

De acuerdo al Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE o Programme for International
Student Assessment (PISA, por sus siglas en inglés), que evalúa cada tres años las competencias y habilidades de
jóvenes de 15 años en 65 países del mundo, los asiáticos superan al resto del mundo. La medición de 2012 no es la
excepción, pero Finlandia –tal como ha ocurrido en evaluaciones anteriores- ocupa un lugar privilegiado: el puesto
N° 5 en ciencia, el N° 6 en lectura y el N° 12 en matemática.
Los niños finlandeses ingresan al colegio, a primero básico, a los siete años porque se considera que es entonces
cuando comienzan a tener cierta madurez para poder asimilar los conocimientos de distintas asignaturas. Hasta
ahora era opcional asistir al jardín de niños (de uno a seis años) o a la educación preescolar (de seis a siete años), pero
a partir de este año esta última se estableció como obligatoria.
Lo que se pretende en estas etapas previas a la educación formal es despertar las aptitudes, habilidades y curiosidad
de los niños, enseñándoles a pensar y razonar a través del juego. Sólo en primero básico empieza el aprendizaje de la
lectura, pero si un niño demuestra disposiciones particulares se le da la oportunidad de aprender a leer precozmente.
En cambio, si aún no ha logrado desarrollar las destrezas necesarias para la lectura puede quedarse en preescolar
hasta los ocho años, si los padres y profesores están de acuerdo.
En todo caso, las nuevas clases en educación básica o primaria no son jornadas largas y extenuantes. El horario se
extiende desde las 9.00 hasta las 3.00 de la tarde, las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con períodos
de descanso de 15 minutos durante los cuales pueden caminar libres por los pasillos, hablar en las salas de descanso,
jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición.
El mismo profesor por cinco años
En los dos primeros años, se les enseña principalmente
lengua materna (finés) y literatura, pero también hay
espacio para matemática, educación física, estudios
ambientales, artes visuales, música, tecnología (textil,
carpintería) y religión o ética. En los cursos posteriores,
será el turno de las ciencias, historia y lenguas
extranjeras. Y hasta el 5° año de primaria tienen al
mismo profesor, quien se encarga de que en la jornada
diaria se respeten los ritmos de aprendizaje de cada
alumno, tratando de evitar todo cansancio inútil.
Los menores son evaluados hasta los 11 años de edad
sin emplear cifras en la calificación; los informes que el
educador elabora son sólo descriptivos. Así, el estudiante
se abre a los aprendizajes sin la presión de las notas,
sin la estigmatización de ser parte de los alumnos más
lentos. Cada cual puede progresar a su ritmo eliminando
ese sentimiento de deficiencia o de “inutilidad” que
puede provocar posteriormente tantos fracasos.
Es este maestro, que los acompaña durante sus primeros
años, quien además supervisa que todos los alumnos
estén bien integrados. La inclusión es un aspecto
preponderante del sistema educativo finlandés.
Para enseñar en Finlandia, a los profesores de básica se les
exige un master en Ciencias de la Educación.
Foto: Gentileza Embajada de Finlandia
REVISTA DE EDUCACIÓN
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