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Vergara. “Es allí cuando se despertó en

mí un gran interés por ser docente, sobre

todo en sectores donde el maestro es una

de las personas más importantes para el

estudiante, quien les enseña a conocer el

mundo”, advierte.

Esa escuela donde estudió sus primeros

años se construyó con la ayuda y buena

voluntad de los apoderados del sector,

quienes habilitaron un galpón ganadero

abandonado, y desde ahí partió la aventura

de convertir ese espacio en un lugar donde

los niños pudieran aprender. Todo lo que

había allí fue hecho por ellos, quienes

además se encargaron de cortar el pasto,

reparar los cercos y limpiar el pozo de

agua. Esto hizo que la escuela fuera un

lugar muy significativo tanto para Eligio

como para el resto de sus compañeros.

Al ser un establecimiento unidocente, los

alumnos mayores, de 6º básico, debían ir

una vez a la semana a Villarrica a recoger

los víveres del programa de alimentación,

lo que implicaba caminar 12 kilómetros.

La comunidad que se gestó dentro y

fuera de la escuela con la maestra y los

apoderados, es una lección de vida para

Eligio. ”La profesora que me formó en

ese tiempo buscaba lo mejor de cada

uno. Yo tenía facilidad para la lectura y

la matemática, por lo que ayudaba a mis

compañeros con sus lecciones y revisaba

las tareas, eso era muy bonito, hacía bien

para la comunidad el empeño que todos

teníamos”, recuerda.

Educar en el fin del mundo

Eligio Salamanca estudió en la Universidad

Católica de Villarrica a fines de los

años 80’. Al terminar sus estudios, hizo

dos prácticas que lo ayudaron a ver

en qué estaba fallando y buscar cómo

mejorar. Así fue como llegó a cumplir

su práctica profesional final a la Escuela

Alberto Hurtado en Villarrica (particular

subvencionada).

Al terminar la práctica, decidió postular

a la Escuela Municipal G776 de Quelhue,

ubicada en un sector predominantemente

mapuche. En sus inicios, no contaba con

agua potable ni luz eléctrica y los baños

eran de letrina. Quienes trabajaban en

ese tiempo en Quelhue debían quedarse

durante la semana en la escuela, porque no

existía un puente para cruzar el río Trancura

y acceder a Villarrica. La única opción era

la balsa o el bote. “Solo podíamos salir los

viernes en la tarde, excepto cuando el río

estaba muy caudaloso, en invierno sobre

todo”, agrega.

Hoy la conectividad ha mejorado. Desde

el 2011 el sector cuenta con un puente

de concreto, el cual permite acceder

a Quelhue en auto. El camino hasta

la escuela es de una sola vía, la que a

menudo se interrumpe por algunas ovejas

y perros que salen al encuentro de los

vehículos. Si bien la conectividad en un

principio implicó un éxodo de alumnos a

nuevas escuelas en Pucón, con el tiempo

A los pies del cerro Quelhue,

se encuentra el profesor Eligio

Salamanca junto a sus alumnos.

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