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Comunicación y Educación

“Historias de COVID”

Escrita por 66 alumnos de los cursos de periodismo avanzado de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez, esta publicación reúne en 416 páginas las historias de quienes han padecido, estudiado y luchado contra este virus. Editado por los docentes y periodistas Manuel Délano y Karen Trajtemberg.

Escrita por 66 alumnos de los cursos de periodismo avanzado de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez, esta publicación reúne en 416 páginas las historias de quienes han padecido, estudiado y luchado contra este virus. Editado por los docentes y periodistas Manuel Délano y Karen Trajtemberg.

Las cosas se habían complicado para los Bernal. El tiempo se congeló para Mónica (la señora de Jorge Bernal, hospitalizado por Covid-19), quien nunca dejó su habitación. Sus días eran negros. Nada le hacía distinguir entre el día y la noche. El confinamiento y el contexto en el que se encontraba sumergida le afectaron profundamente. Lo único que marcó el transcurso de sus días fue la ansiada llamada diaria de la líder del equipo de la Unidad de Pacientes Críticos (UPC). La médica internista Kenia Orellana se contactaba con ella cada 24 horas, entre las 12:00 y las 15:00, para darle noticias de su marido (…)

“Cuando me hablaba la doctora, yo le hacía preguntas sobre la evolución de mi marido en un lenguaje más técnico e incluso le pedía algunos exámenes en particular. Y ella me preguntaba por qué, entonces yo le decía que había leído en algunos papers respecto del tema, por lo que quería descartar todo tipo de problemas”, rememora Mónica, con voz temblorosa.

Lo anterior fue motivado por su sentimiento de decepción ante el personal del sistema médico: estaba convencida de que habían realizado un mal diagnóstico sobre el estado de su difunto suegro, fallecimiento que –según ella– se podría haber evitado. Por eso, en esta ocasión quiso estar lo más preparada posible para enfrentar la situación, considerando sus capacidades de investigadora universitaria.

Este es solo uno de los numerosos relatos que confluyen en el libro “Historias de Covid”, reporteado y escrito por 66 alumnos de los cursos de periodismo avanzado de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

En el caso de los Bernal, la historia conmueve. El primero en caer enfermo fue el suegro de Mónica, a quien cuidaron en su casa sin saber que tenía Covid; luego sería el turno de su marido, de su suegra y finalmente, de ella misma.

– Seguramente mi suegro no se cuidó tanto –comenta Mónica, pensativa. La familia asumió que la causa real de su muerte fue la Covid-19. Dentro de su angustia y resignación enfatiza: “Era imposible querer enojarse, porque la verdad, lo habría hecho de nuevo, habría traído a mi suegro todas las veces que hubieran sido necesarias”. Mientras que, con voz temblorosa, dice que, “incluso de haber sabido que tenía Covid, si tú me preguntas si lo hubiese hecho, yo diría que sí, aun cuando después uno ve el costo tan grande. Es antinatural dejar a tu ser querido para salvarte tú”, añade la mujer.

SIEMPRE EN PRIMERA PERSONA

Los relatos están escritos en ese tono, lo que los hace más cercanos y familiares, y su lectura –tal como señala Magdalena Browne, decana de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad
Adolfo Ibáñez, en el prólogo de esta obra- “permite entender la pandemia a través de quienes la sufrieron, pero también de aquellos que dan la batalla contra el virus, conocer a personas que ya nos dejaron y hacer persistente su memoria, y comprender las diferentes estrategias sanitarias, políticas y económicas que se emplearon en otros países”.

La enfermera Francisca Fuentes, por ejemplo, estuvo en estrecho contacto con pacientes que tenían Covid-19.

Debía examinar y priorizar pacientes para hacerse cargo de quienes estuvieran peor. El futuro de los enfermos era incierto, algunos pasaban de estar estables a críticos en un par de horas. Recuerda un hombre de la tercera edad que siempre le decía: “Yo no me quiero morir”. Ella intentaba contenerlo y éste repetía: “yo no me quiero morir, quiero volver a mi casa”. El ambiente era desolador. Los pacientes no podían tener contacto con sus familiares, estaban rodeados de otros enfermos y veían al personal médico protegido con implementos de seguridad.

Estaba preocupada por la evolución de este paciente e informaba a sus familiares. “Durante ese turno él se mantuvo estable y en mi turno del otro día en la noche, ese mismo caballero ni siquiera hablaba bien… veía que él ya no estaba acá y se le notaba la mirada perdida”.

Una situación similar vivió Gabriela Cataldo, enfermera del Hospital Militar, quien al saber que la madre de una de sus amigas de toda la vida estaba resfriada y que el PCR salió negativo, sospechó del resultado y la fue a visitar. La encontró en un grave estado de salud.

Cataldo no vaciló. La llevó a la urgencia del Hospital Militar, donde ingresaron a la mujer. Vivió todo el proceso con ella. Al ingreso estuvo primero en una sala donde se complicó su estado, por lo que la trasladaron a la UCI donde estuvo dos semanas hospitalizada con ventilación mecánica. Por protocolo, su familia no podía entrar a visitarla, y ella hacía todo lo posible para mantenerlos informados con videollamadas. “Me tocó y fue fuerte, súper fuerte, porque yo tenía que hablar con mi amiga y decirle que su mamá casi se estaba muriendo y también estar ahí con la mamá”, recuerda.

MUCHO MÁS QUE RELATOS

“Historias de Covid es narrado en forma de viaje, siguiendo la ruta inicial por la cual pasó el virus. En la primera parte del libro se aborda desde su origen en China, su paso por Europa y Estados Unidos, para llegar a su impacto en América Latina, tanto en México y Brasil, donde lo minimizaron, hasta Argentina, donde se emplearon las cuarentenas para combatirlo, y Uruguay, que inicialmente tuvo los mejores resultados en nuestra región, para explicar después el virus y las vacunas”, señala Magdalena Browne.

Incluye datos interesantes, por ejemplo, un breve recuadro sobre quién fue Li Wenliang, un gráfico que muestra a cuánto ascendieron los contagios de Covid-19 en España, Italia y Gran Bretaña en 2020, otro con los fallecidos en esos mismos países al 31 de diciembre de ese año, información acerca del desempeño de la administración Trump frente a la pandemia y el sistema de salud que impera en EE.UU., y también por qué Nueva York se transformó súbitamente en el foco mundial de la pandemia, entre muchos otros.

Mientras que, la segunda parte, está dedicada a Chile y nos sumerge en la batalla que han dado los centros de salud y el impacto que esta pandemia en términos de desempleo, siempre a través de historias individuales, como el de Ana Villacorta Ochoa, una asesora de hogar peruana que tuvo que renunciar pues su jefa la quería en modalidad puertas adentro a causa de la pandemia o el de “Tía Minina” (María Teresa Gaete), una mujer de mediana edad que pese a la contingencia logró desarrollar su propio emprendimiento online que ofrece productos útiles para el hogar vía Instagram o por contactos telefónicos. También, esta sección incluye  algunos entretelones de los ministros detrás de la pandemia y, por supuesto, las historias de quienes han padecido esta enfermedad.

Nuevamente, hay muchos datos interesantes, ya sea en formato de recuadro, infografía, ilustración o gráficos. Por ejemplo, se muestran breves informaciones acerca del currículum de los ministros de Salud durante la pandemia, la arista de salud en el estallido social del 18 de octubre de 2029 y el porcentaje de la población que tuvo acceso al sistema privado de salud previo a la pandemia (según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional Casen, de 2017), el punto de inflexión en la credibilidad de las cifras entregadas por el Ministerio de Salud (Minsal), la amplia cobertura periodística en el Hospital de la Florida (la “zona cero” de la pandemia), las ayudas estatales (bonos, préstamos solidarios, créditos y el Ingreso Familiar de Emergencia, más conocido como IFE), además de infografías sobre las etapas y medidas del Plan “Paso a Paso” en julio de 2020 y una ilustración de los elementos de protección personal de los funcionarios de la Salud, entre varias otras.

LAS OLLAS COMUNES Y EL DELIVERY

Mención aparte merece el capítulo 13 llamado “Ollas comunes: el cucharón que une a Chile en tiempos de Covid-19”, un fenómeno que nos habla de cuán profundo impactó esta pandemia en un sector de la población y que se aborda en la segunda parte de este libro.

El paisaje verde de los cerros quillotanos contrasta con las malezas secas de la población Antumapu. En ese sector, funciona una de las 14 ollas comunes que la reconocida “ciudad de las chirimoyas” posee. Lo que antes era un colegio para adultos, hoy se ha convertido en un lugar de solidaridad y de entrega a quienes más lo necesitan (…).

El cambio de temperatura, mezclado con el vapor del agua a punto de hervir y el olor a los cuarenta y siete tarros de jurel abiertos sobre una larga mesa, configuran el escenario de la cocina social que funciona, según cuentan sus organizadoras, de lunes a viernes, sin parar, desde los inicios de la emergencia sanitaria.

Más adelante, Claudia, que trabaja en este comedor solidario, cuenta: “Le damos la prioridad a los que son constantes y después uno entra a mirar cuánto queda y las porciones que podemos dar”. Incluso así, “igual se busca la solución, el qué hacer. Tratamos de no mandar a nadie de vuelta sin comida, tratamos de solucionarlo porque no podemos mandarlos sin comida, no se puede”.

Se relata también la experiencia de Pablo Hermosilla (55), miembro del comedor solidario San Alberto Hurtado, en Quillota, quien hace delivery.

Él, junto a Verónica Gómez (44), la chofer, son los encargados de repartir las raciones a quienes no pueden comprar alimentos, muchos de ellos, personas en situación de calle y adultos mayores.

Somos el único que hace delivery, porque acá no viene nadie. Nosotros, por lo mismo de que no podíamos aglomerar gente ni nada, vamos a reparto.

San Alberto es reconocida por su formato de trabajo: de lunes a domingo, sin descanso. La mayoría son adultos mayores y en situación de pobreza”.

Son personas a quienes los voluntarios conocen con su nombre y apellido. Ya hay lazos. No se trata de simples platos de comida.

Y, además, se da cuenta en este libro de lo que ha ocurrido en la Región de Valparaíso, particularmente en Viña del Mar, donde funciona el comedor solidario de Villa La Pradera, liderado por María Tapia, y el sacerdote Marcelo Catril, de la Parroquia Asunción de María, de Achupallas. Un ejemplo más de los esfuerzos que muchas organizaciones sociales están llevando a cabo para entregar comida a quienes más lo necesitan. Cuenta María Tapia:

(Vimos) mucha gente cesante y mucha necesidad económicamente, no mucha gente que realmente necesita día a día, sino que, también era gente de trabajo y no estaba acostumbrada a tener una necesidad mayor. Nosotros empezamos a ver esta necesidad y nos reunimos entre tres o cuatro mujeres de La Pradera. Dijimos, “está mala la cosa”, hay muchas personas con necesidad: vimos algunos adultos mayores que muchos no tenían qué comer, porque era esa la realidad, gente de trabajo, de esfuerzo, que también quedó en la calle, quedó con deuda, más deuda, más deuda, y no podían parar la olla –explica.

Subsisten gracias a aportes de varias instituciones, como la Iglesia Anglicana y la Municipalidad de Viña, aunque tal como se cuenta en el libro tienen un “ángel de la guarda”: el sacerdote Marcelo Catril, ya mencionado, quien “nos dona todas las semanas y, gracias a él, tenemos verduras”. Él también hace entregas directas a 450 familias, pues como él mismo reconoce en el libro, hubo un momento en que:

– La desesperación de los papás fue tal, que ya en abril empezaron a tocar la puerta, aquí en la parroquia”.

El religioso detalla que, parte de esas ayudas se fueron dando a través de donaciones entregadas por los mismos parroquianos y también por los apoderados de los colegios Seminario San Rafael, de Viña del Mar y Valparaíso, y el The Mackay School, de Reñaca, donde fue capellán.

– Partimos con 60 personas y ahora estamos en 450 familias que están recibiendo ayuda hasta este mes –puntualiza.

Y así van apareciendo en esta publicación varias iniciativas en esa línea, como la ONG Fundación Ciudad Nuestra, que aporta a siete comedores de la Región de Valparaíso; y la Fundación Todos a la Mesa, que financia ollas comunes y que fue creada y es dirigida por Juan Alberto Fernández, ex gerente de Gener, una de las empresas más grandes de generación eléctrica en Chile.

RESULTADO DE UN ESFUERZO CONJUNTO

Estos relatos, tal como indica Magdalena Browne, a quienes participaron en su reporteo y redacción significó “sustraerse de la tentación de quedarse solo en las noticias diarias, para encontrar ese lado no contado de los hechos y –con ello– concentrarse en la profundidad y el encanto de la profesión, en definitiva, en la capacidad de contar buenas historias.

¿Y qué son las “buenas historias”? Tal como confirma este gran compendio de relatos, “una buena historia es aquella que, a pesar de corresponder a una realidad singular y subjetiva, es capaz de representar e iluminar la polifonía de momentos, experiencias y realidades de una etapa tan excepcional como la actual. Historias de Covid es un relato coral de lo que le ocurrió a muchas personas, de distintas edades, sexos, ocupaciones, segmentos socioeconómicos y nacionalidades, residentes en distintas latitudes durante el primer año de la pandemia, en 2020”.

“Este libro se inscribe plenamente en el sello que procuramos imprimir en nuestra Escuela de Comunicaciones y Periodismo. Observamos como crecientemente, en el epicentro de las enormes y aceleradas transformaciones que experimentan las sociedades, se encuentran las comunicaciones. En la actualidad, esta disciplina es fundamental en la política, la economía, la ciencia, las empresas, las causas sociales… y –como hemos constatado una y otra vez en estos meses– también en la salud. Dolorosamente, hemos aprendido cuán diferentes son los resultados del combate a la pandemia en un país donde se comunica a la población el riesgo que representa el virus, respecto de otro en el que se le minimiza y hasta banaliza. En nuestras aulas intentamos formar estudiantes para que ejerzan las comunicaciones –una de cuyas expresiones más vigorosas es el periodismo– del presente y futuro”, concluye la académica.

Y luego de leerlo, confirmamos que “Historias de COVID” es una contribución real a la formación de profesionales periodistas y, al mismo tiempo, un valioso registro histórico acerca de los golpes y los cambios que nos ha traído esta pandemia.

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