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Estas tres herramientas muchas veces

son invisibilizadas o no utilizadas por los

profesores. ”Y tampoco son visibles para

los estudiantes, demanera que no se puede

hacer que ellos las usen porque no las ven.

El elemento clave de mi enfoque es hacer

partícipes a los alumnos en todo momento.

Se trata de reconocer estas herramientas,

nombrarlas, porque ya están presentes”,

afirma Bondie.

Un primer paso, entonces, sería distinguir

muy bien estas tres herramientas o

elementos y el segundo, enseñar a los

maestros a usarlas. Por ejemplo, antes de

una clase pueden reflexionar sobre qué

puede hacer cada uno de sus estudiantes

y cómo puede lograr que ellos aprendan

algo determinado, quizá con algún “recurso

de ayuda” específico o abriendo un abanico

de “opciones”.

CÓMO

APLICAR ESTA

METODOLOGÍA

A NIÑOS CON

NECESIDADES

EDUCATIVAS

ESPECIALES

Esta metodología se puede modificar para

incluir a estos estudiantes en el aula, pero

ello se hace en función de la discapacidad

específica de cada persona y en ese caso

se deben ajustar también las instrucciones

“para todos”.

Rhonda Bondie cuenta que en alguna

oportunidad ella les ha pedido a alumnos

que no pueden hablar o expresarse

verbalmente, que escriban sus respuestas,

ya sea a mano o en algún dispositivo. Luego,

cada grupo tendrá su turno y allí el alumno

podrá expresarse individualmente como

lo desee.

Recuerda que tuvo estudiantes con autismo.

Ellos muchas veces hacían sus aportes en

un documento de Google al que todos

contribuían. “Lo que muchas veces resulta

beneficioso para alumnos con necesidades

educativas especiales es que ocupen algún

tipo de tecnología para comunicarse”, dice.

Por otra parte, pone énfasis en que el colegio

tiene que preocuparse de la integración

plena de los alumnos con dificultades de

aprendizaje y/o necesidades educativas

especiales en los distintos momentos de

la jornada escolar: qué ocurre con ellos en

la hora de almuerzo, en los recreos, en las

actividades extracurriculares, cómo a nivel

de pares puede existir esta regulación social.

Una de las formas en la que pueden ser

apoyados es organizando rutinas de

aprendizaje grupal con regularidad en

donde el profesor tenga el control sobre

los roles, los tiempos o turnos, las reglas de

participación, las reglas culturales, qué es

lo que está correcto y qué es lo incorrecto.

Por ejemplo, en Inglés se puede instalar la

norma de apuntar y repetir la respuesta,

se pide a cada uno que repita la respuesta

cada vez que se le apunta y así todos van

siendo partícipes. Luego, se puede cambiar

esa regla y pedirle a cada uno que añada

algo a esa respuesta, todo esto a medida

que van aprendiendo.

“Los docentes crean las reglas, para así

abrir la participación inclusiva. Deben ser

normas que no dependan de la regulación

social, que constituyan una experiencia de

aprendizaje para los niños. También pueden

tener discusiones abiertas, en donde los

niños por su cuenta aprendan a practicar su

regulación social (…) He visto colegios donde

los profesores desarrollan estas actividades

en sus aulas, donde se preocupan de la

integración de estos alumnos a la hora del

almuerzo o en el patio durante el recreo,

donde se promueve que los alumnos

reflexionen y conozcan a sus compañeros.

Así ellos valoran más a sus pares porque

ya saben de sus intereses, sus talentos,

etc. Y esto ha sido posible porque tuvieron

tiempo de conocer a estas personas con

las que quizás normalmente no hablarían.

Estas pequeñas acciones tienen grandes

consecuencias para la vida después del

colegio”, asegura Bondie.

Revista de Educación Nº 388

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