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MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Patricio Rebolledo, docente del Colegio Preciosa Sangre de Purranque,

hace rato que rompió los límites de la sala de clases, al aplicar su

particular y efectivo método para enseñarles música a niños de enseñanza

básica y media. Hoy incluso ha expandido sus logros, compartiendo su

trabajo con otros docentes en las redes sociales y subiendo videos a

Youtube con las interpretaciones musicales de sus estudiantes.

Al poner más atención se alcanza a

distinguir lo que cantan: “Una casa en

el árbol, donde tenga mis dibujos y mis

historias…”, dice una de las letras. Luego

se reconocen notas y acordes de ritmos

de la generación de los 80-90, como esa

canción inolvidable de Soda Stereo “…de

aquel amor…de música ligeraaaaa…” o “…

vaharadas de amor, y mi coro dice pa pa

pa…” de Los Prisioneros.

En Purranque y los alrededores, Patricio

Rebolledo y sus discípulos empiezan a

convertirse en leyenda.

El profesor de música del Colegio

Preciosa Sangre llega todos los días

dispuesto a enseñarles a sus alumnos

a amar la música. Para ello los motiva

refrescando el repertorio, haciendo que

los estudiantes entren en la materia

inspirados en afamados grupos de

distintas tendencias musicales y de

origen nacional e internacional. Por

ello terminan invadiendo la atmósfera

escolar con temas de Los Prisioneros,

The Beatles, Los Tres, Víctor Jara, Violeta

Parra.

En la sala se observa que, más que una

clase tradicional de música, parecen

haber formado una verdadera orquesta.

Niñas y niños dejan sus cuadernos y

los reemplazan por xilófonos, guitarras,

batería y flautas. Se ven concentrados

y felices.

Patricio Rebolledo es un profesor que

lleva 17 años enseñando música de

esa manera, es decir, dedicado y con

pasión. Él intenta dar un nuevo sentido

a la forma de enseñar y de transmitir la

música en a los niños y jóvenes, tanto en

la educación formal como en los talleres

extra programáticos que dicta fuera de

las aulas.

El método que aplica es simple y

consiste básicamente en ser inclusivo

y participativo, según explica. “Trato

de que todas las clases sean prácticas.

Voy mezclando los gustos que tienen

los jóvenes con lo que piden planes

y programas del ministerio. Intento

renovar el repertorio de canciones

sugeridas, pero cumplir siempre con

los objetivos que son parte del sistema.

La idea es que nadie quede afuera, que

todos participen, que mis clases sean

eminentemente prácticas, con poca

teoría”, sostiene.

Según cuenta, les exige a los alumnos y

alumnas apropiarse de un instrumento

musical y, en el plazo de tres semanas,

aprender los acordes de grupos elegidos

como referentes por su excelencia

artística, su contenido valórico y su

atractivo. Estos van desde Soda Stereo,

Queen, Nirvana y Pink Floyd, pasando

por clásicos chilenos, hasta conjuntos

folclóricos afamados como Inti Illimani,

Los Jaivas y otros.

La metodología ya exhibe logros.

Cuando comenzó con el proyecto, hace

siete años, el colegio tenía solo cuatro

guitarras. Hoy cuentan con 15 millones

de pesos en instrumentos variados,

de modo que cada alumno tiene la

oportunidad de aprender a tocar

alguno y de paso divertirse haciéndolo.

“Eso para mí es lo fundamental, más

que la evaluación, quiero que pasen

un buen rato, que la música les cale

hondo”, comenta el docente.

Y agrega que cuando era niño, su

forma de socializar con las personas

era a través del arte musical. Al

tiempo confiesa que siempre pensó

en convertirse en aquel profesor ideal,

ese que soñó tener cuando iba al

colegio. “Es ahí donde trato de hacer la

diferencia, muchos colegas se quedan

con la manera antigua de enseñar,

en cuanto al repertorio y la forma

de transmitir los conocimientos de

música. Yo recurro al mismo repertorio

que mis alumnos usan, lógicamente

con textos y letras que resaltan los

valores humanos. Entregarles eso para

mí es el mejor regalo”.