ha vuelto a triunfar en esas canchas

de césped, solo varones.