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Revista de Educación •
Conversando a fondo
niños acerca de hechos, ideas y emociones, pues con esa
conversación se va formando el lenguaje emocional.
Pero las emociones son un poquito tramposas. No
siempre son lo que son. En general, cuando uno está
enojado hay de base una frustración y lo que realmen-
te se tiene es pena. Pero a menudo la pena se expresa
como rabia. Y si alguien está rabioso, el otro no lo va a
acoger ni consolar, va a reaccionar a su rabia.
Aprender a reconocer que muchas veces cuando
estoy rabioso, no estoy enojado con mi mamá, sino que
estoy avergonzado porque un niño me molestó y que
cualquier cosa que me pase me va a desregular, es muy
importante. Cuando yo identifico las emociones voy un
paso adelante. Y eso les pasa también a los adultos.
Aprender palabras es útil. Yo siempre les enseño a
los niños en los grupos de desarrollo socioemocional
que algunos necesitan freno y otros acelerador. Los que
necesitan freno son los que se enojan mucho, no ven los
semáforos, chocan con frecuencia con la gente, etc. Los
que necesitan acelerador en general están encerrados
en su cueva, conversan poco, se expresan poco. En-
tonces jugamos a identificar quién necesita uno u otro,
y reflexionamos: ¿por qué necesitaría freno?, ¿por qué
necesitaría acelerador?
El lenguaje emocional ayuda a identificar, a expresar
y también a autoaceptarse. Además, cuando conoces las
emociones en ti mismo, comienzas a reconocer las emo-
ciones en los otros, y por lo tanto es más fácil empatizar
emocionalmente.
¿Qué pasa con los adolescentes respecto del aprendi-
zaje socioemocional?
Es un periodo particularmente difícil para los niños y
para nosotros, pero tiene algunos aspectos a considerar:
a los adolescentes les gusta la aventura, el desafío, están
más lejanos de sus padres, más cerca de sus pares. Creo
que la forma de trabajar es básicamente a través de gru-
pos sicoeducativos o grupos de intereses en que ellos se
encuentren. Un adolescente sin contención es un riesgo.
El concepto que los adultos tenemos que jugar aquí es el
de contención emocional, buscar cuáles son las paredes
que lo contienen.
Los grupos ayudan mucho. Tienen que crear grupos
de fútbol, de orquestas, de bandas, de teatro. Me acuer-
do de una directora maravillosa en Arica, de una escuela
super vulnerable, con muchos inmigrantes, que tenía 33
talleres. ¡33! Incluso tenía uno para las madres inmigran-
tes, en que bordaban y hablaban, en ese espacio.
Una vez fui a la Patagonia, al final del mundo, y
había un grupo de la tercera edad que se reunía en la
escuela. Escribían y leían cuentos, conversaban y toma-
ban mate. Me pareció maravilloso. Conversar hace bien.
“Siempre les enseño a los niños en los
grupos de desarrollo socioemocional que
algunos necesitan freno y otros acelerador.
Los que necesitan freno son los que se
enojan mucho, chocan con la gente, etc.
Los que necesitan acelerador se expresan
poco. Entonces, jugamos a identificar
quién necesita uno u otro, y reflexionamos:
¿por qué necesitaría freno?, ¿por qué
necesitaría acelerador?”.
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Conversando a fondo
Ayuda al encuentro, aumenta el lenguaje, la reflexión
de las ideas, la contención emocional, el apoyo mutuo.
Esto de establecer redes es muy relevante. Hay que ver
cuáles son las redes de nuestros hijos. Ahora los adoles-
centes andan por unas calles que nosotros no conoce-
mos. Antes de que apareciera la computación sabíamos
dónde andaban y nos tenían que dejar el teléfono de la
casa de la amiga o del amigo y ahí estaban. Ahora están
en cualquier parte y uno los llama al celular y dicen:
“estoy en la casa de la Juanita”. Tenemos que ponernos
más inteligentes, encontrarles más nichos ecológicos,
buscarles más alternativas, especialmente a aquellos que
están pasando por períodos críticos y que necesitan un
tutor de resiliencia, es decir, una persona significativa, y
eso puede hacer toda la diferencia en la trayectoria de
vida de un niño.
Finalmente, ¿cómo cambia el panorama socioemo-
cional en las relaciones en forma remota (online)?
¿Podemos también apoyar a los estudiantes con sus
vínculos?
Sí, podemos, básicamente diciéndoles cosas pre-
ciosas y enseñándoles a decir cosas preciosas de otro.
Escogiendo muy bien los libros que leen. La lectura en
general propone protagonistas muy resilientes y en ese
sentido todos los adolescentes en algún momento se
han identificado con algún personaje. Se les puede dar
listas de libros para que ellos escojan. Alguien podrá leer
“Futbolísimo”, otro “Harry Potter”, en fin. Que lean “Mi
planta de naranja lima”. También pueden ver una película
y conversarla.
Y si hay un compañero enfermo, hablar con los
adolescentes acerca de qué se les ocurriría a ellos para
acompañarlo y apoyarlo en este momento, lo mismo si se
le enfermó una persona en la familia o alguien murió.
Enseñar a expresar las emociones es esencial. Cuan-
do se expresan no es importante solo lo que se dice, sino
cómo se dice. La expresión no verbal, todo lo que es
la envoltura, es importante. Y los profesores tienen que
ver su propia envoltura, si es de personalidad muy fría o
amorosa con los niños. Yo sé que a todos nos importan,
pero tiene que notarse.
Hay que aplicar psicología positiva. Yo a los niños
también les enseño psicología positiva, les hablo de au-
toestima, qué pasa con la autoestima de los otros cuando
uno dice una pesadez, les muestro lo que es la escalada
simétrica de la agresión (cuando soy pesada con alguien,
ese alguien se pone más pesado/a conmigo, cuando soy
más simpática se pone más simpático/a conmigo). Ense-
ñar a reflexionar y a mentalizarse sobre la propia conduc-
ta es esencial. Se puede hacer online, no es tan efectivo
como lo presencial, pero resulta.