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Revista de Educación Nº 383
En el Instituto partió como profesor de
biología, luego estableció sus horas en
química, donde decidió partir con el taller
de la especialidad. Posterior a eso, solicitó
al establecimiento respaldo para formar
la primera academia de ciencias dentro
del recinto. Aunque no contaba con un
laboratorio, se las ingenió para llevar a
cabo su idea.
A pesar de ser profesor de enseñanza
media, se dio cuenta que tenía excelente
llegada con los cursos pequeños. A raíz
de esto, solicitó a la dirección del colegio,
horas de clases en 3° y 4° básico para
profundizar los contenidos de ciencias.
Según sus propias palabras, esas horas de
clases marcaron su vida como docente,
pues se había planteado el desafío de que
los niños no le hablarían de “el bichito” o de
“la plantita” al referirse a la naturaleza, sino
que ellos establecieran una alfabetización
científica.
Así fue detectando en sus pequeños
discípulos el encanto por las ciencias, “Yo no
necesito que obtengan las mejores notas
en la asignatura para que sean parte de
la academia, me interesa que sean niños
motivados por aprender”, señala.
Foto: Gentileza Fredy Segura Albornoz.