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su vinculación con ellos, en 2010 aceptó

el trabajo de docente en la localidad de

Salluit, habitada principalmente por los

inuit (nombre que se les da a los pueblos

de esquimales que viven en el Ártico de

América), en la provincia de Quebec, a

la que únicamente se puede acceder en

avión. Allí había una sola escuela llamada

Ikusik, con 200 alumnos. Ella se hizo cargo

inicialmente de un grupo de 10, todos

hombres entre los 13 y 18 años de edad.

Las extremas condiciones climáticas -las

temperaturas alcanzan los -25ºC durante

los 10 meses que dura el invierno- y

sociales, debido a que los estudiantes

estaban inmersos en un ambiente de

violencia, drogadicción, suicidio y abuso

sexual, no la desanimaron. Su pasión

por educar en ese territorio poblado por

indígenas inuit (significa “pueblo”) se

impuso. De ese difícil inicio, han pasado

ya siete años.

Cómo frenó la deserción

escolar

Maggie MacDonnell puso en marcha

un programa alternativo para que sus

alumnos no dejaran la escuela, teniendo

en cuenta que es muy común que en

las comunidades del norte de Canadá

los jóvenes no terminen los estudios.

El programa estaba diseñado en base

al “aprendizaje basado en proyectos”

y buscaba, en palabras simples, que

aprendieran habilidades para la vida.

Pero para lograrlo primero debía estable-

cer una relación más estrecha con los es-

tudiantes y por eso ayudaba en todas las

actividades de la comunidad, para que la

conocieran y sintieran que ella no se iba a

ir como muchos otros profesores que ha-

bían estado en esa escuela. Asimismo, se

preocupó de transmitirles confianza, para

que se dieran cuenta que aun cuando ella

no pertenecía a su comunidad indígena,

estaba ahí para ellos.

Sin embargo, no pudo impedir la tragedia

de Salluit: los suicidios adolescentes.

Aun cuando ayudó a muchos jóvenes a

superar etapas difíciles en que tuvieron

ideas de ese calibre, perdió a 10 de

ellos. Un golpe tras otro. “Presenciar la

muerte de un alumno es la sensación

más dolorosa que me ha tocado

experimentar, más aún cuando es su

mejor alumno el que debe excavar el

lugar donde van a sepultar a su amigo.

Fue en ese último funeral cuando pensé

que debía hacer algo para liberar las

emociones negativas de los jóvenes a

través del deporte”, dice.

Las extremas

condiciones climáticas

-las temperaturas

alcanzan los -25ºC

en los 10 meses que

dura el invierno- y

sociales, debido a

que los estudiantes

estaban inmersos

en un ambiente de

violencia, drogadicción,

suicidio y abuso sexual,

no desanimaron a

Maggie MacDonnell. Su

pasión por educar en

ese territorio poblado

mayormente por

indígenas inuit (significa

“pueblo”) se impuso.

Foto: Gentileza

Fundación Varkey

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PROTAGONISTAS

REVISTA REVEDUC

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Nº 380 /2017