Revista de
Educación
a++
a--
Reseñas destacadas

EL DESAFÍO DE APRENDER… EL DESAFÍO DE ENSEÑAR

“Yo me intereso en ti porque sé que tú puedes ser un legítimo aprendiz, tú te interesas en nosotros porque podemos proponerte caminos para lograr esa legitimidad”, este fue el lema que movilizó y dio sentido al quehacer de Cecilia Richards Torres, educadora recientemente fallecida, que pasó su vida bregando por los estudiantes desertores.

Este libro, de Cecilia Richards Torres, es una invitación a reflexionar profundamente sobre una cuestión ética que hiere el sistema educativo. Nuestro sistema escolar excluye anualmente a más de 100 mil niños de escuelas y liceos. Las experiencias pedagógicas que aquí se narran tienen el valor de ser reflejo de la trayectoria de la autora, quien por años se dedicó a superar desde la pedagogía y la acción social, la exclusión y la deserción escolar. “Yo me intereso en ti porque sé que tú puedes ser un legítimo aprendiz, tú te interesas en nosotros porque podemos proponerte caminos para lograr esa legitimidad”, este fue el lema que movilizó y dio sentido al quehacer de esta educadora recientemente fallecida, que pasó su vida bregando por los estudiantes desertores.

“¿La decisión de abandonar la escuela es repentina? No lo es. Se prepara en el tiempo, luego de que el estudiante vive diversas experiencias escolares caracterizadas por la frustración: repite varias veces, aumenta su rezago, vive episodios preocupantes en la vida cotidiana de la escuela que no son procesados por esta desde la inminencia del abandono”, señala Cecilia Richards en su libro “El desafío de aprender… El desafío de enseñar. Relatos para una educación más justa”, publicado en junio de 2017 (Gráfica LOM).

Aquí, en estricto rigor, no solo es ella quien habla. A través de sus palabras, también se hace eco de lo que han dicho niños y niñas con quienes tuvo contacto a lo largo de su trayectoria: “Fue sólo la frustración de no poder entrar a la especialidad… Estoy convencido que si hubiera quedado en electricidad hubiera terminado el cuarto medio”, “En primero medio quemé el colegio y me echaron… echaron cera y como era desordenado y estaba fumándome un cigarro… me quedé viendo el piso y pensando ahí, tiré un fósforo y se prendió toda la sala”, “La razón por la que dejé de ir a clases fue la lealtad a mi grupo de amigos… te vas tú, me voy yo”, son algunos de los testimonios que se recogen en este volumen.

Como dice la autora también en el libro: “La voz de los entrevistados entrega pistas claras sobre momentos y episodios críticos que podrían evitarse a futuro en la escuela, tal vez cuando los hijos de estos mismos desertores estén en pleno desarrollo de su trayectoria escolar; asimismo, sus voces y opiniones dan luces sobre ellos mismos: la necesidad de disponer de espacios, momentos y personas que se constituyan en verdaderos paréntesis que posibiliten un análisis calmado y parsimonioso de los episodios dolorosos protagonizados o vividos por los entrevistados. ¿Por qué lancé un fósforo al piso de mi liceo, casi sin pensarlo? ¿Cómo comparto mi sentir ahora que murió mi abuela a quien yo mismo cuidé? ¿Con quiénes conversar más en confianza sobre mi embarazo?”[1]

La obra contiene reflexiones pedagógicas a partir de su experiencia en los últimos 15 años. Está dividida en tres partes: la primera, “Salidas prematuras de las escuelas, ¿desertores o excluidos?” está conformada por una serie de artículos sobre fracaso y deserción escolar; la segunda, “El desafío de enseñar… el desafío de aprender: Relatos desde la observación de las prácticas profesionales” constituye una reedición de observaciones de clases realizadas por la autora entre 2012 y 2015, a estudiantes de último año de la carrera de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación de Enseñanza Media, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano; y la tercera, “Una evaluación diferente de iniciativas pedagógicas innovadoras”, hace alusión a una particular evaluación del trabajo anual de un conjunto de liceos que, en el año 2002, formaban parte de una iniciativa piloto del programa “Liceo para Todos” del Ministerio de Educación, que apoyaba a establecimientos con población escolar muy vulnerable.

 

Lanzamiento del libro póstumo de Cecilia Richards Torres, en la comuna de Ovalle, lugar de su nacimiento. En la fotografía: su familia, autoridades y funcionarios de la Seremi de Educación y el Departamento Provincial de Educación de Limarí. De izquierda a derecha: Francisco Alfaro, en ese momento Jefe Provincial de Educación de Limarí; Pedro Esparza, Seremi de Educación; Paz Beca Richards, hija de la autora; Carlos Eugenio Beca, quien fuera su esposo, ex director del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP); y Luis Guillermo Castillo, Jefe de Gabinete del Gobernador Provincial de Limarí.

 

LA TRAYECTORIA DE CECILIA RICHARDS

Quien fuera funcionaria del Ministerio de Educación (MINEDUC) y esposa de Carlos Eugenio Beca -ex director del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP)- estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad de Chile y obtuvo su título de Profesora de Estado en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Desde 1993 a 1998 se desempeñó como integrante del equipo de profesionales del programa Mece- Rural de MINEDUC. Y desde 1990 a 1994, fue parte del equipo de trabajo UNICEF/Hogar de Cristo, específicamente autora de sistematización del Programa para niños y niñas en circuito callejero.

 

En el extremo izquierdo, Cecilia Richards, trabajando en una jornada de supervisores MECE y P900.

 

Es en ese contexto que tomó contacto con los niños más vulnerables del país. Tal como recordaría en este libro un porcentaje importante de ellos se matriculaba en el sistema escolar, el problema venía después: “Al poco andar, sí, cuando empezaban los primeros fríos y lluvias de abril y mayo, comenzaban a dejar de ir. Aparecían cerca de nosotros en distintas horas y días. Un punto de quiebre importante pasaba a ser el inicio de las vacaciones de invierno, en julio. No había ningún recordatorio nacional sobre ese evento; nadie preguntaba cuántos habían terminado el primer semestre o más bien, cómo lo habían terminado. Nadie ya se preocupaba del proceso. Sólo se había dado el vamos; lo que seguía lo iba escribiendo cada cual en la medida de sus ¿posibilidades? Nos quedábamos con esa preocupación traspasada. Me quedé con esa preocupación, siempre”.

Asimismo, fue integrante del equipo profesional del programa “Liceo para Todos” (2001-2004) y trabajó en la coordinación del programa de Reinserción Educativa, ambos del MINEDUC.

De esas experiencias se nutrió para afirmar, un año atrás, en un panel sobre deserción escolar publicado en la Revista Docencia: “La escuela está en crisis. En Chile nos hemos echado mucha arena a los ojos respecto a la crisis de la escuela como institución. En Argentina, en cambio, se estudia y se investiga esta crisis. Aquí tenemos temor de enfrentar las cuestiones más de fondo. El abandono es transversal, pero se hace mucho más evidente en los quintiles de menores ingresos, también porque hay menos recursos para poder ir apoyando a un niño que siente que la escuela no lo interpreta, que se siente incómodo, que decide irse, ¿y entonces para dónde va? La escuela está sobredemandada y subdotada”.[2]

Aclaró que si bien en estos casos el abandono es mutuo, la mayor responsabilidad es de la escuela y que se trata de un proceso que “sabemos cuándo se inicia, pero ignoramos hasta dónde podrá abarcar en la vida de cada cual”.[3]

En ese contexto, destacó “la importancia de recuperar la condición de legítimo aprendiz de cada estudiante, en tanto que a un legítimo aprendiza le corresponde un legítimo maestro”[4]. Explicó que “ahí hay una relación interesante y virtuosa que hay que trabajarla más en los espacios de las escuelas que han decidido hacer cuestiones distintas, porque las hay. El niño, al perder su condición de aprendiz, pierde muchas otras cosas, se va de la escuela y se demora mucho en recuperar tanto la confianza en sí mismo, la confianza en aprender, la confianza en los otros; eso por una parte. Y por la otra, concordando con que la escuela está subdotada de competencias institucionales inclusivas, no aborda los conflictos y opta por sacar a los estudiantes de su espacio sin mayor análisis del conflicto que origina esa medida”.[5]

En su opinión, es vital contar en las escuelas con espacios que permitan conversar con el niño y preguntarle qué le está pasando. También que los equipos interdisciplinarios de las escuelas no sólo hagan diagnósticos, sino un trabajo multiprofesional con sus alumnos, pues no basta con suspender o expulsar a uno de ellos por llegar, por ejemplo, con un cuchillo a clases. La tarea de la escuela es con cada estudiante y debe ir mucho más allá de tomar medidas disciplinarias.

 

De izquierda a derecha: Cecilia Richards e Hilda Garcés, trabajando en el MINEDUC.

 

SUS APORTES EN FORMACIÓN INICIAL

En sus últimos años, Cecilia fue profesora de prácticas profesionales en la carrera de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (2012-2015) e integrante del equipo de Inclusión y Diversidad de la División de Educación General del MINEDUC (2014-2016).

La segunda parte del libro aborda justamente este período: los talleres colectivos semanales en los que se reunía con los estudiantes de pedagogía para conocer sus vivencias y las visitas en terreno a dichas prácticas. Da cuenta de estas experiencias para, según sus propias palabras, “aportar a quienes, con mi misma profesión, hacen clases en diversas salas, en diversos territorios de este país, con desafíos a veces difíciles de abordar, pero que siguen creyendo, firmemente, que nuestra profesión es irremplazable”.

La académica Ana María Cerda Taverne, al presentar la segunda parte del libro cuenta que los relatos ahí contenidos muestran una síntesis de la clase observada y en muchas ocasiones, la conversación posterior con el estudiante observado. ¡Y cómo los dignifica! “Los trata de profesores y en sus notas, resalta sus aciertos pedagógicos, muestra las dificultades que les toca enfrentar y las formas que las va sorteando siempre rescatando las fortalezas, las búsquedas, nunca un juicio negativo”.

“Las conversaciones que tiene con los estudiantes apoyan en cómo avanzar respetando y dejando que se vinculen a lo que ellos valoran y creen. Aspecto relevante en la formación de futuros profesionales que han sido tan desvalorizados en nuestra sociedad actual”, agrega.

 

ESPACIO PARA LAS HABILIDADES SOCIALES

 

Cecilia Richards en el “Encuentro de educación de niños y jóvenes en situación de exclusión social”, celebrado en Río de Janeiro, Brasil.

 

Por otra parte, Cecilia consideraba que los estudiantes de pedagogía intentaban ser innovadores y hacían esfuerzos en esa línea.

Al menos eso se desprende de sus declaraciones en el panel de la Revista Docencia, frente a la pregunta de si hay espacio en la escuela chilena para innovar. “La innovación no corre por cuenta de una sola persona, corre por cuenta de una comunidad educativa. Y por la experiencia dirigiendo prácticas profesionales, mis alumnos eran innovadores en la universidad, luego, cuando llegaban a la escuela, perdían un poco eso porque recibían mensajes tales como: ‘su peor enemigo son los alumnos’, ‘no vale la pena, esa idea que ustedes traen, archívenla’”[6], dijo.

La innovación pedagógica es aún más necesaria en las escuelas de reingreso y las decisiones en esta área, explicó, dependerán de las necesidades de sus estudiantes. “Es necesario insistir en que una escuela de reingreso amerita la presencia de equipos multiprofesionales que, bajo la responsabilidad de los docentes, puedan abordar todas las vicisitudes de lo cotidiano de sus estudiantes y proponer espacios para el desarrollo de habilidades sociales. Lo que uno observa es que una de las cosas más importantes que pierden los niños, niñas y jóvenes que se van distanciando del sistema educativo es la posibilidad de relacionarse con otros, entonces llegan relacionándose con violencia, que por lo demás es la ley que existe en su barrio, en su casa. Hay que avanzar hacia una cuestión relacional distinta, y eso también pasa por el mensaje de interés que les da este espacio educativo: ‘yo me intereso en ti porque sé que tú puedes ser un legítimo aprendiz, tú te interesas en nosotros porque podemos proponerte caminos para lograr esa legitimidad”[7].

Asimismo, señaló que ello exige una organización institucional distinta, con cursos de no más de 10 ó 15 alumnos. Y expresó su confianza en que el Ministerio de Educación llegue a diseñar una modalidad de escuelas de reingreso que sea reconocida por el Consejo Nacional de Educación y cuente con financiamiento basal y no basado en la asistencia, sobre todo cuando se trata de alumnos que van poco a la escuela. Esa era una de sus grandes esperanzas.

 

 

[1] Richards Torres, Cecilia. “El desafío de aprender… El desafío de enseñar”. Relatos para una educación más justa”. Santiago de Chile, junio 2017. Gráfica LOM. La cita hace referencia a palabras de una ponencia.

[2] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

[3] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

[4] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

[5] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

[6] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

[7] Panel. La Deserción Escolar como Exclusión Educativa: Problemas, Desafíos y Nuevas Oportunidades.  Revista Docencia Nº 59, agosto de 2016.

Buscador - Encuentra aquí las noticias, crónicas y reportajes publicados por Revista de Educación.
¡Escríbenos!
Si tienes dudas o consultas respecto de los contenidos de la Revista de Educación, no dudes en contactarnos.