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Revista de Educación •

Cultura

E

n el Antiguo Egipto, siglo V a.C, cuando se prac-

ticaba la momificación sacaban parte del cerebro

por los orificios nasales con un gancho de hierro,

pero solo para desecharlo, porque pensaban que no ser-

vía en el “más allá”. Sin embargo, pese a ello, fueron los

egipcios los primeros en describir la corteza cerebral. Ésta

se encuentra escrita en el Edwin Smith Surgical Papyrus

del año 1600 a.C. (aunque se cree que es copia de uno

del 3000 a.C). Allí se da cuenta al detalle de varios casos

de pacientes y sus tormentos, por ejemplo, un hombre

con un agujero en la cabeza deja a la vista los pliegues y

las “arrugas” de su cerebro, además del fluido cerebroes-

pinal, sufre pérdida de lenguaje, temblores excesivos y

convulsiones, según describe el autor. Llama la atención

que este papiro sea de carácter objetivo y científico y ca-

rente de oraciones, conjuros y prescripciones fantasiosas

como la mayoría de los reportes médicos de esa época,

que estaban llenos de magia y misticismo. Por eso repre-

senta el inicio del gran camino de la exploración médica

del cerebro humano.

Los paleontólogos han descubierto que los egipcios

se destacan por ser pioneros en la técnica de la trepana-

ción. Ésta era una intervención quirúrgica usada desde

tiempos remotos por muchas culturas en casos de trauma-

tismos craneoencefálicos (TCE), epilepsias, migrañas y di-

versos trastornos neurológicos, aunque se hacían con fines

mágicos como parte de un ritual, también se sabe que pre-

tendían aliviar la presión del cerebro causada por fracturas

o drenar hematomas. Consistía en retirar parte del hueso

craneal mediante un instrumento llamado trépano (perfora-

dor) e introducir pinzas y escudriñar en la masa encefálica,

retirar tejido necrosado, esquirlas óseas u otros. Pero tam-

bién tenía la finalidad de “dar salida a entes nocivos que el

paciente alojaba en el cuerpo por algún maleficio”. Se han

hallado cráneos trepanados con más de un orificio, lo que

indica que muchos sobrevivían a esas operaciones.

En la Antigua Grecia y en Roma se hacían las trepana-

ciones con fines médicos, para el tratamiento de convul-

siones, principalmente de origen traumático. Hipócrates

de Cos (460-370 a.C.) escribió el tratado “Sobre heridas en

la cabeza”, ahí proponía una clasificación de las fracturas

craneales e indicaba en cuáles podría estar indicada la

trepanación. En esa época, en la Grecia helénica, también

se debatía sobre qué órgano, si el cerebro o el corazón,

alberga el pensamiento. Alcmeón de Crotona, médico

griego del siglo V a.C., es el primero en defender que el

cerebro es el origen del pensamiento y de las sensaciones.

Un siglo después, Aristóteles sigue sosteniendo que el

cerebro sirve para enfriar la sangre sobrecalentada por el

corazón, que es donde se aloja el intelecto.

Paralelamente, al otro lado del mundo, en América del

Sur, las civilizaciones preincas (2000 a.C.) también usan la

trepanación para curar enfermedades como la epilepsia

o la migraña. A medio camino entre la cirugía y la magia,

esta práctica estuvo muy extendida. Se dice que los incas,

además de excelentes ingenieros y astrónomos, eran ex-

pertos en el campo de la medicina y usaban técnicas alta-

mente precisas. No tenían anestesia ni antibióticos, pero

sí poseían gran conocimiento de plantas medicinales. “La

coca era una de estas plantas y también recogían tabaco

salvaje que, junto con la cerveza de maíz, les servían para

aliviar algo el dolor”, además usaban bálsamos y saponinos

(compuestos naturales para reducir el colesterol), señala un

registro de la doctora Valerie Andrushko en una de sus in-

vestigaciones junto a su equipo en la zona andina del Perú.

Trepanación, como lo describe Hans von Gersdorff en Feldbuch der Wun-

dartzney (1517). Foto: Dominio Público.