45
Revista de Educación •
Cultura
E
n el Antiguo Egipto, siglo V a.C, cuando se prac-
ticaba la momificación sacaban parte del cerebro
por los orificios nasales con un gancho de hierro,
pero solo para desecharlo, porque pensaban que no ser-
vía en el “más allá”. Sin embargo, pese a ello, fueron los
egipcios los primeros en describir la corteza cerebral. Ésta
se encuentra escrita en el Edwin Smith Surgical Papyrus
del año 1600 a.C. (aunque se cree que es copia de uno
del 3000 a.C). Allí se da cuenta al detalle de varios casos
de pacientes y sus tormentos, por ejemplo, un hombre
con un agujero en la cabeza deja a la vista los pliegues y
las “arrugas” de su cerebro, además del fluido cerebroes-
pinal, sufre pérdida de lenguaje, temblores excesivos y
convulsiones, según describe el autor. Llama la atención
que este papiro sea de carácter objetivo y científico y ca-
rente de oraciones, conjuros y prescripciones fantasiosas
como la mayoría de los reportes médicos de esa época,
que estaban llenos de magia y misticismo. Por eso repre-
senta el inicio del gran camino de la exploración médica
del cerebro humano.
Los paleontólogos han descubierto que los egipcios
se destacan por ser pioneros en la técnica de la trepana-
ción. Ésta era una intervención quirúrgica usada desde
tiempos remotos por muchas culturas en casos de trauma-
tismos craneoencefálicos (TCE), epilepsias, migrañas y di-
versos trastornos neurológicos, aunque se hacían con fines
mágicos como parte de un ritual, también se sabe que pre-
tendían aliviar la presión del cerebro causada por fracturas
o drenar hematomas. Consistía en retirar parte del hueso
craneal mediante un instrumento llamado trépano (perfora-
dor) e introducir pinzas y escudriñar en la masa encefálica,
retirar tejido necrosado, esquirlas óseas u otros. Pero tam-
bién tenía la finalidad de “dar salida a entes nocivos que el
paciente alojaba en el cuerpo por algún maleficio”. Se han
hallado cráneos trepanados con más de un orificio, lo que
indica que muchos sobrevivían a esas operaciones.
En la Antigua Grecia y en Roma se hacían las trepana-
ciones con fines médicos, para el tratamiento de convul-
siones, principalmente de origen traumático. Hipócrates
de Cos (460-370 a.C.) escribió el tratado “Sobre heridas en
la cabeza”, ahí proponía una clasificación de las fracturas
craneales e indicaba en cuáles podría estar indicada la
trepanación. En esa época, en la Grecia helénica, también
se debatía sobre qué órgano, si el cerebro o el corazón,
alberga el pensamiento. Alcmeón de Crotona, médico
griego del siglo V a.C., es el primero en defender que el
cerebro es el origen del pensamiento y de las sensaciones.
Un siglo después, Aristóteles sigue sosteniendo que el
cerebro sirve para enfriar la sangre sobrecalentada por el
corazón, que es donde se aloja el intelecto.
Paralelamente, al otro lado del mundo, en América del
Sur, las civilizaciones preincas (2000 a.C.) también usan la
trepanación para curar enfermedades como la epilepsia
o la migraña. A medio camino entre la cirugía y la magia,
esta práctica estuvo muy extendida. Se dice que los incas,
además de excelentes ingenieros y astrónomos, eran ex-
pertos en el campo de la medicina y usaban técnicas alta-
mente precisas. No tenían anestesia ni antibióticos, pero
sí poseían gran conocimiento de plantas medicinales. “La
coca era una de estas plantas y también recogían tabaco
salvaje que, junto con la cerveza de maíz, les servían para
aliviar algo el dolor”, además usaban bálsamos y saponinos
(compuestos naturales para reducir el colesterol), señala un
registro de la doctora Valerie Andrushko en una de sus in-
vestigaciones junto a su equipo en la zona andina del Perú.
Trepanación, como lo describe Hans von Gersdorff en Feldbuch der Wun-
dartzney (1517). Foto: Dominio Público.




