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Cultura

Jaime Quezada: UN VIAJE AL TRASFONDO DE LA OBRA DE GABRIELA

El 10 de diciembre de 2015 cumplieron 70 años desde que la Academia Sueca entregó el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, quien se convirtió en la primera autora latinoamericana que recibió esta distinción. El Ministerio de Educación nombró a Jaime Quezada, escritor y biógrafo, como comisionado para su celebración. Desde septiembre, él trabajó […]

El 10 de diciembre de 2015 cumplieron 70 años desde que la Academia Sueca entregó el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, quien se convirtió en la primera autora latinoamericana que recibió esta distinción. El Ministerio de Educación nombró a Jaime Quezada, escritor y biógrafo, como comisionado para su celebración. Desde septiembre, él trabajó junto con un equipo del Mineduc con el fin de visibilizar y relevar la grandeza de la mujer, educadora y poeta.

Usted es una de las personas que más sabe sobre Gabriela Mistral ¿en qué momento se interesó en su figura y por qué?

La respuesta es muy sencilla: desde muy temprano, en la escuela primaria, gracias a mis maestros. En los textos escolares siempre habían poemas suyos; las rondas, las jugarretas, los cuenta-mundo, las canciones de cuna, teníamos que aprenderlos de memoria y leerlos o recitarlos en voz alta. Allí descubrí la musicalización de este ritmo que tenían y tienen los poemas de Gabriela Mistral.

Además, a través de ellos aprendí historia, geografía, léxico y/o vocabulario. Había palabras que no conocía y que me hacían recurrir al diccionario. Por ahí empezó mi acercamiento a su obra.

Muchos de los poemas que formaban parte de esos textos escolares, después los encontré reunidos en “Ternura”, libro que no se había editado en Chile y que recién el 89, al cumplirse 100 años del natalicio Gabriela Mistral, se publicó en nuestro país.

Pero también había poemas que me llamaban mucho la atención y que no pertenecen a Ternura, por ejemplo, “Todas íbamos a ser reinas”. ¡Maravilloso!

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán
…”

Yo recuerdo que preguntaba a mi profesor de historia qué es Copán. Cuando uno se detiene en una línea, verso o estrofa, va descubriendo un mundo.

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¿Quién fue Gabriela Mistral? ¿Quién fue Lucila Godoy? 

Hubo una respuesta maravillosa que ella dio cuando le preguntaron esto: “¿Que si tuve otro nombre? Sí, yo tuve dos nombres: el que me dieron de veras (Lucila Godoy) y el que me di de mañosa (Gabriela Mistral). Y el nuevo me mató el viejo: Una en mí maté, yo no la amaba” (Bendita mi lengua sea, diario íntimo).

A lo mejor quiso dejar atrás a Lucila Godoy en una época en que el seudónimo parecía ser símbolo de nuestros escritores y poetas, como es el caso de Pablo Neruda, pero Lucila Godoy va a estar siempre presente en ella.

¿Cómo ha sido su trayectoria en torno a la poeta? 

Cuando tomé conciencia de un personaje como ella me fui haciendo más lector de su obra, pero ¿dónde estaban sus libros? A mí me interesaba conocer Tala, Ternura, Lagar. No eran fáciles de encontrar. Estoy hablando de los años 60. Ni siquiera estaban en la Biblioteca Nacional y es comprensible, porque se publicaron fuera de Chile. La única excepción fue Desolación, cuya segunda edición, de Editorial Nascimento, se publicó el año 23 en nuestro país. Entonces, tenía que leer su obra a través de antologías, pero quería conocer sus libros, que ella preparaba cuidadosamente, con capítulos y notas. Poco a poco fueron apareciendo.

Apenas concluí mis estudios universitarios hice un largo viaje por América, casi sin querer, siguiendo el derrotero de Gabriela Mistral. Fui a los lugares donde ella estuvo, con apenas 25 ó 26 años tenía conciencia de la huella que había dejado su obra.

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¿Hay mucha denuncia social en sus escritos?

En cada uno de sus libros, tanto en su prosa como en su poesía. Desolación, por ejemplo, está dedicado a Pedro Aguirre Cerda mucho antes de que él llegara a ser Presidente de la República, cuando se desempeñaba como Ministro de Instrucción Pública. “A don Pedro Aguirre Cerda y Juanita Aguirre de Cerda, a quienes debo la hora de paz en que vivo”, escribió. Con ese gesto, estaba simbolizando en ese personaje una situación social, política, un compromiso de gratitud, pero además nos quiso indicar algo: ¿Quién es él? Es un maestro, que acuñó un lema precioso: “Gobernar es Educar”.

En sus textos también hace alusión a situaciones contingentes, ciudadanas, sobre todo en el caso de la mujer marginada del medio en que vive. También hay un compromiso con la causa indigenista, como se observa en el poema “La Tierra” (del libro Ternura). Y en el poema “La Casa” (también de Ternura) habla del hambre:

Baja la mano de comer,

que tu madre también la baja.

Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este Pan “cara de Dios”
no llega a mesas de las casas;
y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas”. 

Hay una simbología de carácter social muy marcada en ese poema. Para qué decir en Tala, que aborda la presencia americanista, la realidad de nuestros países. Y Poema de Chile, que es un libro póstumo, ahí están los temas de reforma agraria, de la Araucanía y el mundo mapuche.

 

¿Cómo ha sido la relación que Chile tuvo y ha tenido con la poetisa?

El pago de Chile es un tema. Gabriela es una mujer que se vivió el país en una época difícil, que salió muy temprano de su laberinto de cerros, de su valle de Elqui, para enseñar en una escuela rural. Luego, emigró al norte de Chile, a la región salitrera, y después se instaló en Los Andes, único período más largo en que pudo ser maestra y escribir muchos de los poemas que formaron parte de Desolación. Su próximo destino sería Punta Arenas y el territorio de Magallanes.

Tuvo que tener una vocación muy fuerte para llegar a aquellos lugares, en embarcaciones difíciles, navegando por los canales australes. Me la imagino en una película que no se ha hecho y que debería hacerse: una mujer de 30 años, que se va al fin del mundo a reformular un colegio, a hacer chilenidad en un lugar en que abundaba la presencia extranjera.

Después conocería Temuco, lo que la acercó al mundo mapuche y posteriormente, viajaría a Santiago. Finalmente, abandonó el país y sólo regresó en un par de oportunidades como visitante. Entonces digo: “Caramba esta mujer, que recorrió Chile y conoció las realidades educacionales y sociales de su tiempo. ¡Y que nunca dejó de conocerlas, estuviera donde estuviera!” Chile no se portó bien. Cuando fue directora del Liceo de Niñas de Santiago N°6 Teresa Prats de Sarratea, sus colegas protestaron y pidieron que renunciara porque no tenía título. Eso le dolió mucho a Gabriela Mistral.

¿Cómo era ella en sus perfiles de persona, mujer, maestra y artista?

Gabriela Mistral es todo eso. Como persona, tenía toda la carga del valle de Elqui marcada en ella. Tuvo una relación humana con la gente con la cual le tocó vivir, le encantaba conversar y contar historias, una herencia que recibió de sus antepasados. Es una mujer que miró el mundo con tanta familiaridad, como si ella lo hubiera creado.

Su identidad como mujer también está impregnada en su obra. Ella escribió un artículo sobre la ilustración de la mujer. Incluso llegó a pedir el voto femenino, en una época en que las mujeres estaban marginadas. “Por mi voz hablan las mujeres –dijo– de la clase media y del pueblo”.

Pero, por sobre todo, Gabriela Mistral, era maestra, se sentía orgullosa de serlo. Cuando vino a Chile el 54, la Universidad de Chile le otorgó el título de Doctor Honoris Causa y entonces ella se definió como “la vieja maestra rural que soy”.

Por supuesto, nuestra poetisa era una artista. Escribió el decálogo del artista. Consideraba que el poeta tenía que tener una integridad total, una visión que le permitiera retratar las realidades del mundo que le tocó vivir.

¿Y como figura política?

Quizá aquí está el gran retrato de Gabriela Mistral. Ella era una mujer comprometida con la realidad social, cultural, cívica y republicana del país. Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo (Suecia), el 10 de diciembre de 1945, en su discurso de agradecimiento se declaró “una hija de la democracia chilena”.

Incluso fue consejera de políticos. Tuvo grandes amigos como Pedro Aguirre Cerda, radical, y Eduardo Frei Montalva, falangista, con quienes conversaba sobre materias educacionales y sociales.

No dejó Presidente del Chile de su tiempo acerca del cual no escribiera y tampoco dejó de criticar a Carlos Ibáñez del Campo, sobre todo en su primer gobierno que fue dictatorial. Paradojalmente, él en su segundo gobierno es quien logra convencerla para venir a Chile.

¿Qué aporte sustancial hizo en educación?

Le importaba el mundo del maestro, que existiera una situación de dignidad para él y también con los alumnos. Además, su preocupación se centraba en que la educación estuviera más acorde con las realidades de ese tiempo, en especial en el mundo de la enseñanza agrícola o rural. Después que regresó de México estuvo un par de meses en Chile, quería quedarse a cargo de una escuela granja, muy imbuida por ese mundo que había creado el poeta Rabindranath Tagore (Premio Nobel de Literatura en 1913).

¿Qué grandes influencias tuvo ella en esos años?

Uno de sus referentes fue José Martí, quien hizo de la educación un apostolado. El título de Ternura pareciera que Gabriela Mistral lo toma de él, quien pidió a los profesores de su época crear la campaña de la ternura.

Tagore también ejerció influencia, su enseñanza de crear comunidad le importó mucho. Como señalé previamente, ¡quería formar una escuela granja! Y conversaba sobre esto con Pedro Aguirre Cerda, tanto así que cuando él publica el libro “El problema agrario” se lo dedica a ella.

¿Cómo era la espiritualidad de Gabriela?

Nuestra Mistral era de un arrobamiento espiritual que llegaba a una especie de misticismo en su vida y obra. Desde muy temprano, ella escuchaba las lecturas orales que le hacían sus abuelas en torno al Antiguo Testamento, lo que le fue creando una mirada del mundo de gran espiritualidad. Esta sensibilidad va a seguir muy fuerte en ella después, a través de las obras de Teresa de Ávila, monja mística del siglo 16. Así como fue una gran lectora de Martí en el plano ideológico, lo va a ser también de Teresa de Ávila en el plano de la espiritualidad.

Cuando digo arrobamiento místico me refiero a un acercamiento a lo espiritual, pero muy aterrizado en la tierra. Ella ha dicho: “La tierra es la cara de Dios”. Basta leer unas prosas preciosas que se llaman “Los motivos de San Francisco”, personaje medieval que representaba la humildad, la pobreza y todo lo que a ella le importaba. Era su santo preferido.

Incluso en sus cartas más fervorosas y ardientes de amor, a Manuel Magallanes Moure, hay un arrobamiento, una belleza, como quien rezara el Padre Nuestro todos los días. Hay una trascendencia en esa escritura. Es más: en todos sus libros encontramos un sentido de religiosidad que nos lleva a un mundo de espiritualidad muy marcado.

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¿Qué nivel tiene su poesía y prosa? ¿Cómo gravita internacionalmente?

El fundamento de la Academia Sueca cuando entrega el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, es claro al respecto. Dice que se le otorga por su poesía lírica, inspirada en poderosas emociones. Esa poesía lírica la encontramos en libros como Desolación, Ternura, Tala. Su lenguaje es único, cargado de riqueza y lo mismo ocurre con su prosa.

La Academia Sueca agrega que nuestra poeta es símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano, es decir, de todo un continente nuevo, “hija de un pueblo nuevo” como ella dijo en su discurso de Estocolmo.

Yo vengo llegando de un viaje por Centroamérica y es emocionante ver la relación que tienen escuelas que llevan el nombre Gabriela Mistral con su obra, cómo se la lee, cómo se la estudia. Ella entró en esos países y está muy vigente hoy día, no es algo que ocurra por cumplirse 70 años desde que recibió el Premio Nobel, es una situación permanente. La conocen casi más que nosotros.

¿En qué está Chile hoy con respecto a Gabriela Mistral?

Me parece que está tomando conciencia por fin. Los ministerios de Educación y de Cultura están trabajando para relevar su obra con ocasión de esta celebración, pero lo importante es mantener permanentemente una educación en torno a su obra, que se lea, que se conozca.

Gabriela Mistral es una mujer de tres siglos: nació a fines del siglo 19, realizó la mayor parte de su producción literaria en el siglo 20 y se proyecta para este siglo. No ha caído en el olvido, al revés, se mantiene cada vez más vigente.

¿Qué mensaje daría a los profesores?

A ellos les debo mucho, porque me abrieron el mundo de Gabriela Mistral. Son quienes contribuyen a que se le conozca más y mejor, pero para eso hay que entregarles los materiales necesarios, darles acceso a los libros y además, tiempo para talleres y encuentros.

Nuestra poeta contribuye hoy día, y eso es interesante, no solamente en el campo de lo literario, de lo que llamamos Lenguaje y Comunicación. Un profesor de Historia y Geografía perfectamente puede entrar en su obra, por ejemplo, “Poema de Chile” nos invita a descubrir nuestros valles y ríos, nuestras realidades sociales y culturales (…) Hay redes con todas las demás asignaturas. Es una tarea maravillosa a la que se deberían sumar los profesores aquí en Chile.

Esta celebración contribuye a hacer trascendente la figura de Gabriela Mistral en su amplitud como mujer, educadora y como la gran poeta que fue.

 

Jaime Quezada: Poeta, escritor y naturalista

Su obra poética lo transformó en miembro de la generación de 1960. Entre sus libros, destacan: Las palabras del Fabulador (1968); Astrolabio (1976) y Huerfanías (1985).

Como naturalista, ha recorrido todo Chile desde la Patagonia hasta el extremo norte, además del archipiélago de Juan Fernández. En 1981 hizo la ruta de los pehuenches hasta el volcán Antuco, por las mismas sendas del científico de origen lituano Ignacio Domeyko y de los franceses Claudio Gay y Pedro José Amadeo Pissis.

Además, ha sido presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (1989-1991), crítico literario de las revistas Ercilla y Paula y de los diarios El Mercurio, Las Últimas Noticias y Austral de Valdivia; director del taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda desde sus inicios (junto con Floridor Pérez); y representante del Presidente de la República en el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1994-2001). Es presidente de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral.

Especialista en literatura, se ha dedicado a difundir la obra de poetas chilenos e hispanoamericanos, como Nicanor Parra y Pablo Neruda. Sin embargo, el principal objeto de su trabajo académico ha sido la vida y obra de Gabriela Mistral, ya sea como editor de algunas de sus obras (Escritos políticos, 1994; Poesías completas, 2001; Bendita mi lengua sea, 2002 y Prosa reunida, 2002) o como autor de artículos críticos y biográficos.

 

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