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REVISTA DE EDUCACIÓN /

zona pedagógica

Los logros que están obteniendo estas

alumnas no serían posibles sin el soporte

pedagógico y emocional de profesoras

como Claudia Carolina Soto y Francisca

Seguel, mentoras de la sede Villa Valle

Verde, de Maipú.

Aunque Claudia es psicopedagoga,

ingresó al plan para enseñar Lenguaje. “Si

tuviera que expresar en pocas palabras

lo que se siente, lo resumo en una sola:

emoción”, dice.

Y explica la simpleza y efectividad de

su método: “Tomo la información que

viene poco codificada y trato de hacerla

más sutil para las alumnas. Trabajo con

ellas desde la experiencia de vida que

traen. Mi misión es explorar sus caminos,

descubrirlos y tomar el conocimiento

técnico que las alumnas tienen, me

apropio de ese bagaje cultural que

es rico explotar y desde allí hago mis

clases”.

Un ejemplo de ello: les pidió que

elaboraran una maqueta del sector. Ellas

identificaron el entorno en donde se

desenvuelven a diario, usando cajas de

cartón y papel de envolver, replicaron tal

cual el hospital, el retén de carabineros,

el cuartel de bomberos, el paradero de

micros.

Para Claudia también es gratificante

ver que sus alumnas se interesan por

aprender, que no se quedan ahí, que

exigen más tareas, y que van mejorando

en cuanto a su personalidad.

“Al principio llegaron muy tímidas,

pero ahora no les temen a sus dudas.

Les decimos que acá nadie va a ser

ridiculizado por formular una pregunta,

al contrario, tienen que hacerla, es la

única manera de que puedan avanzar”,

agrega.

Por su parte, Francisca Seguel les enseña

Lenguaje y Matemáticas. Está trabajando

en esto desde el año 2008 y dice que es

una experiencia estimulante.

“Al trabajar con adultos quien más

aprende es uno, porque ya tienen un

modelo de vida, de cómo enfrentar

las distintas situaciones del día a día.

Traen –como bien decía mi compañera-

un bagaje cultural muy rico, y esas

cosas hay que tomarlas, fortalecerlas y

trabajarlas. Desde ahí hay que enseñar”,

asegura.

“Nunca me voy a olvidar de mis

estudiantes de 2008, que ahora están

cursando enseñanza media. Donde voy,

ellos van conmigo. No se los deja de

lado, seguimos apoyándolos. La idea es

que ellos puedan terminar la media y

seguir con un oficio o profesión. Este es

el pie inicial. Para mí es una bendición y

un privilegio enseñarles”.

Las Matemáticas suelen ser para algunos

una materia muy difícil, pero cuenta

Francisca: “Tengo la suerte de que todos

mis alumnos son comerciantes y se

desenvuelven muy bien con los números.

Todo el cálculo lo han hecho siempre

mentalmente, son tan hábiles que eso

me complica cuando quiero que lleven

ese cálculo al papel”.

Lo que más destaca esta tutora del

plan es el sentimiento que le produce

observar los logros de sus estudiantes.

“Me alegra tanto cuando aprenden

a escribir sus nombres, cuando son

capaces de leer frases. Se me llena el

corazón. Es lejos la experiencia más

gratificante que he tenido en la vida”.

Tanto Claudia como Francisca

concuerdan en que este programa debe

continuar, atendiendo al considerable

índice de analfabetos funcionales que

delatan las cifras en nuestro país. “El

objetivo es lograr que a través de

este plan todos sean alfabetizados,

que terminen su escolaridad y ojalá

continúen sus estudios”, concluyen.

Las tutoras

y su experiencia de enseñar