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En el transcurso del tiempo, la convivencia escolar cada vez se ha ido centrando más en el valor de la formación para

la vida social y personal de los estudiantes, es decir, la mirada ha cambiado desde una lógica instrumental, donde éste

era visto como sujeto de problemas, a una en la cual es un sujeto de derechos y tiene valor en sí mismo.

Por tanto, la convivencia pasó de ser entendida como un conjunto de medidas reactivas para “normalizar” al

estudiante y su entorno a algo muy diferente: una condición para lograr buenos aprendizajes.

Es decir, el aprendizaje desarrollado por el alumno a lo largo de su vida académica requiere de una “pedagogía

(intención curricular, metodología y didáctica) de la convivencia” para revalorar y re- significar la formación que se

imparte y cuya responsabilidad es de toda la comunidad educativa.

La convivencia escolar se concibe hoy como “un fenómeno social cotidiano, dinámico y complejo”, que se expresa y

construye en y desde la interacción que surge entre los distintos actores de esa comunidad, mientras comparten un

espacio social que va creando y recreando la cultura propia del establecimiento.

“Una escuela o liceo que sabe escuchar a sus estudiantes, docentes, asistentes de educación, padres, madres y

apoderados; que abre oportunidades de participación; que reflexiona en torno a su quehacer y se detiene en la

formación de sus alumnos; no nace por decreto, se conforma en la dinámica de las relaciones humanas. Es aquí

donde el propiciar un modo de relacionarnos, de gestionar la convivencia escolar, cobra sentido”, señala Erika Castro,

encargada del área en el Mineduc.

Lo que la escuela puede hacer

Los procesos de las prácticas pedagógicas y clima escolar, implementación y apropiación curricular (formación de

competencias).

Existen diferencias entre clima y convivencia escolar: clima son las condiciones, los ambientes adecuados para que

se den los procesos de enseñanza y aprendizaje, en tanto la convivencia escolar es un aprendizaje en sí mismo, aun

cuando ambos conceptos se relacionan. Es relevante dar herramientas que propicien un buen clima, pero a la vez es

importante que tanto dentro como fuera del aula los docentes intenten aprendizajes que apunten a la formación en

convivencia.

La gestión y articulación de los instrumentos institucionales como el Proyecto Educativo Institucional (PEI), el Plan

de Mejoramiento Educativo (PME), el plan de gestión de la convivencia y el reglamento interno en lo concerniente a

convivencia.

Es importante, por ejemplo, que en el PEI se declaren como principios básicos el clima y la formación en convivencia,

explicitando el resguardo del derecho a la no discriminación arbitraria (ley de no discriminación), y al pleno desarrollo

de las potencialidades de los estudiantes, destacando la formación integral y de calidad, que no sólo contemple

los conocimientos disciplinares, sino también la capacidad reflexiva y crítica, la creatividad e inventiva, el trabajo

compartido, las habilidades deportivas y artísticas, entre otros.

“En los PME las declaraciones se deben materializar en objetivos y metas y éstas traducirse en prácticas pedagógicas

institucionales. De esa manera avanzamos a un cambio cultural desde la propia escuela”, aclara Erika Castro.

REVISTA DE EDUCACIÓN

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CONVIVENCIA

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