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y maestras de Chile, tengan un material

fidedigno. Por ejemplo, el Serrucho es una

danza que se bailaba en las salitreras del

Norte Grande y es interesante

lo que sale en el libro: don Elías

Laferte, un connotado líder político

de la época, se la enseñó a Margot

Loyola y a su madre. Él la había

bailado en las filarmónicas de

algunas oficinas salitreras. ¿Y qué

eran las filarmónicas? Con esto, ya

se puede desarrollar una clase con

los alumnos. No pretendemos que

esa danza vuelva a tener vigencia,

pero sí dejar en evidencia que

hubo un comportamiento social

relacionado con la misma.

También destacamos las danzas

chilotas. Gracias a Margot Loyola

y Gabriela Pizarro se rescataron

la mayoría de las danzas que hoy

tienen los conjuntos chilotes. Y,

además, este material ha servido

de inspiración para que músicos

jóvenes y grupos como “Trifulka”

hagan sus creaciones y propuestas

musicales.

Siempre hablábamos con Margot

que lo fundamental era devolverle

a Chile todo lo que nos había

regalado y eso es lo que estamos

haciendo. Con ella escribimos el

libro: “La Cueca: Danza de la vida y

de la muerte”; después “La Tonada:

Testimonios para el futuro”, que es

lo más completo que se ha escrito

sobre ese tema en Chile. Ahora, “50

Danzas Tradicionales y Populares

en Chile”. Y pronto, tendremos uno

sobre los juegos tradicionales y

populares del país.

¿Qué quiso rescatar en el libro

“50 Danzas Tradicionales y

Populares en Chile”?

Parte del gran bagaje coreográfico

tradicional que tenemos a lo largo del país,

con danzas que tienen vigencia social y

otras que ya no, incluso estudiamos muchos

libros para llegar a una aproximación de

cómo eran algunas de ellas. ¿Con qué

objetivo? Que los interesados, los maestros

¿Hoy el folclore chileno está

suficientemente presente en la

educación, en la sala de clases?

En vez de folclore, yo hablo de cultura

tradicional y si la consideramos como una

forma de vida, claro que está presente en

el aula, porque todos los niños

llegan con un bagaje de su

casa, desde su comunidad: los

remedios caseros, las comidas,

los dichos, las supersticiones

y todo aquello que es parte

del cotidiano. Lo que pasa es

que a veces el maestro de aula

no sabe cómo extraer de sus

alumnos ese inmenso bagaje

que ellos poseen.

La cultura tradicional es trans-

versal a todas las asignaturas.

Alguien puede decir: ¿cómo

vamos hablar de cultura

tradicional en ramos como

matemática? ¡Lo podemos

hacer! Al hablar de la métrica,

puedo ver cuántas sílabas tiene

la estructura métrica de la

Cueca y así vamos llegando a

los números, o cuántos son los

compases musicales.

Creo que los maestros han

estado carentes de elementos

para desarrollar bien sus clases.

Cuando estuve en el Consejo

de la Cultura y las Artes,

actualmente se llama así, tuve

que hacer clases a lo largo del

país y lo fundamental era ir

al rescate de las identidades

locales. No íbamos a Punta

Arenas a enseñarles el Huaynito

del Norte, íbamos a trabajar con

los profesores sus leyendas y

costumbres, los dichos y danzas

que ellos tienen. Trabajamos

mucho con los alumnos,

conocimos sus juegos. Ya tengo escrito un

proyecto sobre los 150 juegos tradicionales,

de apoyo a los maestros también, porque

ése es el objetivo principal.

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Foto: Gentileza Academia Nacional de Cultura

Tradicional Margot Loyola.