

Revista de Educación Nº 384
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TENDENCIAS
E
l acue rdo en t re e x pe r to s ,
educadores y estudiantes es
unánime y transversal, para llegar
a ser un buen lector hay que sentir
placer por aquello que se lee, una lectura
obligada siempre ahuyenta, produce
anticuerpos, reticencia.
Jacqueline Balcells, autora de innumerables
relatos infantiles y juveniles –desde 1990
forma parte de la Lista de Honor del IBBY
(Organización Internacional para el Libro
Infantil y Juvenil) por su obra “El Polizón
de la Santa María”, de 1988- lo tiene
muy claro: “La única clave es eliminar la
obligación y fomentar el placer, según
los intereses de cada niño”, opinión que
comparte también Amanda Céspedes,
destacada neuropsiquiatra infantil:
“Adquirir la categoría de lector experto
comienza cuando se cae en la red
seductora de la lectura por placer. Como
suele coincidir su inicio con el comienzo
de la escolaridad, el niño candidato a lector
experto es acechado por un enemigo falaz:
la lectura obligatoria. Esos libros impuestos
a la fuerza, que jamás se leerán bajo la
anémica luz de una lamparita de velador
eludiendo la perentoria orden de dormir o
en el alféizar de una ventana, el hueco de
la escalera, el duro banco de un parque o
al interior de una somnolienta biblioteca
pública. Serán libros a medio leer, el rostro
contraído en un mohín de tedio, sin pasión,
mecánicamente, escamoteando a disgusto
un breve tiempo al juego en la plaza o a
las hipnóticas pantallas digitales. Por el
contrario, la lectura por placer se busca
con avidez de adicto porque reivindica en
los niños su derecho a la libertad”.
1
En 1935 la propia Gabriela Mistral sostuvo:
“Hacer leer, como se come, todos los días,
hasta que la lectura sea, como el mirar, un
ejercicio natural, pero gozoso siempre. El
hábito no se adquiere si él no promete y
cumple placer”.
2
LOS CUENTOS, UNA INVITACIÓN
QUE ESTIMULA LA CURIOSIDAD
La lectura propicia un espacio de intersubjetividad que es incomparable, en ese espacio
las personas se encuentran con lo simbólico, lo imaginario y lo legendario. Frente a un libro
o pantalla el lector suspende el trajín cotidiano y conecta sus emociones con el relato
ofrecido, por eso leer cuentos, novelas o cualquier ficción tiene que ser siempre un acto
voluntario, de interés personal y que resulte entretenido.
Si pensamos en niños –señala Céspedes- “la lectura de cuentos es, probablemente, la
instancia que más estimula su curiosidad por el material impreso y su deseo de dominar
una competencia misteriosa: descifrar esos símbolos que representan palabras. Los
cuentos apuntan directamente al interés, la emoción y la curiosidad infantil; de allí que
sea universal el deseo compulsivo de escucharlos reiteradas veces “hacen como que están
leyendo”. Amedida que se lee repetidamente, los niños transitan desde un interés primario
por las ilustraciones a focalizarse interesadamente en las palabras, los conceptos, las
construcciones gramaticales, hasta llegar a un relato coherente y lingüísticamente rico”.
3
Un cuento tiene la capacidad de conducir al lector a lugares maravillosos e insospechados, y
si lo cautiva, éste se volverá reincidente. Más aún: con el tiempo leerá sin esfuerzo todo tipo
de textos y obtendrá beneficios, tanto en su recreación como en sus deberes escolares, en
sus estudios superiores o en sus posibles trabajos. Además, afianzará su escritura y podrá,
si lo desea, crear sus propios relatos, potenciando la comunicación con otras personas.
1 CÉSPEDES, Amanda. Revista Anales de la Universidad
de Chile, Séptima Serie, Nº 6, junio 2014. Pág. 63.
2 MISTRAL, Gabriela. Pasión de leer, Gabriela Mistral
(1935). Revista Anales de la Universidad de Chile,
Séptima Serie, Nº 6, junio 2014. Pág. 229.
3 CÉSPEDES, Amanda. Revista Anales de la Universidad
de Chile, Séptima Serie, Nº 6, junio 2014. Pág. 61.