

Desde el jardín infantil, los menores son sometidos a pruebas para detectar en forma temprana si tienen algún
problema de aprendizaje, en el entendido que es mejor solucionar una complicación en esta etapa y no en el futuro.
Los que presentan desventajas pasarán a primero básico, pero tendrán que asistir a clases de nivelación donde se
reúne a cinco niños con un docente especializado; una modalidad de trabajo que sólo dura un tiempo, pues cuando ya
evidencian mejoras se reincorporan a la clase habitual de máximo 25 alumnos.
Si en el aula normal un niño está rezagado en alguna materia, el profesor aplica estrategias de reforzamiento en
cooperación con otros docentes del establecimiento y se encarga de que reciba apoyo de un grupo de compañeros
más adelantados, pues es visto con total normalidad el hecho de que todos aprenden a velocidades distintas.
Actualmente, hay muchos maestros que incluso están organizados en “grupos de resolución de problemas” para
desarrollar el currículo adaptado a las características y necesidades de sus alumnos. Porque hay que recordar que en
Finlandia el Estado da las grandes directrices, pero los docentes tienen un amplio grado de autonomía al momento de
implementar el currículo.
Además, tal como señala la experta del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de
Chile, Beatrice Ávalos, quien visitó Finlandia en noviembre pasado invitada por la embajada chilena en ese país, allí
incluyen en sus clases a los alumnos en toda su diversidad, otorgando facilidades especiales a aquellos que presentan
discapacidades. Y tiene razón: un elemento esencial de la enseñanza finlandesa es la atención sistemática a quienes
poseen necesidades educativas especiales. Desde 2011 se estableció un sistema de Apoyo para el Aprendizaje y la
Escolarización, en el cual todos los estudiantes son cada vez más integrados a las aulas de enseñanza comunes y esto
es posible gracias al esfuerzo del profesor titular y de educadores diferenciales.
El sistema educativo finlandés está siempre a la vanguardia: la última, enseñar a los alumnos a teclear en un
smartphone y que escribir a mano sea una asignatura opcional.
Un aspecto que los docentes jamás pierden de vista: los estudiantes deben transformarse en protagonistas de su
aprendizaje. Por esta razón, se permite en clases el uso de tecnología y se promueven actividades como visitas de
grupos de teatro aficionados que muestran contenidos que los jóvenes deben analizar posteriormente en clases.
Detrás de estos esfuerzos por generar clases dinámicas y atractivas, existe una mirada que la sociedad finlandesa
no está dispuesta a transar: se valora la educación como un derecho de todos ofreciendo un sistema no selectivo,
de calidad y gratuito. “Siguiendo esa línea, ellos eligen y forman muy bien a sus docentes, les entregan buenas
condiciones de trabajo”, destaca Beatrice Ávalos. Por ejemplo, se preocupan de que el número de adultos a nivel de
jardín y preescolar sea suficiente para mantener una estrecha relación con cada niño. Tres auxiliares de preescolar
más un ayudante para cada grupo de 12 niños entre uno y tres años; dos profesores, un auxiliar de preescolar y un
asistente para un grupo de 21 niños entre tres y seis años.
Es necesario destacar que los docentes en Finlandia están altamente calificados: todos tienen un título de licenciatura
en educación, complementado muchas veces con una maestría que es obligatoria para quienes se desempeñan
en básica y media. Tomando en cuenta que en la enseñanza básica los niños aprenden los fundamentos de todos
los aprendizajes posteriores, a los profesores para enseñar en este nivel se les exige un master en Ciencias de la
Educación; mientras que a los profesores de media, un master en alguna disciplina específica. Pedagogía es hoy una
de las carreras más prestigiosas en Finlandia.
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