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Zona pedagógica

Margot Loyola y Osvaldo Cádiz: “50 DANZAS TRADICIONALES Y POPULARES EN CHILE”

Este libro recopila las letras y coreografías de las principales danzas de nuestro país y, además, adjunta un registro audiovisual que enseña los bailes tradicionales de los habitantes del norte, centro y sur. Todo ello es resultado del esfuerzo investigativo que por años emprendieron Margot Loyola, Premio Nacional de Artes Musicales 1994, fallecida en 2015, y su marido Osvaldo Cádiz, Director académico de la Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola.

 

Este libro recopila las letras y coreografías de las principales danzas de nuestro país y, además, adjunta un registro audiovisual que enseña los bailes tradicionales de los habitantes del norte, centro y sur. Todo ello es resultado del esfuerzo investigativo que por años emprendieron Margot Loyola, Premio Nacional de Artes Musicales 1994, fallecida en 2015, y su marido Osvaldo Cádiz, Director académico de la Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola, quien conversó con Revista de Educación sobre cómo recorrieron el país en profundidad para rescatar el folclore chileno del olvido.

 “Entregamos estas 50 danzas tradicionales y populares -y algo más- aprendidas a través de Chile, desde Arica a la Patagonia, de cordillera a mar, atravesando el Pacífico hasta Rapa Nui, tal como nos las enseñaron las comunidades, para recordar, para conocer, para enseñar, para bailar. Algunas de ellas ya extintas, como el Sombrerito, el Cañaveral, la Resbalosa, la Sajuriana, el Cielito, la Nave, y otras en plena vigencia como el Cachimbo, el Huayno, la Adoración, las Lanchas o la Ranchera”.

Estas palabras de Margot Loyola y Osvaldo Cádiz, son el punto de partida de “50 Danzas Tradicionales y Populares en Chile” y reflejan el sentido de esta obra.

Pero, ¿cómo rescataron todos esos bailes? Para averiguarlo, conversamos con Osvaldo Cádiz en su casa de La Reina, allí donde vivió con Margot Loyola, quien fue su mujer por 54 años. Sobre un piano negro y cerca de un antiguo reloj colgado en la pared, descansan sus restos en una ánfora, en medio de objetos diversos: fotografías, banderines, flores amarillas y un colorido girasol de papel. Su presencia no pasa inadvertida. Todo parece estar en función de ella y del folclore que junto a su marido quiso proteger del olvido.

Las danzas más representativas de Chile

¿Qué es para usted el folclore chileno?

Es el sentir del pueblo, de cada uno de los chilenos. Hay gente que dice que el pueblo es el sector social más bajo, pero para Margot y para mí son absolutamente todos los chilenos. Y cada uno de nosotros, de una u otra manera, está usufructuando de elementos que corresponden a las expresiones tradicionales.

La cultura tradicional se vive, eso es lo importante. No es ajena a la persona. Uno se siente identificado con algo en forma individual y a la vez en comunidad. Si coloco un plato con empanadas y un vaso de vino tinto, ¿qué sugiere? Para mí, podría ser que mi abuelita -que era Carmela, que era del Carmen- el día de las “Carmenes” siempre hacía empanadas y se tomaba un vaso de vino tinto. Entonces, representa algo a nivel individual, pero a todos nos representa Chile. Donde coloquemos unas empanadas, es Chile. Lo mismo pasa con la Cueca, inmediatamente la gente empieza a aplaudir porque el ritmo nos identifica como chilenos, el lenguaje común.

Yo soy profesor de castellano, pensionado, y en el lenguaje es muy interesante observar algunas cosas. En todas partes nos pillan porque usamos el término “altiro” en vez de inmediatamente. Nos gusta hablar con diminutivos: “¿quieren un tecito?, ¿se sirven un cafecito?”. Y también, nos gusta mucho hablar usando animales: “Oye gallo, no seas pata de vaca” o  “¿Cómo está mi perro?” y le pegamos una palmada al amigo. Eso que tenemos como chilenos es transversal a todas las clases sociales.

¿Hoy el folclore chileno está suficientemente presente en la educación, en la sala de clases?

En vez de folclore, yo hablo de cultura tradicional y si la consideramos como una forma de vida, claro que está presente en el aula, porque todos los niños llegan con un bagaje de su casa, desde su comunidad: los remedios caseros, las comidas, los dichos, las supersticiones y todo aquello que es parte del cotidiano. Lo que pasa es que a veces el maestro de aula no sabe cómo extraer de sus alumnos ese inmenso bagaje que ellos poseen.

La cultura tradicional es transversal a todas las asignaturas. Alguien puede decir: ¿cómo vamos hablar de cultura tradicional en ramos como matemática? ¡Lo podemos hacer! Al hablar de la métrica, puedo ver cuántas sílabas tiene la estructura métrica de la cueca y así vamos llegando a los números, o cuántos son los compases musicales.

Creo que los maestros han estado carentes de elementos para desarrollar bien sus clases. Cuando estuve en el Consejo de la Cultura y las Artes, actualmente se llama así, tuve que hacer clases a lo largo del país y lo fundamental era ir al rescate de las identidades locales. No íbamos a Punta Arenas a enseñarles el Huaynito del Norte, íbamos a trabajar con los profesores sus leyendas y costumbres, los dichos y danzas que ellos tienen. Trabajamos mucho con los alumnos, conocimos sus juegos. Ya tengo escrito un proyecto sobre los 150 juegos tradicionales, de apoyo a los maestros también, porque ése es el objetivo principal. Y cada vez que viajo a distintas partes de Chile y hablo de los juegos, aprendo dos o tres nuevos.

Es muy interesante lo que ha ocurrido en Calle Larga, en Los Andes. Ahí hay una imagen que es la Virgen de Las Nieves, que se celebra en el mes de agosto. Y antiguamente existía un baile Chino, que iba en desuso, empezó a desaparecer. Con los profesores de una escuela comenzamos a hablar de eso, ellos hablaron con los alumnos y éstos a su vez con sus padres, algunos descubrieron que sus abuelos habían sido bailarines del baile Chino y que todavía tenían el vestuario y los instrumentos. Entonces los profesores llevaron a estos abuelos a la escuela, y los abuelos les enseñaron a los niños ese baile. Es así como para el encuentro nacional infantil juvenil de escuelas rurales, realizado el año pasado, hubo una procesión con la Virgen y apareció de nuevo el baile Chino.

¿Qué quiso rescatar en el libro “50 Danzas Tradicionales y Populares en Chile”?

Parte del gran bagaje coreográfico tradicional que tenemos a lo largo del país, con danzas que tienen vigencia social y otras que ya no, incluso estudiamos muchos libros para llegar a una aproximación de cómo eran algunas de ellas. ¿Con qué objetivo? Que los interesados, los maestros y maestras de Chile, tengan un material fidedigno. Por ejemplo, el Serrucho es una danza que se bailaba en las salitreras del Norte Grande y es interesante lo que sale en el libro: don Elías Laferte, un connotado líder político de la época, se la enseñó a Margot Loyola y a su madre. Él la había bailado en las filarmónicas de algunas oficinas salitreras. ¿Y qué eran las filarmónicas? Con esto, ya se puede desarrollar una clase con los alumnos. No pretendemos que esa danza vuelva a tener vigencia, pero sí dejar en evidencia que hubo un comportamiento social relacionado con la misma.

También destacamos las danzas chilotas. Gracias a Margot Loyola y Gabriela Pizarro se rescataron la mayoría de las danzas que hoy tienen los conjuntos chilotes, si no fuera por el trabajo de estas dos pioneras que se dedicaron a ir allá, a estudiar, etc. esto no se hubiese logrado. Y, además, este material ha servido de inspiración para que músicos jóvenes y grupos como “Trifulka” hagan sus creaciones y propuestas musicales. Entonces, es necesario conocer el pasado, para poder entender lo que sucede en estos momentos.

Siempre hablábamos con Margot que lo fundamental era devolverle a Chile todo lo que nos había regalado y eso es lo que estamos haciendo. Con ella escribimos el libro: “La Cueca: Danza de la vida y de la muerte”; después “La Tonada: Testimonios para el futuro”, que es lo más completo que se ha escrito sobre ese tema en Chile. Ahora, “50 Danzas Tradicionales y Populares en Chile”. Y pronto, tendremos uno sobre los juegos tradicionales y populares del país.

¿Algo como lo que ha hecho el escritor y folclorista chileno, Oreste Plath?

Oreste toma los juegos, y los describe, busca presentar mucho de los juegos, por ejemplo, el volantín, el trompo, el luche etc. Yo voy al juego como un fenómeno socio – cultural, histórico, etario, es decir, no solamente los niños juegan, los adolescentes y los adultos también. Pensemos en juegos que se hacían en los salones del 1900, los llamados “de Cotillón”, eso nos va a permitir desarrollar qué es lo que había en esa época, cómo estaban divididos los hombres y las mujeres porque ellos iban a un lado y ellas al otro. Las mujeres eran meramente un adorno, tenían que saber cantar, bordar, recitar, hacer mermeladas y ser buenas mamás, y los hombres tenían todo el poder.

Otro ejemplo, los juegos de paja o los juegos de trilla de Chiloé, que ya están en desuso. Me han dicho que debido a las veces que los he estado enseñando allá, los niños los están jugando en el colegio. Ahora, ¿por qué se hacían estos juegos? Perseguían un objetivo, podían jugarlo solo adultos jóvenes solteros, no casados, porque si analizamos el juego, podían tocarse durante el mismo y así se armaban las parejas.

Hay otros juegos donde aparecen personajes como la Virgen, los ángeles y el diablo; siempre ganan la Virgen y los ángeles porque surgieron en una época que en muchos colegios de Chile estaban en manos de sacerdotes y monjas, entonces a través del juego se quería enseñar un comportamiento a los niños, las nociones de bien y mal. Es muy interesante, porque hay que ver los roles que van tomando los personajes. Para qué decir los juegos mapuches, ahí el objetivo es generar resistencia física, agudizar la vista y el oído, aprender a trabajar en equipo, desarrollar la rapidez.

¿Es lo mismo danzas tradicionales que populares?

No, para que algo llegue a ser tradicional tiene que haber sido primero popular. Entendemos por tradicional todas aquellas expresiones que se han transmitido en forma espontánea de una generación a otra. Si pensamos en la danza Chamamé en la Patagonia, los niños la bailan en todas sus fiestas, desde el abuelo hasta el nieto. Es popular en estos momentos, y en dos o tres generaciones más vamos a poder decir que ya es tradicional.

Lo mismo ha pasado con la cumbia, ya se está hablando de una “cumbia chilena”. Con Margot, viajamos en tres oportunidades a Colombia, estudiamos con doña Delia Zapata Olivella y ella nos enseñó la cumbia colombiana. Nosotros le mostramos la cumbia chilena y ella nos decía: “Esto no es cumbia”. “Claro”, le decíamos nosotros, “porque ésta es la cumbia chilena, que salió de acá”.

El charleston también fue un fenómeno social. No alcanzó a “folclorizarse” o llegar a ser una danza tradicional, pero fue representativa de una época porque fue muy popular, se bailó mucho.

 

Tradiciones que se mantienen vivas

¿Qué danzas que están en este libro siguen hoy vigentes?

En el Norte Grande, el Huayno, que es una danza que tiene antecedentes precolombinos y está plenamente vigente en toda la región de Arica y Parinacota de Tarapacá. El Cachimbo, una danza maravillosa de los pueblos y quebradas como decía Margot, está totalmente vigente al interior de Iquique, en Pica, Matilla, Tarapacá y Huarasi.

Nosotros hemos podido observar, porque Margot también escribió un libro sobre el Cachimbo, cómo ha ido evolucionando con los años, desde el 68 en que estudiamos esa danza hasta ahora, lo que se ha ido incorporando y lo que se ha ido perdiendo. Actualmente se da un fenómeno muy especial. La gente de los poblados ha creado clubs de Cachimbo, donde se juntan a bailar, porque a pesar de que es una sola danza, cada poblado tiene su propio sistema para representarla.

En el Norte Chico, tenemos vigentes las Lanchas, en homenaje a la Virgen. De hecho, se acaba de celebrar la Virgen de la Merced en Petorca y se bailó mucha danza. Ahí hacen una alfombra, de casi 10 kilómetros de largo, de pétalos de flores para que pase la imagen.

Después, en Chiloé tenemos la Ranchera y la Cueca chilota, que también está vigente. En la Patagonia, el Chamamé, el Paso Doble y  la Ranchera.

¿Hay alguna que usted mencione en este libro, que sea muy característica pero que ya no esté vigente?

Hay muchas, desgraciadamente. Por ejemplo, en Pica hubo una danza que fue solo de ese poblado y que desgraciadamente se perdió, que es el San Miguelito o el Centinelita, es preciosa y está muy relacionada con el Cachimbo.

¿Otro baile que pudiéramos mencionar que ya desapareció además del San Miguelito o el Centinelita?

Hay muchos. Está el Balambito, el Pequén, la Refalosa y el Pericón Maulino.

¿La Refalosa ya no se baila?

No, ya no se baila de forma espontánea, muchas veces uno llega a lugares muy apartados y hay abuelitas de 90 años, que te dicen: “Mire, cuando yo era niñita vi bailar la Refalosa, pero yo no la bailé” ¿Y cómo era? Se parecía a la cueca, la bailaban con pañuelos. Eso quiere decir que ya dejó de ser en un momento dado.

En Colchagua había un ritual muy hermoso en torno a la Virgen del Carmen, donde se bailaba el Machuca Charqui, pero la señora que mantenía este rito decía: “Yo me muero y esto se pierde”. Así paso, ella se fue y la familia no continuó con la danza.

¿Esa danza del Machuca no se incluyó en este libro?

No, porque la versión que nosotros tenemos del Machuca charqui es del Maule y es un juego. Es una danza juego, entonces irá en el libro de los juegos.

¿Es la cueca la danza más representativa de nuestro país? ¿Es un baile transversal que identifica a todos los chilenos?

La Cueca nos identifica a todos como chilenos, pero hay tantas Cuecas chilenas como chilenos existen. Lo que pasa es que hemos tratado de esquematizar la Cueca. Cada región y cada comunidad, manteniendo los parámetros implementados por la tradición, va a ejecutar la danza de una manera distinta. No puede estar normada tantos pasos para acá o tantos pasos para allá, arriba el pañuelo o abajo el pañuelo, en esa parte viene el escobillado o en esa parte no. La Cueca es danza de expresión de libertad.

Estuve hace poco conversando con unos amigos allá en el norte sobre el Cachimbo y la Cueca, les decía que estas dos danzas son como pájaros libres, tenemos que dejarlos volar. Si nosotros las enjaulamos, se nos van a morir.

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Foto: Gentileza Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola.

 

El Cachimbo, ¿se baila como la Cueca en muchas regiones?

Solamente se baila en algunos poblados de la quebrada de Tarapacá en nuestro Norte Grande, siendo los principales lugares Tarapacá, Pica, Matilla y Huarasiña. En cada poblado se baila de una manera distinta.

Usted y Margot Loyola, ¿cómo llegaron a conocer estas danzas?

Primero hay que señalar que Margot fue una persona muy intuitiva porque sin saber música ideó un sistema para anotar las melodías de lo que escuchaba cantar en los campos. Y es un sistema que ahora se ha estado estudiando en institutos de musicología a nivel mundial.

Ella me decía: “No se pueden hacer transcripciones de la música de tradición oral”. ¿Por qué? Porque le dices a una cantora: “Cánteme esa tonada”, la canta, la anotas, la grabas. Le dices: “Cántemela de nuevo” y canta otra cosa, le da otro acento, otra intención. Si la canta tres o cuatro veces, son tres o cuatro versiones distintas. ¿Cuál es la verdadera? Todas. Entonces, en el libro aclaramos que hemos elegido una.

Dicho lo anterior, ¿cuál fue el sistema implementado por Margot para conocer y rescatar las danzas tradicionales y populares de nuestro país? Vivir con las comunidades. Un mes, dos meses, 15 días. Recorrimos el país a lo largo y a lo ancho.

El año 62, ella me invitó a estudiar a Chiloé. Ya el 61 habíamos ido con un grupo de la universidad a otra labor por esos lados. Llegamos a Castro y nos fuimos al campo donde vivía una familia amiga, los Díaz Guerrero. Yo no entendía nada porque pasaban los días y no sabíamos de danzas o cantos, que era lo que me interesaba. De repente, cuando llevábamos 15 días, me di cuenta de lo que estaba pasando: nos estábamos identificando con la comunidad y con la familia. Margot se iba con las mujeres a la chacra, sacaba zanahorias, escarmenaba la lana. Yo salía con los hombres a pescar, a buscar agua a las vertientes. ¡Llegó un momento en que hablábamos igual que los chilotes! Un día Margot se puso a cantar con su guitarra –ella siempre decía “mi guitarra abre todas las puertas”- y la dueña de casa, que tenía cerca de 100 años, le dijo: “Yo cuando joven cantaba”. “¿Y qué cantaba usted?”, le preguntó. ¡Y se puso a cantar una Seguidilla! Nosotros preguntamos: “¿Quién baila esto por acá?” “La prima Adela”, nos dijeron, y ahí partíamos a verla. La comunidad nos recibía, es tan impresionante que ahora ellos son nuestra familia chilota. Lo mismo nos pasa en San Pedro de Atacama, con los Coca Tejerina.

En el libro se habla del método Loyola-Cádiz, ¿en qué consiste?

Es ir a las comunidades, y enseñarles una danza que no tenga vigencia social a un grupo de alumnos. ¿Qué hago yo? Les explico cómo es la comunidad que nos enseñó la danza, les hablo esto mismo que estoy hablando ahora, exactamente lo mismo: “Estábamos en una mesa ceremonial, y en la mesa ceremonial ocurrió esto y esto otro, hicimos esto y de repente surgió esta danza, etc”. Les explico la danza y les entrego todos los elementos de la misma, todas las posibilidades de movimiento del pañuelo y todos los pasos. Después, dejo que cada alumno exprese cómo siente la danza.

El tema es apasionante y no termina nunca. En la provincia del Loa, me hice amigo de un pastor Sebastián de Tijerina, ese hombre vivía en con su familia, lo conocí soltero, volví un año después y lo encontré con señora. Y le digo:

– ¿Y esta señora?

– Me la traje

– ¿De dónde la trajiste?

– Del otro lado de la raya.

El otro lado de la raya es el otro lado de la frontera. Se fue para los carnavales de los lados argentinos, le gustó y se la trajo. Ahí no hay aduana, no hay nada.

Él me decía: “Oye, vámonos a pastorear” y nos íbamos cuatro días, dormíamos entre los animales. Me enseñaba las estrellas, porque para el nortino son muy importantes las estrellas, y me hablaba de diferentes cosas. Me decía: “Esta canción me la enseñó el agua” o “Vamos a tener que oír cantar al viento”. Uno va anotando esas cosas. Dentro de la cultura Aymara existe el dios de la música que es sereno, pero está en el mundo de abajo y entrega la música a través de los ojos del agua y de lugares termales en muchos lugares. Los músicos llevan los instrumentos y los colocan alrededor, pero a veces resulta que el sereno compone música y no hay instrumentos, entonces enseña las melodías al cóndor. El cóndor vuela y se las lleva a las huacas, a las estrellas y las estrellas dejan caer las melodías a las montañas y las coge el viento, o las coge el agua, y las enseña al hombre. ¡Cómo no hacer un ballet con eso!

¿Visitaron ambos también la Isla de Pascua? En el libro hay bailes pascuenses.

Margot empezó a conocer Isla de Pascua estando en el continente, porque había una sociedad de amigos de la isla, que le facilitaron grabaciones hechas allá.

En esa época, el “Pinto”, un barco que iba una vez al año a la isla, traía a todos los enfermos. Muchos venían por problemas de salud, se mejoraban y después tenían que esperar para poder regresar. Eso le pasó al rapanui Felipe Riroroko y Margot lo acogió seis u ocho meses en su casa. Así, ella fue descubriendo ese mundo, sus costumbres y sus creencias.

Margot viajó a la isla, por primera vez, en 1961. La travesía duró 15 días. Antes, estando en Europa, ya hablaba de los pascuenses y en la isla la escuchaban por radio, entonces cuando llegó la gente ya la ubicaba y decía: “Llegó la Margot Oyola”, porque ellos no tienen el sonido de la “L”. Leonardo Pakarati, que era el juez de aguas, le ofreció su casa, y ahí vivió ella un tiempo. Todos querían conocerla.

Descubrió danzas antiguas y volvió con ese material al continente. En 1975, fuimos juntos a la isla. Vivimos tres meses allí. Siempre digo: “Yo acá en el continente tenía el cielo, pero la isla me enseñó ‘a ver’ el cielo”, porque son un pueblo eminentemente musical.

Recuerdo que en esa ocasión me fui a vivir a la casa de Leonardo Pakarati y a veces nos juntábamos con los antiguos de la isla, las hermanas Atán, la Amelia Tempano, etc. Al hablar con ellos, fuimos descubriendo danzas que se habían perdido. Surgió la danza de Neru, entre otras. Las Neru eran muchachas vírgenes, criadas en las cavernas para mantenerlas blancas y puras; eran entregadas a los nobles en el ceremonial del Tangata Manu y había un chamán que comprobaba si la mujer era virgen o no. Si no lo era, la tiraban por un despeñadero de 200 metros.

También nos reuníamos con los jóvenes. Observamos las composiciones más modernas que ellos estaban haciendo.

¿Cuál es la danza que más le llamó la atención en Isla de Pascua?

Margot era excelente bailarina de Sau Sau, a los pascuenses les gustaba mucho como ella lo bailaba, pero a nosotros nos fascinaban las danzas antiguas como, por ejemplo, la danza de las Neru, de E tu u enave, entre otras.

Ustedes recorrieron también el centro y sur de nuestro país recopilando danzas, ¿cuáles son las más representativas de esas zonas geográficas?

Así como en el Norte Grande, las danzas más representativas -aparte de las religiosas y ceremoniales- son el Cachimbo y el Huayno y en el Norte Chico, las Lanchas, en la zona centro sur tenemos la Cueca, especialmente en la zona huasa, y el Corrido. En Chiloé, la Ranchera y la Cueca; y en la Patagonia, el Chamamé y la Ranchera.

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Foto: Gentileza Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola.

 

Más que un libro, un registro audiovisual para los docentes chilenos

¿Cuáles son las danzas básicas que todo niño debería conocer?

Hay que enseñarles una danza que sea representativa de cada área cultural, no con el fin de que lleguen a ser excelentes intérpretes o bailarines, sino que las conozcan. Que sepan que a los niños del norte les gusta bailar Huayno y a los niños de la Patagonia, Chamamé.

¿Qué mensaje daría a los profesores chilenos?

Que no miren tanto para afuera. Como Margot dijo claramente, mirémonos hacia adentro y todo lo chileno va a aflorar. He ido a algunos colegios y me han dicho “aquí enseñamos folclore latinoamericano”. Yo digo: “Dios mío, ¡qué danzas estarán haciendo!, bajadas de You Tube”. Nosotros tenemos nuestro valor y no es necesario vestir al niño de folclore, sino que se vivan lo que son las expresiones tradicionales.

Vuelvo a insistir: al profesor hay que darle las herramientas para que pueda desarrollarse. ¿Y dónde hay que hacer hincapié? En las instancias donde se forman profesores, en las universidades, para que haya un ramo de cultura tradicional.

El objetivo de Margot, ella lo pidió expresamente, es que este libro esté en todas las escuelas de Chile. Además, la publicación incluye un CD y un DVD que complementa el libro y que muestra las danzas tradicionales y populares en cada zona del país.

¿Cómo debería ser presentada la figura de Margot Loyola a los chilenos?

Ella recién se está dando a conocer. Decía que tenía el Frente Patriótico Margot Loyola a lo largo del país, pero que en lugar de metralletas tenía guitarras. Y ese Frente no está solamente en Chile, sino que fuera del país. Porque Margot fue transversal y hay alumnos que continúan con su labor, directa o indirectamente. Margot Loyola, como otras figuras, va a trascender.

 

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