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Revista de Educación •
En el aula
La profesora
que enseñó a leer
en la pandemia
El año pasado se destacó como una educadora pionera en el Plan “Leo
Primero”, y este año ha sido reconocida entre las “100 Mujeres Líderes”, por la
agrupación Mujeres Empresarias y el diario El Mercurio. Su vocación no tiene
límites, pues ni el Covid-19 le impidió continuar educando a sus alumnos de la
Escuela rural Santa Bernardita de Pedregal, en la Región de Coquimbo. Gracias
a las clases grabadas en su casa, sus estudiantes de 1° básico hoy ya saben leer.
Karla Pastén Tello
C
on la llegada del Coronavirus, las clases presen-
ciales se suspendieron en todos los estableci-
mientos del país. Bajo ese contexto tan excep-
cional, el equipo de educadores de la Escuela Santa
Bernardita se organizó y confeccionó guías y material de
apoyo, el cual se puso a disposición de los apoderados
en el establecimiento.
Al pasar los meses la pandemia se tornó más comple-
ja y ante la escasa conectividad que existe en Pedregal,
localidad ubicada en la Provincia del Limarí , Región de
Coquimbo, las profesoras reformularon todo el trabajo
de distribución y se coordinaron con las asistentes de la
educación, que en su mayoría son de la comunidad, para
repartir el material.
Cabe señalar, que la escuela multigrado Santa Bernardita
alberga a 116 alumnos, que van desde NT1 a 8° básico. El
establecimiento precordillerano se encuentra al interior de
Monte Patria, a unas 3 horas en bus de la ciudad de Coquim-
bo, donde actualmente reside la profesora Karla Pastén.
Debido a las distancias que la apartan de su escuela,
ella solía vivir de lunes a viernes en una casa junto a la
escuela, la que está disponible para toda la comunidad
educativa. Pero a causa de la pandemia ha tenido que
permanecer en Coquimbo, junto a su familia.
EDUCANDO EN EMERGENCIA SANITARIA
Para apoyar el trabajo que venía desarrollando con sus
colegas, la profesora Karla adaptó en su hogar de Co-
quimbo una pequeña sala, la que decoró con láminas de
cuentos junto a una pizarra y un escritorio.
En un año normal, enseñaba a 25 alumnos entre 1° y
2° básico, pues el colegio tiene modalidad de curso com-
binado. Ahora la situación era totalmente atípica, pues
solo se encontraba ella frente a su celular, el que perma-
nece en un pequeño trípode cerca de la ventana.
“Comencé grabando las clases a principios de abril
en mi casa. No fue fácil, porque se extraña la retroali-
mentación de mis estudiantes, sus preguntas y toda su
energía al responder”, comenta la educadora.
La profesora organiza sus lecciones con una semana
de anticipación, para darle tiempo suficiente al proceso
de edición. Por esto, graba lunes y martes y luego incor-
pora el audio y música si es necesario.
Una vez que están listas, con actividades incluidas, las
envía a través de dos grupos de
que se crearon
con los apoderados de 1° y 2° básico. Según señala Pastén,
“sin ellos mi trabajo quedaría incompleto, porque son los
padres o abuelos los que se encargan de guiar y de supervi-
sar de cerca el quehacer de los alumnos en sus casas”.