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conducta humana. Pero, explica, que como el dogma y la
superstición demostraron ser incapaces de resolver la situa-
ción por sí mismas, empiezan a surgir importantes avances
en la ciencia y la gente comenzó a tener fe en las explicacio-
nes científicas, y “con el tiempo hay un giro del teocentris-
mo al antropocentrismo”.
La peste bubónica azotó sin piedad a todo el continen-
te europeo. Se supone provenía de Asia, probablemente
de la India, por los contactos comerciales con Italia llegó a
la Provenza, el Languedoc, La Corone de Aragón, Castilla,
Francia y el centro de Europa. Pronto invadió Inglaterra y
Escandinavia. Su paso causó la profunda crisis económica y
social que padeció Occidente a finales de la Edad Media.
Hambruna, despoblamiento, migraciones masivas, desem-
pleo, carestía, además se sumaron catástrofes climáticas,
como las heladas, las sequías y las inundaciones que, infor-
man los registros, se padecieron más crudamente en Rusia.
Un dato especial: desde 1300 hasta 1528, la población
de Hungría pasó de 2 millones de habitantes a más de
3,5. Ello se debió a que la peste no fue precedida por el
hambre porque el país no tenía puertos marítimos (lo que
hacía más difícil el contagio) y también a que la población
húngara perteneciese al tipo de sangre “B” que es más
resistente que el “A”.
No había cura. Los médicos de la época solo podían
recetar brebajes protectores y antídotos que ellos conside-
raban buenos para aplacar el sufrimiento de los apestados
(que sufrían hinchazón dolorosa, ennegrecimiento de la piel
y al final, una muerte agónica). Sin embargo, y como el mal
era tremendamente contagioso, ellos iban tapados de pies
a cabeza con una túnica y se ponían una máscara picuda.
La vestimenta de protección de los facultativos ha que-
dado estampada en imágenes y pinturas de la época y que
después se replicaron en fiestas y carnavales. Se sabe que,
para evitar los miasmas o efluvios, los doctores llenaban sus
máscaras de pájaros con “triaca” (preparado polifármaco
usado como panacea desde el siglo II a.C), que consistía en
una mezcla de más de cincuenta yerbas, con carne molida
de víbora, canela, mirra y miel. La forma picuda de la careta
se supone daría aire suficiente para impregnarse de esa
solución protectora antes de llegar a las fosas nasales del
médico y así éste no respiraría el hedor contaminado. Aun
hoy este atuendo sanitario es un disfraz muy común en las
festividades carnavalescas italianas.
Pandemia de gripe de 1918 (fiebre española). Hospital de emergencia
durante la epidemia, en Camp Funston, Kansas (Estados Unidos).
Foto de dominio público, Wikipedia.
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