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Revista de Educación Nº 374

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CONVIVENCIA

EL SUEÑO DE JÓVENES Y

POBLADORES

Casa Azul es resultado del esfuerzo

constante de una comunidad. A mediados

de la década de los 80, el consumo de

neoprén causó serios problemas en el

sector y ya en ese entonces un grupo de

jóvenes voluntarios recorría las calles

en un empeño por rehabilitar. Luego, la

expansión de la pasta base complicaría

más la situación.

El problema se escapaba de las manos.

Por esa razón, el profesor Carlos Mellado y

otros vecinos se empezaron a reunir en una

vieja casa azul, que estaba a punto de ser

convertida en parroquia por la comunidad

cristiana Lo Ovalle, dueña de la propiedad.

Todas las tardes, de 15:00 a 18:00, abrían

sus puertas y hacían trabajo preventivo con

talleres manuales y recreativos y les daban

apoyo afectivo.

“Elacentosepusoenlaprevención,seacogía

a los niños y sus familias fundamentalmente

para que no estuvieran solos en sus casas,

ni en las esquinas consumiendo drogas,

relata Samuel Vázquez. Pero muy pronto

surgió una necesidad muy concreta

dentro de la comunidad: dar respuesta a

la escolaridad de los niños. Algunos habían

sido expulsados de sus escuelas, situación

que se venía dando desde hacía mucho

tiempo, o tenían problemas familiares y no

asistían a clases”.

Un dato ilustrativo: en 1992, un 80% de los

jóvenes que asistían a las actividades de la

Casa Azul estaban fuera del sistema regular

de educación.

En ese contexto nació el “Centro de

Educación y Desarrollo Poblacional Casa

Azul”, una organización comunitaria con

personalidad jurídica, que rápidamente se

puso a trabajar para convertirse en una

escuela. En marzo del 93 iniciaron las

clases, con niveles integrados (primero-

segundo, tercero-cuarto, quinto-sexto) y a

fines de ese año obtuvo el reconocimiento

oficial del Ministerio de Educación como

“Escuela Básica Particular Gratuita 1508

Casa Azul”.

A partir de ese momento, se amplía a 10

horas el tiempo de acogida de los niños

y la propuesta educativa se enriqueció,

uniendo los planes de estudio oficiales

con una batería de talleres de electricidad,

tapicería, secretariado y dactilografía. Con

el tiempo, la meta fue más ambiciosa, que

los alumnos egresaran de cuarto medio, lo

que implicó un vuelco en su currículum y

en los talleres que se vincularon al mundo

del arte y la expresión.

TALLERES

MULTIDISCIPLINARIOS

Finalmente, en 2006 se creó la Organización

NoGubernamental (ONG) deDesarrollo Casa

Azul, que desde entonces es sostenedora de

esta escuela.

El propósito de entregar una educación

gratuita y de calidad ha dado frutos. La

mayoría de sus estudiantes, que egresan

de octavo básico, pasan y terminan la

enseñanzamedia, ya sea en el área científico

humanista o técnico-profesional. Algunos

ingresan a establecimientos exigentes

como el Liceo de Aplicación. “Un grupo

importante, que ya en la enseñanza básica

reconocemos como futuros profesionales,

llega a la universidad. Una de nuestras

exalumnas está en cuarto año de Derecho,

otros estudian Educación Física, Prevención

de Riesgos. Pero lo que es común a todos

es que constituyen buenas familias y son

personas activas en sus comunidades”,

cuenta el director.

Los talleres también son un buen punto de

encuentro. A los que ya existían (de danza,

pintura, teatro y deportes), se han sumado

en los últimos años otros de batucada,

violín, serigrafía, folclore y hip hop.

El taller del huerto es el que reúne a más

alumnos interesados, con asistencia de

prekínder a octavo básico. Allí aprenden a

trabajar la tierra. Descubren cómo sembrar

zapallos, tomillos, arvejas, choclos, lechugas

de cuatro especies distintas, coliflor, brócoli,

ciboulette, porotos, berenjenas, acelgas.

Patricio Vivanco, profesor a cargo, cuenta

que el huerto se financia con la autogestión

y el trabajo comunitario. “La escuela paga

el agua y a mí como profesor, pero para lo

demás se ha requerido de los apoderados

y de la comunidad educativa, quienes han

llegado a picar la tierra, a plantar (…) Se ha

generado así un apego importante con los

profesores, que al principio estaban reacios,

pero han ido cambiando su percepción al ver

los resultados de aprendizaje en los niños”.

Y agrega, orgulloso: “Este taller pasó a ser

una cátedra en la malla curricular, está

completamente vinculado al currículum”.

Por ejemplo, al construir cajoneras para

plantar, los alumnos tienen que medir

distintas piezas y aprenden de ángulos y

otros conceptos matemáticos. También, en

una mesa grande que tienen en el huerto,

con un hilo y un clavo, hacen circunferencias

de distintos tamaños. La definición de

circunferencia y palabras como diámetro,

radio y cuerda empiezan a cobrar sentido

para ellos.

Foto: Gentileza Casa Azul.