

MALALA, LA NIÑA
QUE QUERÍA IR A LA ESCUELA
Viviendo esta situación en carne propia,
Malala sitúa ahí su propósito de vida.
La joven ha declarado mil veces cómo
le duele que haya 60 millones de niñas
en edad de cursar primaria y secundaria
sin posibilidad de hacerlo, ya sea por
pobreza, por vivir en un país en guerra, por
ser víctima de tráfico humano, por haber
sido obligada a casarse prematuramente
o por cualquier tipo de represión cultural
religiosa. La fractura entre sexos nos dice
hoy, de acuerdo a un informe UNESCO de
fines año pasado, que en aquellas naciones
más pobres por cada 100 menores que
van a la escuela en edad de primaria, 85
son niñas, en cambio para secundaria la
cifra cambia, de cada 100 adolescentes que
llegan, 77 son de sexo femenino.
Actualmente Malala, de 20 años, se afana
para pasar los exámenes de admisión e
ingresar a la Universidad de Oxford. Su
meta es unirse al programa de Filosofía,
Política y Economía de esa casa de
estudios. “En diciembre del año pasado
asistí a una entrevista en el Campus
Lady Margaret Hall, creo que ha sido la
entrevista más difícil de mi vida”, confesó
luego y agregó que los próximos tres años
estudiará para pasar los exámenes AAA
exigidos. Está empecinada en cultivar
su liderazgo para convertirse algún día
en jefa de Estado de Pakistán y ayudar a
las niñas de su país a salir de la opresión
feroz impuesta por el régimen de los
talibanes.
A pesar de estar amenazada de muerte,
no pierde la esperanza de retornar a
su querido Swat. Mientras, profundiza
materias académicas y asume con orgullo
su título de embajadora para la Paz de las
Naciones Unidas (ONU). Y, junto a su padre,
atiende las demandas de la Fundación
Malala: “Un niño, un profesor, un libro y
un lápiz pueden cambiar el mundo”, ese
es su lema.
RE
La periodista y escritora brasilera
Adriana Carranca cuenta la vida
de Malala Yousafsai. El texto
especialmente escrito para los
niños es acompañado por acertadas
ilustraciones de la diseñadora
gráfica, Bruna Assis. El relato trata
del azaroso viaje al valle de Swat
realizado por la autora a pocos
días del atentado de la joven.
Debió cruzar continentes, pasar
por el mar Arábigo y continuar
hacia las montañas, en una travesía
muy expuesta, la radio acababa
de sentenciar que los periodistas
no viajaran a Swat ya que se había
transformado en un territorio
prohibido. “Tuve que disfrazarme,
nadie debía saber que yo estaba
allí”, dice la autora y explica que solo
Ejaz, su guía y protector, además de
la familia que aceptó esconderla en
su casa, sabían de su presencia. Se
trata de una historia “tan aterradora
como cautivante”, advierte.
El libro va desde el nacimiento
de Malala, pasando por el intento
de asesinato hasta convertirse en
activista y ganar el Premio Nobel
de la Paz, siempre en el contexto y
cronología histórica de la zona en
que se desencadenan los hechos.
Aparecen los imperios, los soldados,
los reyes y las reinas. Predominan
guerras e invasiones hasta la de los
talibanes en 2008, que obligaron
a la familia Yousafsai a exiliarse. Se
entregan constantemente datos,
ubicaciones geográficas y fechas,
de modo que el cuento para
niños se convierte en un capítulo
de la vida real lleno de hechos y
anécdotas reales.
Preciosas imágenes van retratando
lasdistintasépocasdesuspersonajes
y recuadros a pie de página aportan
una suerte de glosario, que va
aclarando el significado de palabras
típicas de la cultura india, también
siglas y nombres, como: pastún,
Taj Mahal, mezquita, sinagoga,
beduino, rickshaw, sharai, urdú,
burka, soviéticos, Guerra Fría, ONU,
y otros de cultura general.
Al terminar, un “cuaderno de fotos”
rescatadas del archivo personal de
la autora nos recuerdan que se trata
de una investigación periodística,
escrita con rigor, veracidad y
mucho talento. (Más información
en
www.vreditoras.com)
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CULTURA
REVISTA REVEDUC
MINISTERIO DE EDUCACIÓN
Nº 380/2017