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Revista de Educación •
Cultura
LOS ESTOICOS SALEN AL PASO Y TRAEN NOVEDADES
Alrededor de los años 322 y 323 a.C, ya muertos Aristóteles
y el emperador Alejandro Magno, se da fin a la era griega
clásica y se abre el período helenístico, el que se caracteriza
por una gran heterogeneidad (desmembramiento del vasto
imperio) y lo único que unifica a la sociedad es la lengua grie-
ga. Aparecen entonces los estoicos. Ellos pregonan que las
emociones no son más que creencias radicalizadas y que, si
uno retira las palpitaciones, el sudor, el temblor, la respiración
agitada, todas esas manifestaciones fisiológicas, queda sola-
mente un conjunto de creencias. Y esto contraviene la razón
correcta. Distinguen el placer y el dolor y postulan que, para
una vida tranquila, virtuosa, hay que “curar” las emociones.
Según estos filósofos, “el hombre sabio no puede más
que tomar conocimiento y vivir conforme a la razón, es el
ser racionalmente perfecto, el mundo como orden racional
no puede amenazar al sabio. Por consiguiente, la aflicción o
el temor, tanto como el anhelo o la alegría, constituyen un
bien fuera de la razón o un mal que pueda amenazar a la ra-
zón”. Para el estoicismo, las emociones son juicios errados,
opiniones vacías y privadas de sentido. El ideal es lograr
la imperturbabilidad y cierto grado de independencia del
mundo externo.
Esta doctrina filosófica tuvo profunda influencia en el
período helénico, fue fundada por Zenón de Citio (301 a.C),
y pronto se popularizó en Roma. En una carta Séneca, conse-
jero del famoso emperador Nerón, habla de uno de los com-
ponentes centrales de la virtud: “es la capacidad de armarnos
contra la desgracia”, sostiene. Y agrega que “la mayoría de
los hombres son débiles y fluyen en la miseria entre el miedo
a la muerte y las dificultades de la vida, no están dispuestos a
vivir y, sin embargo, no saben cómo morir”. Mientras, por su
lado, Epitecto, otro estoico, dice: “Los hombres no son pertur-
bados por las cosas, sino por sus opiniones sobre ellas”, ha-
ciendo un llamado a tener calma frente al caos, siempre man-
teniendo controlado lo que se puede (los juicios, opiniones y
valores que decidimos adoptar) y en una postura indiferente a
lo externo que no podemos controlar. Este pensamiento esta-
ba compuesto por tres partes: ética, lógica y física.
CAMBIOS CON LA LLEGADA DEL CRISTIANISMO
Al cabo de más o menos un siglo, la doctrina estoica se em-
pezó a debilitar con la llegada del cristianismo. Se dice que
los sentimientos medievales son parte o están marcados de
la “cristianización de los afectos” ocurridos en las sociedades
paganas. Eso habría producido un choque drástico entre el
ideal estoico (liberación de la pasión) y el nuevo Dios que
los cristianos definían con un sentimiento profundo: el amor.
Es el Padre quien entrega a su propio hijo, Jesucristo, y éste
no oculta sus lágrimas ni su ternura, ni su pasión, frente a sus
hermanos, los hombres.
San Agustín, considerado padre de la afectividad me-
dieval, es quien mejor integró la novedad cristiana al pensa-
miento clásico con su teoría del “gobierno” de las emocio-
nes. Él decía que los sentimientos debían someterse al alma
racional para purificar el desorden derivado del pecado
original y distinguir los deseos que conducen a la virtud de
aquellos que llevan al vicio.
Esa búsqueda de la “pureza de corazón” condujo a
muchos jóvenes de las altas esferas del liderazgo cristiano
a ingresar en los primeros monasterios, para buscar ahí el
autodominio y la reorientación de su voluntad, bajo las reglas
del ejercicio ascético y la práctica de la caridad. Clérigos y
monjes se afanaron en lograr el proceso de conversión de
las emociones y reconstruir la estructura de la personalidad
humana actuando sobre el cuerpo, éste visto como “un vehí-
culo para unir a la criatura con el Creador”. Pero, esta práctica
produjo que muchos monjes empezaran a experimentar la
llamada “acedía”, una emoción negativa que los hacía sentir
desazón, desgano, apatía y, sobre todo, un fuerte deseo de
La doctrina estoica se empezó a debilitar con la
llegada del cristianismo. Se dice que los sentimientos
medievales son parte o están marcados de la
“cristianización de los afectos” ocurridos en las
sociedades paganas. Eso habría producido un choque
drástico entre el ideal estoico (liberación de la pasión)
y el nuevo Dios que los cristianos definían con un
sentimiento profundo: el amor.




