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Cultura

Rostros femeninos de la educación chilena

El Chile republicano en sus inicios tuvo como protagonistas a las mujeres y el empuje que dieron a la escuela como institución fundamental para el desarrollo de la nación. Poco a poco, los liderazgos femeninos se abrieron paso en las distintas esferas de la vida social y cultural del país. En esta crónica destacamos a algunas mujeres de ayer y de hoy, verdaderas heroínas del mundo de la educación.

En países de todos los continentes, marzo ha sido instalado como el mes de las mujeres en memoria del día 8M, “Día Internacional de la Mujer”, establecido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), en conmemoración de la lucha de las mujeres por la dignidad,  la participación e igualdad  en la sociedad y en su desarrollo integral como personas.

La Revista de Educación ha querido relevar a aquellas mujeres que han contribuido de forma muy marcada en la educación. Desde los albores de la República, a partir de la independencia, emergen mujeres que empiezan a impulsar la escuela como institución fundamental para el desarrollo de su gente y de la nación.

En todos los ámbitos educativos están los liderazgos femeninos abriéndose paso. Aparecen en la pedagogía misma, pero también en las ciencias, las artes, la psicología, la astronomía, las ciencias sociales, la música, el deporte, la tecnología y otras materias ligadas a la enseñanza y a la cultura. Son figuras esenciales para fortalecer los procesos en las aulas y, también, modelos a seguir por los niños, las niñas, los jóvenes y fuente de inspiración de los adultos.

Interés masivo por convertirse en preceptoras

A fines del siglo XIX, y principios del siglo XX, tal como se señala en el libro “Improntas de Mujer en la Educación” de María Isabel Orellana, todavía en Chile la educación preparaba a los hombres para ser “buenos ciudadanos y disciplinados trabajadores”, sin embargo, a las mujeres sólo se las consideraba para labores domésticas, por lo tanto, se les entregaban conocimientos básicos para desenvolverse como esposas, madres y “abnegadas dueñas de casa”, que aportaran a la economía del hogar mediante el ahorro y el buen uso de los recursos familiares. Y esto valía tanto para las mujeres de las élites como las de clases populares.

No obstante, en algún momento se da inicio a la llamada “feminización del preceptorado”, es decir, la profesión docente empieza a verse como una fuente de trabajo adecuada para niñas y jóvenes con necesidades de trabajar. Esto también tuvo el impulso desde el mundo político, ya que se pensaba que las mujeres podrían trabajar por salarios menores que los varones, lo que permitía enfrentar tanto los costos de una educación primaria masiva para el pueblo como la falta de interés de los varones para ejercer esta profesión.

La formación que recibían las postulantes para convertirse en profesoras estaba basada en el modelo educativo alemán, que ponía énfasis en la aplicación de conocimientos aportados por la psicología y la teoría de la educación para despertar las facultades del alumnado femenino que, por lo general, se trataba de niñas de origen humilde para quienes la labor docente era una buena alternativa para percibir ingresos, muy necesarios en sus hogares.

Las palabras de bienvenida de Teresa Adametz, directora de la Escuela Normal de Preceptoras N°1, en la inauguración del nuevo recinto en calle Compañía 3150 (1886), son elocuentes: “No olviden jamás, hijas mías, las modestas habitaciones en las cuales han nacido, ni los lugares humildes en los cuales la mayor parte de ustedes irán luego a pasar su vida. No olviden todo lo que se les proporciona aquí: casa, alimento, educación, es un préstamo que ustedes reciben de sus conciudadanos y que sólo pueden pagar semejante deuda haciendo lo que de ustedes se espera: primero, buenas  alumnas de esta escuela y después buenas maestras del pueblo”.

Esta forma de entender la educación femenina perduró hasta las últimas décadas del siglo XIX, época en que las mujeres empiezan a incorporarse de forma paulatina a la educación universitaria. Así, durante el siglo XX, los sectores femeninos alcanzan cada vez mayor protagonismo tanto en la vida civil como en lo público, iniciando su participación masiva en otras áreas de la esfera social, como la política y la educación científica. Y el siglo XXI entra con todos sus cambios: nuevas tecnologías aplicadas a la educación, múltiples reformas, cambios curriculares, aulas multimediales, ampliación y cambios en educación superior; y ellas siempre en acción.

Reseñas a grandes mujeres de ayer (Leopoldina Maluschka, Antonia Tarragó, Isabel Le Brun, Eloísa Díaz) y de hoy (Amanda Céspedes, María Teresa Ruiz y Victoria Peralta) en: Revista de Educación N° 412.

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