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los estudiantes han vuelto, por cercanía

y porque la propuesta educativa ha ido

evolucionando. De hecho, la matricula se

ha incrementado: actualmente la escuela

tiene 33 alumnos, que van desde los 6 a

los 13 años, de 1º a 6º básico, y 23 niños

en el jardín infantil.

El trabajo en el aula también ha

cambiado, el profesor Eligio cuenta

con la ayuda de una profesora para

desarrollar las clases gracias a la

Subvención Escolar Preferencial (SEP).

Y la escuela posee integración escolar,

tarea que está a cargo de la profesora

diferencial Camila Paredes, que va tres

veces a la semana.

Junto a ellos trabajan el profesor de Inglés,

Anselmo Durán; el de Educación Física,

Pablo Contreras, quien desarrolla talleres

de psicomotricidad y la profesora de

Lengua Indígena, Yochavel Millahuel, quien

va cuatro horas a la semana. Además,

cuentan con un asistente de educación,

un psicólogo y un asistente social. Paralelo

a eso, el recinto tiene un jardín infantil,

el cual no depende directamente del

Ministerio de Educación y donde trabajan

una asistente de párvulos y un asistente

de la educación.

Trabajo en equipo

De lunes a viernes el docente espera a sus

alumnos a las 8:00 am. Algunos vienen del

sector de río Plata, al costado del Lago

Villarrica, otros de Quelhue y los que viven

más lejos, de Pucón. A cada uno les da la

bienvenida antes de comenzar la clase,

porque cree que es significativo que el

alumno sienta el vínculo emocional con

el docente. ‘Los saludo de la mano y les

digo ‘buenos días’ o ‘good morning’. Esos

detalles son importantes para mí, porque

la primera unión entre el niño y el profesor

es esencial para enseñar”, señala.

Termina su jornada a las 16:30 y se dirige

a su casa. Dedica parte de la tarde a

labores del colegio, como revisar pruebas

y preparar las clases del día siguiente.

Cierra su jornada de trabajo alrededor de

las 23:00 horas.

Dentro del aula el curso es variado,

por esto es fundamental agrupar a los

estudiantes por niveles, y dependiendo del

estado anímico de los alumnos, se pueden

juntar por afinidad o simpatía. Esto resulta

fácil en Lenguaje y Matemática, debido

a que los contenidos son graduales. “La

profesora ayudante de aula, por ejemplo,

trabaja solo con el nivel de 1º a 2º básico

cuando practican lectura, porque ellos

necesitan una ayuda más personalizada.

Y cuando yo necesito potenciar en mis

estudiantes la autonomía, para que

aprendan a investigar -ya sea en internet

o en el invernadero- los hago trabajar en

grupos”, comenta.

Para complementar el aprendizaje

tradicional, la Escuela de Quelhue incluye

en sus clases el uso de dos invernaderos,

que han sido financiados tanto por

apoderados como por empresas privadas.

“Allí les enseño a aplicar la matemática.

En los cursos con los niños más pequeños,

aprenden contando las lechugas que se

han sembrado, mientras que con los

más grandes abordo los porcentajes, las

fracciones, los decimales, todo eso se va

integrando”, explica.

Además, realiza salidas a terreno para

aplicar conocimientos. El docente

recuerda una especialmente, donde él

junto a sus alumnos iban caminando por

el sector y se encontraron con la siembra

de un abuelo. Él estaba muy preocupado,

porque no le resultaba la plantación de

porotos, y uno de los alumnos le comentó

al profesor: “¿Por qué no crecieron y solo

tiene maleza?”, a lo que Eligio respondió:

"Investiguemos el por qué le sucedió esto

al abuelo". Los niños motivados volvieron

a la escuela a buscar el problema en

internet. Allí se dieron cuenta que los

“Los saludo de la mano y les

digo ‘buenos días’ o ‘good

morning’. Esos detalles son

importantes para mí, porque

la primera unión entre el niño

y el profesor es esencial para

enseñar”.

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EN EL AULA

REVISTA REVEDUC

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Nº 380/2017