

Foto: Archivo del Escritor, Biblioteca
Nacional, DIBAM.
El desarrollo de la educación pública en ese tiempo fue la expresión histórica del movimiento renovador de comienzos
de siglo XX, del que Gabriela Mistral llegó a ser un importante referente.
Nuevas leyes y programas fueron dando vida a esa concepción universal de la educación que ella proponía.
Mientras trabajó en la Escuela de la Compañía, colaboró en el periódico “La Voz de Elqui” de Vicuña bajo su nombre
verdadero, aunque en ocasiones utilizó los seudónimos de Soledad, Alguien, Alma, X, Alejandra Fussler, y el definitivo,
Gabriela Mistral.
Desde dos tribunas: la escuela y los medios de comunicación, expuso frontalmente sus ideas. Un ejemplo de ello es el
artículo “La Instrucción de la Mujer”, escrito en “La Voz de Elqui” en marzo de 1906, donde señala:
“Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con
uno de los repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra… Búsquensele todos los
medios para que pueda vivir sin mendigar la protección… Hágasele amar la ciencia más que las joyas y las sedas. Que
consagre a ella los mejores años de su vida. Que los libros científicos se coloquen en sus manos como se coloca el manual
de Piedad”.
Bogando por la Ley de Instrucción Primaria
El 21 de agosto de 1909, cuando aún faltaban 11 años para la promulgación
de la Ley de Enseñanza Elemental Obligatoria, publicó en el diario “El
Coquimbo” de La Serena cuál sería el mejor modo de celebrar el Centenario
de la República:
“Muchas ideas sugiere tan importante asunto, pero no pienso anunciar sino la
que juzgo más atendible (…) Aludo a la instrucción Primaria Obligatoria. Con
la realización de este proyecto soñamos todos los que sentimos las necesidades
profundas del pueblo, no bastando a conformarnos con su postergación
las razones dadas sobre ella, razones de economía principalmente. Hemos
dicho: “Las grandes obras exigen los grandes sacrificios, pero los merecen, y
la consideración de los bienes que reportan hacen olvidarlos o atenuarlos”.
También lo que vamos a conmemorar fue obra de un sacrificio inmenso,
verificado a pesar de obstáculos múltiples (…)
Demos el gran paso que otras naciones -algunas inferiores a Chile bajo otros
puntos- han dado ya. Conmemoremos así aquel paso gigantesco que de la
esclavitud a la libertad dieran resueltamente, nuestros antepasados”.
Gabriela nunca cursó estudios formales de pedagogía. En 1906 intentó
ingresar a la Escuela Normal de La Serena, pero el capellán se negó a recibirla
por considerar que “escribía composiciones paganas y podría convertirse en
caudillo de las demás alumnas”.
Recién en 1910 quedó habilitada como profesora primaria, al aprobar los
exámenes en la Normal de Niñas de Santiago, así pudo ejercer “con derecho”
el oficio que con propiedad venía ejerciendo “de hecho”.
Muy pronto comenzó una vida itinerante que la llevó a la Escuela de Los
Cerrillos, camino a Ovalle; la Escuela rural de Barrancas, al norte de la capital;
el Liceo de Niñas de Traiguén, en La Araucanía; el Liceo de Antofagasta;
y el Liceo de Los Andes, donde fue inspectora y profesora de Geografía y
Castellano.
Gabriela Mistral junto a sus alumnas
en el Liceo de Punta Arenas, 1919.
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