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PROTAGONISTAS

Revista de Eduación Nº 374

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Ya en 1985, cuando entró a estudiar

arquitectura a la Pontificia Universidad

Católica (PUC), Alejandro Aravena sabíamuy

bien que tenía que ser el mejor. No solo

por un afán de superación y autoexigencia

que, por cierto, existía. También porque

debía ganar la beca de mejor estudiante

de la generación para pagar parte de la

mensualidad. Si no lo hacía, llegar a fin de

mes hubiera resultado complicado. Se ganó

la beca durante toda la carrera.

De sus años en la PUC, uno de sus profesores

fue el arquitecto y docente Fernando Pérez

Oyarzún, quien le hizo clases en dos ramos

de primer año: Taller 1 e Introducción a

la Arquitectura. “El Taller es siempre

considerado el ramo más fuerte de la

carrera, requiere de esfuerzo, e Introducción

a la Arquitectura es como la vertiente

teórica del Taller. Él tuvo que sufrirme como

su primer profesor (…) Alejandro no era un

alumno cualquiera. Siempre se destacó,

tanto dentro de la clase como fuera de

ella. Junto con ser muy dotado, era muy

responsable y trabajador, fue uno de los

líderes de su generación”, afirma.

¿En qué se notaba ese liderazgo? En primer

lugar, quienes lo conocieron coinciden en

que tenía ideas y opinión, era capaz de

juzgar a un profesor, estimar si un ramo

era bueno o malo. Y, segundo, tenía una

notable capacidad para expresar sus ideas

públicamente y a través de ello conseguir

que otros lo siguieran. “Eso es lo que

finalmente caracteriza a un líder, que otros

lo sigan, que otros se convenzan. Creo que

esa capacidad de Alejandro ha sido muy

importante en toda su trayectoria”, señala

Pérez.

Recuerda que él llegó a ser su ayudante

junto con JoséQuintanilla y Sandra Iturriaga.

“Introducción a la Arquitectura alcanzó

con ese equipo un grado de claridad y

de coherencia importante (…) Ésa fue la

razón por la cual años después, cuando

ya no era mi ayudante, José Quintanilla,

Alejandro y yo hicimos un libro que ha sido

relativamente conocido en la enseñanza

de la arquitectura, se llama “Los Hechos

de la Arquitectura”, publicado en 1999 y

reeditado dos veces”.

Al preguntarle a Fernando Pérez cuánto

influyó en Alejandro la formación que

recibió en la PUC, él señala que obviamente

influyó, pero reconoce que es complicado

abordar este tema cuando se está tan

involucrado; él no solo fue su profesor,

también fue Director de la Escuela de

Arquitectura entre 1987 y 1990, y Decano

de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes

entre 1990 y 2000.

“Lo que podría decir es que los cursos en

los que fue mi estudiante o ayudante, y

las labores que me tocó presidir como

directivo, se dan en un momento en que

hicimos un esfuerzo muy importante para

dotar a la Escuela de una calidad que fuera

coherente con su gran tradición y que no se

limitara simplemente a lo local, que tuviera

una dimensión internacional, afirma. La

gran satisfacción es que hubo, y me refiero

no solo a Alejandro, un grupo de arquitectos

notables que recibió ese mensaje, fue

capaz de encarnarlo y mejorarlo. Lo mejor

que le puede ocurrir a un profesor no es

simplemente que alguien aprenda lo que

uno le enseñó, sino que con lo que uno le

enseñó haga mucho más. Creo que eso es

parte de Alejandro y de su generación”.

ALEJANDRO TIENE UNA

RESISTENCIA ENORME

Una muestra del carácter tenaz y

perseverante de este arquitecto que ha

contribuido a que llegara tan lejos, se

grafica muy bien en un episodio que relató

él mismo a la Revista “El Sábado” (16 de

enero de 2016). Mientras estaba en tercer

año de arquitectura, trabajó con algunos

compañeros en un proyecto y lo presentó a

la Bienal de Arquitectura. Obtuvo el primer

lugar, a pesar de que poco antes un profesor

encontró que lo que habían hecho era una

estupidez y les puso un 4,0 de nota final

solo para no echarles a perder el promedio.

“¡Por suerte no fui yo!, exclama Fernando

Pérez. Pero eso demuestra algo: es

importante lo que uno aprende, pero

también el carácter para poder sostener

las convicciones. Muchas veces uno

como profesor pisa ese carácter de los

estudiantes al imponerles una opinión

que no necesariamente es tan objetiva. A

Alejandro eso no es fácil hacérselo porque

él tiene una resistencia enorme, pero otros

no tienen la misma resistencia. Un profesor

tiene el enorme desafío de poder ver ideas

que están emergiendo”.

La formación de Alejandro no se redujo solo

a la PUC. Él realizó un intercambio a

EE.UU.

cuando estaba en la mitad de la carrera y

luego hizo un posgrado en Venecia, donde

tuvo como profesor al famoso arquitecto

italianoManfredo Tafuri (fallecido en 1994).

Además, viajó a Italia a medir y dibujar los

templos griegos de la “Magna Grecia”, de

las colonias griegas en Italia, y publicó un

libro que se llamó: “Del Magno Templo

Griego”.

“Lo que quiero decir es que detrás de alguien

que ahora está dedicado al ámbito público,

a la vivienda social, hay una formación muy

sólida que es simultáneamente teórica,

histórica, documental, destaca Fernando

Pérez. Se nutrió de un buen momento de

la Escuela y también de otras escuelas del

mundo. Y de su propia formación, porque uno

también se forma solo, él fue a estudiar solo,

investigó por cuenta propia (…) Eso significa

que su formación no quedó confinada a lo

que uno fue capaz de transmitirle cuando

era un estudiante”, agrega.

NUEVOS MODOS DE HACER

DOCENCIA

La excelencia del trabajo de Alejandro

Aravena –que se observa en obras como la

Facultad de Matemáticas de la PUC (1999),

ampliamente aplaudida– no solo se reduce

al campo de la arquitectura. Exalumnos

suyos lo recuerdan también como un

profesor extraordinario, con una capacidad

notable de entusiasmarlos y muy creativo.

De hecho, Alejandro enseñó por varios

años Introducción a la Arquitectura y

en ese ramo inventó un ejercicio que ha

permanecido como algo tradicional en la

Escuela, que consiste en la idea de trazar

edificios 1 a 1, o sea, de su tamaño real.

FORMACIÓN EN LA PUC