Revista de
Educación
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En el aula

Experiencia educativa durante y después de la pandemia: Cómo enseñar a leer al 100% de los alumnos

El juego, la creatividad, la cercanía e integración de las familias, fueron claves en el proceso educativo que desarrolló Mónica Balmaceda para enseñar a leer a sus alumnos de 1° básico de la Escuela República de Brasil, en San Bernardo. Un esfuerzo que ahora, en modalidad presencial, continúa mediante estrategias para fomentar la lectura y la comprensión.

El juego, la creatividad, la cercanía e integración de las familias, fueron claves en el proceso educativo que desarrolló Mónica Balmaceda para enseñar a leer a sus alumnos de 1° básico de la Escuela República de Brasil, en San Bernardo. Un esfuerzo que ahora, en modalidad presencial, continúa mediante estrategias para fomentar la lectura y la comprensión.

“Aún recuerdo cuando en diciembre de 2019, la directora Ibania Caman me llamó para decirme que debía tomar un 1º básico en marzo, por ende debía dejar mi curso y comenzar de cero con los alumnos y los apoderados. Sin saber lo que venía, acepté el desafío y le dije: ‘Voy a lograr que mis alumnos aprendan a leer’”, comenta la docente con entusiasmo.

Un mes después, en enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó de un brote de coronavirus en China, enfermedad que rápidamente se propagó por todo el mundo, llegando a Chile el 3 de marzo. En ese nuevo contexto, la profesora Mónica Balmaceda, con 24 años de experiencia, comenzó sus clases con 34 nuevos alumnos, en la Escuela República de Brasil de San Bernardo, Región Metropolitana.

Junto a sus colegas, participó en reuniones de profesores online para crear un plan de trabajo común. “Al principio, entregamos guías con actividades a los niños, para que comenzaran a aprender las materias, y para aclarar las dudas se crearon grupos de WhatsApp con los apoderados y entre los educadores. Esto significó que muchos de ellos tuvieron que aprender rápidamente a usar diferentes herramientas tecnológicas”, agrega la Jefa de UTP, Miriam Aravales.

El equipo docente creó un sistema para que “todos” los niños aprendieran durante las clases online. En 1° básico, por ejemplo, contaron con el apoyo del equipo multidisciplinario, es decir, de un fonoaudiólogo, una educadora diferencial y ayudantes de aula, y a eso se sumó el apoyo constante de los padres de cada alumno.

María Cecilia Cáceres, docente del establecimiento, comenta que “involucrar a los apoderados en el proceso educativo fue fundamental, porque sin ellos estamos perdidos, ya que los niños no iban a estudiar solos, entonces los padres los ayudaban en las casas y nuestros colegas debían preparar las clases online interactivas para mantener la atención de los alumnos”. Agrega que en el caso de Mónica, “ella es cercana y posee un gran liderazgo, por eso manejó muy bien las clases a pesar del complejo panorama sanitario”.

Jugar para aprender

La profesora Mónica decidió olvidar que estaba lejos de la sala de clases, especialmente adaptada para 1º básico, con letras y números de colores, e hizo de su casa su nueva aula. Allí puso en marcha diferentes juegos, actividades lúdicas, de afectividad, expresión corporal e incluso “Tai chi”, donde participaron hasta las familias de sus pequeños alumnos.

“En la primera dinámica, yo estaba sola frente a ellos, porque mis ayudantes llegaron un mes después de empezar las clases, entonces decidí partir por preguntarles si sabían bien cómo se llamaban, así aprendí los nombres de mis niños. Y a través de aquella actividad, me di cuenta de que al lado de mis alumnos siempre había un adulto apoyando sus aprendizajes”, agrega la docente.

Para comenzar con el proceso de apresto, comenzaron a hacer líneas, rayas y puntos en sus cuadernos. Como estaban en clases virtuales, Mónica, les mostraba un ejemplo, luego le tomaba una foto y se las enviaba a los apoderados, así ellos seguían practicando en casa con sus hijos. Si al estudiante le costaba seguir las líneas, la educadora le enseñaba al adulto a cargo la técnica de completar la letra o vocal con puntos, para que los niños pasaran el lápiz sobre los trazos y pudieran ir poco a poco asimilando las formas.

Varios alumnos tenían problemas para tomar el lápiz y por ello incluso realizó una clase de reforzamiento, para que adquirieran la técnica. “Les enseñé que con el dedo pulgar y el índice debían afirmar el lápiz. Y para revisar, los niños mostraban su mano a la cámara, y yo los iba mirando, para ir corrigiendo la postura, y cuando no era la óptima, les pedía ayuda a los apoderados, para que así realizaran mejor el ejercicio”, agrega.

Campeonato estudiantil y recreo virtual

Durante la pandemia, la profesora organizó un campeonato estudiantil virtual que se realizaba todos los viernes. En esa actividad, la acompañaban sus dos ayudantes de aula, Emily Vega y Francisca Moya. Cada una de ellas debía vestir uno de los colores que representaba la insignia de la escuela, para conformar los equipos de juego. Además, Francisca diseñó una ruleta virtual, con los nombres de cada alumno, para que nadie se quedara sin participar.

La educadora partía haciéndoles preguntas a los niños donde debían estar muy atentos para ganar puntos para su equipo. Les preguntaba, por ejemplo, cómo escribir determinadas letras dictadas por la profesora o les decía, “el primer niño que me muestre un elemento que comience con la letra ‘E’ gana puntos”.

Junto a eso, creó “el recreo virtual”, un espacio de 10 minutos donde los niños disfrutaban de comida saludable que tenían en sus casas, o de lo que las mamás les preparaban. Eso ocurría los miércoles y duraba lo mismo que un recreo en tiempos normales.

El reportaje completo lo podrán leer en la Revista de Educación N°400

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