

juegos, actividades lúdicas, de afectividad, expresión
corporal e incluso “Tai chi”, donde participaron hasta
las familias de sus pequeños alumnos.
“En la primera dinámica, yo estaba sola frente a ellos,
porque mis ayudantes llegaron un mes después de em-
pezar las clases, entonces decidí partir por preguntarles
si sabían bien cómo se llamaban, así aprendí los nom-
bres de mis niños. Y a través de aquella actividad, me di
cuenta de que al lado de mis alumnos siempre había un
adulto apoyando sus aprendizajes”, agrega la docente.
Para comenzar con el proceso de apresto, comenza-
ron a hacer líneas, rayas y puntos en sus cuadernos.
Como estaban en clases virtuales, Mónica, les mostra-
ba un ejemplo, luego le tomaba una foto y se las en-
viaba a los apoderados, así ellos seguían practicando
en casa con sus hijos. Si al estudiante le costaba seguir
las líneas, la educadora le enseñaba al adulto a cargo
la técnica de completar la letra o vocal con puntos,
para que los niños pasaran el lápiz sobre los trazos y
pudieran ir poco a poco asimilando las formas.
Varios alumnos tenían problemas para tomar el lápiz
y por ello incluso realizó una clase de reforzamiento,
para que adquirieran la técnica. “Les enseñé que con
el dedo pulgar y el índice debían afirmar el lápiz. Y para
revisar, los niños mostraban su mano a la cámara, y yo
los iba mirando, para ir corrigiendo la postura, y cuando
no era la óptima, les pedía ayuda a los apoderados, para
que así realizaran mejor el ejercicio”, agrega.
Campeonato estudiantil y recreo virtual
Durante la pandemia, la profesora organizó un cam-
peonato estudiantil virtual que se realizaba todos los
viernes. En esa actividad, la acompañaban sus dos
ayudantes de aula, Emily Vega y Francisca Moya. Cada
una de ellas debía vestir uno de los colores que repre-
sentaba la insignia de la escuela, para conformar los
equipos de juego. Además, Francisca diseñó una rule-
ta virtual, con los nombres de cada alumno, para que
nadie se quedara sin participar.
La educadora partía haciéndoles preguntas a los niños
donde debían estar muy atentos para ganar puntos
para su equipo. Les preguntaba, por ejemplo, cómo
escribir determinadas letras dictadas por la profesora o
les decía, “el primer niño que me muestre un elemen-
to que comience con la letra ‘E’ gana puntos”.
Junto a eso, creó “el recreo virtual”, un espacio de 10
minutos donde los niños disfrutaban de comida salu-
dable que tenían en sus casas, o de lo que las mamás
les preparaban. Eso ocurría los miércoles y duraba lo
mismo que un recreo en tiempos normales.
La profesora se disfrazaba de “chanchito”, asumiendo
el rol de mediadora para facilitar que los niños se co-
nocieran más, mientras las mamás y los niños usaban
pijamas de vaquitas. Esto conectó al curso.
La profesora Mónica Balmaceda
(a la derecha de la imagen),
junto a sus ayudantes de
aula, Francisca Moya (al lado
izquierdo), Emily Vega (al
lado derecho de la foto) y sus
alumnos.
Zona Pedagógica
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