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Revista de Educación Nº 384
CULTURA
JB:
Creo que los cuentos son inherentes a la vida de los niños. Estoy convencida que la
mitología de las hadas viene como algo fundamental de las raíces humanas. Sin ir más
lejos, mi cuento más vendido, “La paz encantada 02:34”, trata de una madre que tiene
tres hijos insoportables, se portaban pésimo y ella se empieza a achicar hasta convertirse
en una pasa. Aparece pronto una madrastra y los niños tienen a su mamá metida en
una caja de fósforos, al final los chicos rompen en llanto y esas lágrimas inflan la pasa y
ellos vuelven a tener a su mamá. Lo que quiero decir con este ejemplo es que los niños
tienen incorporado lo fantástico, el mundo imaginario es parte de su cotidiano, de allí
que el cuento juega un rol importante, los hace volver a las raíces. Y estoy plenamente
de acuerdo con Ana María que los cuentos no deben tener como objetivo enseñar, lo que
puedan aprender viene por si solo.
¿Creen ustedes que es importante apelar a la sensibilidad de
los niños a través de los cuentos? ¿Por qué?
AMG:
¡Es que una buena historia tiene que estar escrita desde la sensibilidad del escritor!
Mi sensibilidad se enfrentará a la del niño, creará complicidad y seguiremos por el mismo
camino. Hay que lograr la significación, o sea, hacer que el niño sienta que ese libro fue
escrito para él, que se sienta identificado. La literatura infantil es difícil porque hay que
llevar la bandera al tope en la narrativa infantil. Por otro lado, es indispensable entretener,
pero con calidad, sin olvidar jamás que escribimos para un lector inteligente al que no le
pasan gato por liebre. Por lo tanto las ñoñerías se van a la basura.
JB:
Hay que captar la atención de ellos para que entren en la lectura que es un mundo
absolutamente silencioso y que te transporta no solo a leer, muchas veces también a
escribir. Yo he hecho muchos talleres para niños y la sensibilidad la tienen a flor de piel, es
cuestión de abrir un poquito la llave y empezará a salir todo el sentimiento y la creatividad,
eso lo logra una buena historia, un buen cuento. Y, como dice Ana María, la clave es la
complicidad entre escritor y lector.
¿Sienten que imponer libros bajo una nota o calificación en
el colegio puede afectar la relación de los estudiantes con la
lectura?
AMG:
Imponer una calificación a un libro es como ponerle nota a una puesta de sol. Si me
piden eso, prefiero no mirar el sol esconderse porque me puedo equivocar al describirlo.
El libro conversa, con el libro se juega, el libro debe ser un amigo, no un enemigo. ¿Cómo
vamos a atraer a los lectores si los estamos asustando con la posibilidad de un rojo? Hay
muchas maneras de probar si un libro es leído. Pero calificarlos con una nota es la única
que no debería existir.
JB:
Opino exactamente igual, la nota infunde miedo y con miedo no se aprende ni se
disfruta. La lectura no debe ser una obligación, porque la obligación siempre es una tarea,
infundir amor por la lectura va por otro lado, puede ser presentar una gama distinta de
libros (unos doce) y que los niños vayan eligiendo a su gusto para leer durante el año,
seguro encontrará más de uno que le encante.
Por último ¿Qué libro infantil ustedes recomiendan que sea
leído al menos una vez en la vida?
AMG:
“El gigante egoísta” de Oscar Wilde. Ese cuento es uno de los pocos en la literatura
en que el antihéroe se transforma en héroe.
JB:
Para mi un imperdible es “El Principito”, lo encuentro total, es para leerlo en varias
etapas de la vida.
“EL ARTE DE NARRAR PARECE
INHERENTE A NUESTRA
CONDICIÓN HUMANA DESDE
QUE COMENZAMOS A
COMUNICARNOS POR MEDIO
DEL HABLA”
Jacqueline Balcells
Ana María Güiraldes
Juan José Prat Ferrer, investigador español, en su
trabajo “Historia del cuento tradicional” (2013).