42
Revista de Educación •
Cultura
en conflicto: Alemania, Francia, Italia, Bélgica y otros, impli-
cados directamente en la Gran Guerra, cuya prensa estaba
bajo censura militar y solo para servicio propagandístico,
limitaron la información e hicieron parecer que solamente
ocurría en España.
Finalmente, se confirmó que el virus (portado por las
aves) causante de la gripe, tuvo su origen en Estados Uni-
dos. “Albert Gitchell, cocinero del condado de Haskell,
en Kansas, se queja de fiebre, garganta seca, dolores de
cabeza y dolores musculares. Allí la gripe se expande en
un campo militar, donde afecta a un tercio de los soldados.
Algunos fallecen. Serán, en efecto, los soldados estadou-
nidenses quienes llevarán el virus a Europa”, señala el
destacado académico Jorge Magasich en una crónica del
Diario-Radio de la Universidad de Chile. Allí cuenta que, en
Francia en octubre de 1918, último mes de la guerra, los
hospitales, las morgues y los cementerios están sobrepasa-
dos. “La vida se detiene, cierran las escuelas y se evitan las
ceremonias religiosas, se prohíben las fiestas, las reuniones,
los conciertos, etc. Y se comienzan a utilizar las máscaras.
Se publican anuncios aconsejando lavarse las manos, evitar
tumultos, así como todo contacto con otro, y no resistir a los
primeros síntomas sin ir a buscar ayuda médica”.
Mientras, en San Francisco, Estados Unidos, en la ce-
lebración por la victoria de los aliados, todos los soldados
desfilan enmascarados.
EXPANSIÓN DE LA “GRIPE ESPAÑOLA” EN CHILE
En Chile, la gripe española llega en la primavera de 1918,
bajo el gobierno del presidente Juan Luis Sanfuentes. El
país tenía poco más de 4 millones de habitantes y muchos
vivían en la pobreza.
El virus se expande con rapidez, atacando especialmen-
te a las ciudades de Santiago y Valparaíso, donde había ma-
yor concentración de gente y cordones de pobreza en los
márgenes, además en el centro de la capital muchas familias
habitaban los llamados “conventillos” y otros tantos en
poblaciones “callampas” o a orillas del río Mapocho, todos
ellos en pésimas condiciones sanitarias y de higiene.
No hay control sobre la epidemia, que avanza silenciosa
y aceleradamente con su mano de muerte. En dos años falle-
cen 40 mil 113 personas, según dato del Anuario Estadístico
de la República de Chile. La gran mayoría en el rango de los
20 y 40 años de edad. Las víctimas hablaban del “garrotazo”,
“el cuerpo cortado” o que andaban con una “mala gripe”
para describir cómo se sentían al contraer la enfermedad.
Se instaura entonces el Primer Código Sanitario. El
gobierno dispone saneamientos en las poblaciones, nuevas
normas para los usuarios del transporte público (los tranvías)
y los trenes a lo largo del territorio nacional. Y se faculta a
funcionarios municipales para fiscalizar e incluso clausurar
conventillos, ferias y otros sitios donde hubiese atisbo de
la enfermedad. Esa Policía de Aseo y Ornato debía velar
también por el lavado diario de las calles para impedir la
acumulación de desperdicios. Las medidas se extendieron
a teatros, biógrafos, cafés, salones y recintos con afluencia
masiva de público, incluyendo los establecimientos educa-
cionales, en los cuales se dispuso, además, la distribución
de jabones y “escupitines”, con el fin de modificar la con-
ducta higiénica de los escolares. Se sabe que en los barrios
populares muchas familias escondían a sus enfermos porque
temían y desconfiaban de las autoridades sanitarias.
Por esos días se empiezan a ver las primeras personas
usando mascarillas, tal como en Estados Unidos donde se
multaba con 10 dólares a quienes no lo hacían en lugares pú-
blicos, costumbre que no se masificó y tampoco fue impuesta.
Sin embargo, y pese a lo grave de la situación, nunca
se decreta el confinamiento total ni se suspenden las activi-
dades sociales.
En dos años la pandemia por influenza española se ex-
pandió a todo el territorio, y, como es de suponer, tuvo ma-
yor impacto en la población de condición socio económica
más vulnerable. Y en su fatal camino se cruzó también con
brotes de fiebre tifoídea y de tuberculosis, lo que agravó
sus consecuencias.
Una de las lecciones positivas de la nefasta “gripe
española”, rescatada por la sociedad médica chilena, es
el incremento entre la población de la valoración por la
educación higiénica, sobre todo en materia de hábitos de
limpieza, “hecho que nos permite subrayar una suerte de
herencia pedagógica que nos dejó la influenza de 1818-
1920” y también los primeros pasos en la nueva medicina o
medicina preventiva.
Difícil lograr una acabada cronología de los ataques
pandémicos que ha sufrido la humanidad. Pero para hacer-
se una idea de la continuidad que han tenido y aceptar que
son parte de nuestra historia universal, podemos aludir a
los más devastadores: en 1520 los indígenas de mezoamé-
rica fueron devastados por la viruela (murieron cerca de 56
millones). En el siglo XIX hubo cuatro pandemias de cólera.
Durante el siglo XX, aparte de la gripe española, en los años
50 la gripe asiática (virus H2N2) mató a 2 millones de perso-
nas y la gripe de Hong Kong o influenzavirus cobró más de
un millón de víctimas entre 1968 y 1969.
Años 80 hasta hoy, la epidemia del VIH ha causado más
de 35 millones de muertos y a principios de los 90 rebrotó
el cólera en América Latina y se llevó la vida de miles de
personas. Lo mismo ocurrió con un regreso de la gripe A
(H1N1) que mató a casi medio millón de seres humanos en
el mundo. En 2014 aparece con virulencia el ébola en África,
que luego alcanza a Reino Unido y Estados Unidos, mientras
el mismo año, el zika causa estragos en toda Latinoamérica.
43
Revista de Educación •
Cultura
La familia obrera (1900-1950). Colección Biblioteca Nacional de Chile.
En la actualidad el planeta completo se encuentra bajo
los efectos mortíferos del COVID 19 -enfermedad originada
en la ciudad China de Wuhan, ubicada al oeste de la capital
Shanghai-, que ha sido declarada pandemia por la Organi-
zación Mundial de la Salud (OMS) desde el 11 de marzo de
2020 y que ya se ha llevado la vida de medio millón de per-
sonas. Científicos de todas las nacionalidades trabajan acele-
radamente en la búsqueda del antídoto o vacuna para inmu-
nizar a la población ante este letal coronavirus (SARS-CoV-2).
LAS HUELLAS DE LA PESTE NARRADAS Y PINTADAS
Se dice que “el arte es el pulmón por donde respiran las so-
ciedades”, en especial, en tiempos oscuros. Dos ejemplos:
El gran Giovanni Boccaccio (1313-1375) cuando escribe
su famosa obra Decamerón, aludiendo a la reclusión por la
peste negra en la Florencia del siglo XIV. Los protagonistas
son 7 mujeres y 3 hombres, que deciden aislarse en una villa
de campo y por 10 días cada uno debe narrar una historia
para entretener a los demás. Resultado, 100 cuentos increí-
bles sobre amor, sexo, riquezas, costumbres, preceptos mo-
rales, quehaceres, etc., recogidos en un tomo colosal que
todavía puede acompañar el alma.
En el Museo Nacional del Prado, en Madrid, en 2018 se
termina de restaurar el cuadro del flamenco Pieter Brueghel:
“El triunfo de la muerte”, pintado en 1562-1563. En él, su
autor muestra un ejército de esqueletos, comandados por
uno montado en un caballo rojo huesudo que enarbola una
guadaña y va asolando sin contemplaciones un poblado
medieval. Cunde el caos, el espanto, el terror entre la gen-
te. El pintor da cuenta de la supremacía de la muerte y ex-
presa, hasta con el último detalle, que ante la muerte todos
los seres humanos somos iguales, que nadie vale más que
el otro y que hay que honrar la vida.
Fuentes:
Cronología de las pandemias (Wikipedia), Vida cotidiana en la Edad
Media, Tajamar Ediciones (2009), National Geographic (Historia), Revista
Chilena de Infectología (2018), Portal de historia (sección epidemias –
antigüedad), Informe Evolución de la Seguridad Sanitaria (OMS – 2007),
BBC News Mundo (artículo, mayo 2020), Diario La Tercera (sección Culto,
mayo 2020).