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RHONDA BONDIE: “La inclusión es el arte de entregar enseñanza”

Durante el IV Seminario de Inclusión y Diferenciación, organizado por Fundación Educacional Seminarium, la profesora Rhonda Bondie de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, miembro del Proyecto Zero Classroom desde el 2006 y una de las autoras del libro “Instrucción Diferenciada Hecha Práctica”, publicación que promueve la valoración y participación de “todos” en las salas de clase, habla de lo crucial que es la inclusión en el aula y cómo trabajar para mantenerla.


Durante el IV Seminario de Inclusión y Diferenciación, organizado por Fundación Educacional Seminarium, la profesora Rhonda Bondie de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, miembro del Proyecto Zero Classroom desde el 2006 y una de las autoras del libro “Instrucción Diferenciada Hecha Práctica”, publicación que promueve la valoración y participación de “todos” en las salas de clase, habla de lo crucial que es la inclusión en el aula y cómo trabajar para mantenerla.

Rhonda Bondie, profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard y en particular del programa Harvard Teacher Fellows (HTF), a lo largo de su carrera se ha centrado en promover que todos los alumnos formen parte de aulas inclusivas y sean realmente valorados.

Pero, ¿qué se entiende por un aula inclusiva y qué metodología de trabajo exige eso a los profesores?

Ella explica que un aula inclusiva es más bien una cultura, una práctica diaria en donde todos los niños y adolescentes participan y están comprometidos con lo que se hace. “Se sienten valorados, están convencidos de que pueden ampliar sus conocimientos y disfrutan del proceso de aprendizaje mientras trabajan para cumplir sus objetivos -señala-. Me parece que todas las comunidades de aprendizaje deberían formularse la pregunta: ‘¿Qué les gustaría ver en un aula inclusiva?’ Y luego, pedir a las personas que hagan una lista con sus respuestas. Allí pueden anotar qué les gustaría ver en todas las salas, por ejemplo, que los alumnos disfruten entre ellos, que disfruten el aprendizaje, el avanzar e ir conquistando objetivos, entre otros. Una de las cosas que siempre aparece en esas listas es que los docentes adapten sus instrucciones, que las modifiquen, para asegurarse de que no haya alguien que esté quedando fuera de alguna tarea”.

Si hay algo que distingue a un aula inclusiva de una que no lo es, son los ajustes deliberados y precisos a las instrucciones, tanto en el área de la planificación como en la práctica, lo que probablemente no vemos en un aula tradicional.

Los profesores en un aula inclusiva, señala Bondie, “siempre están escuchando a sus alumnos antes de enseñar, porque sería imposible empezar la clase sin conocer la diversidad que los alumnos aportan al tema o materia que se tratará. También es muy frecuente encontrar una planificación en el calendario con ‘tiempos de práctica’, que son personalizados. Se asume que todos los estudiantes no necesitan practicar exactamente lo mismo. No todos tienen el mismo avance o ritmo de progreso, ni tampoco aprenden a la misma velocidad o poseen la misma base. Por lo tanto, tiene que existir un tiempo de práctica individual, en donde los alumnos trabajen en torno a diferentes objetivos, ocupando distintos materiales para practicar. Y recalco ‘practicar’, porque en ese tiempo no se entregan instrucciones, porque ya se dieron y aquí lo que se produce es la práctica. Esto se aprecia dentro de un aula inclusiva”.

Asimismo, la experta destaca que hay momentos en que algunos estudiantes van a necesitar más instrucciones y oportunidades extra de aprendizaje. Y eso exige gran agilidad mental de parte del docente para adaptar la metodología de trabajo a su grupo de estudiantes.

TRES HERRAMIENTAS PARA EL DOCENTE

1) Estructura de la actividad que se hará en la clase: Puede partir con una instrucción clara, la cual tiene que ser dada al inicio de la misma. Luego, se produce la rutina de aprendizaje, por ejemplo: una discusión libre, un período de aprendizaje individual y una rutina de aprendizaje grupal. Esta modalidad también la podemos emplear a partir de una pregunta, eso ayuda a los estudiantes a pensar, después pueden discutir libremente sus observaciones, anotarlas y comentarlas al grupo.

La estructura de la actividad puede variar, por ejemplo: conversar, pensar sobre el tema, anotar lo que les parezca relevante y finalmente compartirlo con los compañeros.

2) Opciones: Los alumnos pueden escribir o dibujar para responder una pregunta.

3) Ayudas: Si hay algo que los estudiantes no entienden, pueden acudir a una “mesa de ayuda”, donde encontrarán pistas para verificar sus respuestas. Otra acción en esta línea podría ser instalar una cartulina en la sala donde se indique claramente a los estudiantes los criterios de calidad que se exigirán en cada trabajo escolar.

Reportaje completo en: Revista de Educación N° 388.

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