

De Valdivia a Dubái
Mario Santibáñez –quien estudió sus
primeros años en el Instituto Salesiano
de Valdivia- confiesa que no sabía mucho
del concurso. Sí recordaba con claridad el
apellido de la profesora Hanan Al Hroub
de Palestina, que ganó el “Global Teacher
Prize” el año pasado.
En dos oportunidades le llegaron correos
de personas que le habían nominado
para concursar, pero nunca se inscribió.
Luego, le llegó un tercer correo, esta vez
de Paulina Yáñez, una colega. Recién en
ese momento, decidió participar.
Casi no pudo creer cuando tiempo
después recibió un mail que decía
que había sido seleccionado entre
los 20 mejores profesores de Chile.
“Estaba feliz, porque no tenía muchas
expectativas. Ya me sentía un ganador”,
agrega entusiasmado.
Aun cuando finalmente Eligio Salamanca
fue reconocido como el mejor docente
del país, ambos fueron elegidos para
representar a Chile en la versión
internacional del “Global Teacher
Prize”, reconocimiento entregado por la
Fundación Varkey para destacar la labor
de los profesores de distintos países.
Una experiencia que los llevó a Dubái,
donde compartieron con docentes de
todo el mundo. “Nos dimos cuenta que
todos estábamos trabajando con el
mismo enfoque que tiene relación con
formar ciudadanos globales capaces de
entender y asumir el mundo donde están
inmersos”, comenta Eligio.
“Para mí no hay palabras que expliquen
lo que significa esto –afirma Mario
Santibáñez-. Gracias a la nominación
final, soy embajador de la Fundación
Varkey, lo que me ha puesto en contacto
con los 50 finalistas mundiales, con
quienes puedo intercambiar experiencias
y opiniones. Nos muestran estudios que
aún no son públicos, trabajamos con la
ONU, la OEA y la Unión Europea. Esto me
hace sentir ganador”.
Por otra parte, Mario Santibáñez ha
integrado sus conocimientos de biología
a sus clases. Por ejemplo, si sus alumnos
están aprendiendo qué es la fotosíntesis,
aplica las clases de botánica que tuvo
en la universidad y hace que ellos creen
un herbario de hojas, las cuales son
recolectadas en el liceo. Luego, el docente
les proyecta en la sala una tabla periódica
foliar, que contiene todas las formas de
hojas que existen. Así van incorporando
contenidos y, a la vez, trabajan en concreto.
Otra iniciativa que le ha dado buenos
resultados ha sido incorporar a sus
clases el programa “Kocori”, creado por
la Universidad Santo Tomas. “Es un juego
que tiene un entorno virtual. El alumno
puede entrar en una célula y recorrerla,
es un pequeño robot que va dentro de la
célula y tiene misiones que cumplir. Por
ejemplo, si la célula se comienza a quedar
sin energía, él debe proporcionársela.
Así aprende que la energía viene de la
glucosa que es el azúcar. Y que esa glucosa
viaja a la mitocondria, porque es allí
donde se produce la energía. Jugando,
los estudiantes van adquiriendo los
conocimientos”, comenta.
Este es un programa gratis y de libre
acceso, que se puede ocupar desde
6º básico a 1º medio. En el caso del
profesor Mario, él lo utiliza con sus
alumnos de 1º medio, cuando deben
aprender sobre la célula y los procesos
bioquímicos. “Para mí es importante
incluir los juegos en las clases, pero
esto no quiere decir que no tenga
clases tradicionales. Mi idea es
incorporar actividades lúdicas, porque
de ese modo los alumnos recuerdan los
contenidos con más facilidad”, agrega.
Cabe destacar que su trabajo lo
complementa con otras actividades. Ha
sido asesor de investigaciones científicas,
ha editado material para universidades
y se ha desempeñado como docente en
un preuniversitario. “Así me mantengo
activo en los conocimientos ymuy vigente
como docente. Hoy en día los estudiantes
preguntan más y puedo profundizar en los
temas”, comenta orgulloso.
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EN EL AULA
REVISTA REVEDUC
MINISTERIO DE EDUCACIÓN
Nº 380/2017