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Cultura

ABRAHAM MAGENDZO, PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN 2017

Con ocasión de la ceremonia de entrega de Premios Nacionales 2017, destacamos las palabras de la presidenta Michelle Bachelet dirigidas a Abraham Magendzo, profesor y experto en derechos humanos, quien obtuvo el Premio Nacional de Educación. Asimismo, reproducimos la entrevista que el galardonado concedió recientemente a  nuestra revista. 

Con ocasión de la ceremonia de entrega de Premios Nacionales 2017, destacamos las palabras de la presidenta Michelle Bachelet dirigidas a Abraham Magendzo, profesor y experto en derechos humanos, quien obtuvo el Premio Nacional de Educación. Asimismo, reproducimos la entrevista que el galardonado concedió recientemente a  nuestra revista. 

 

“El compromiso con los derechos humanos, la investigación que nunca se aleja de la acción, es también una constante en la labor de Abraham Magendzo, Premio Nacional de Ciencias de la Educación. Con su mirada crítica y la profundidad de su reflexión, ha enriquecido las políticas curriculares, restituyendo a la educación su sentido democrático y su responsabilidad en la formación de personas iguales en dignidad y derecho. Su obra enaltece la función docente y nos ofrece respuestas imprescindibles para construir ese país más inclusivo que anhelamos. Su trayectoria no puede entenderse sin ese deseo de aportar a una educación que redefine sus contornos, sea en una población, sea en un foro internacional, o sea en las aulas”, sostuvo la Presidenta Michelle Bachelet durante la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales 2017, actividad que tuvo lugar ayer en el Palacio de La Moneda.

 

Discurso completo de la Presidenta Michelle Bachelet: leer aquí

A continuación reproducimos  la entrevista completa del profesor Magendzo con Revista de Educación.

 

ABRAHAM MAGENDZO, PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN 2017: “La educación puede romper la cultura anti-ciudadana”

 

“Ahora no me voy a sentar, cruzar de brazos y decir: ‘Bueno, para qué más, suficiente’. No. Pienso que éste es un buen momento para hacer muchas cosas. Recientemente escribí un artículo para un libro sobre currículum que va a publicar el Ministerio de Educación. Y junto con Renato Gazmuri, nos enfocamos en currículum y controversialidad, que es un campo que hemos estado investigando”, afirma el profesor de Estado en Educación, experto en derechos humanos y coordinador del equipo de Currículum de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC).

 

¿Cómo se enteró que ganó el Premio Nacional de Educación? ¿Se sorprendió?

A decir verdad, estaba un poco ansioso. No sabía con exactitud quiénes eran las otras personas que postulaban. Me preguntaba: ¿Llegaré a puerto o no? Esa mañana me dije: “Hay posibilidades de que me lo gane”. Y fui a la universidad (Academia de Humanismo Cristiano) porque tenía una reunión con gente del doctorado en educación que actualmente dirijo. No alcancé a sentarme cuando me llamó la ministra de Educación, Adriana Delpiano, y me dijo “Abraham, Ud. se ganó el Premio Nacional de Ciencias de la Educación, ¿dónde está?”. “Estoy en la universidad”, le respondí. “Véngase de inmediato porque la comisión lo está esperando”, agregó.

Pero ahora no me voy a sentar, cruzar de brazos y decir: “Bueno, para qué más, suficiente”. No. Pienso que éste es un buen momento para hacer muchas cosas. Recientemente escribí un artículo para un libro sobre currículum que va a publicar el Ministerio de Educación. Y junto con Renato Gazmuri nos enfocamos en currículum y controversialidad, que es un campo que hemos estado investigando.

 

DERECHOS HUMANOS EN EDUCACIÓN

Siendo profesor, ¿cuál fue su primera aproximación al tema de los derechos humanos en educación?

En la dictadura, en 1986 u 87, un amigo, Jorge Osorio, me invitó a conversar sobre educación en derechos humanos junto a un grupo de gente. No había profundizado en ese tema para nada, pero algo dije. Lo que sí me sorprendió fue que todos los convocados eran personas que habían sufrido la represión y contaban su tragedia.

Esto era algo medio clandestino, en Punta de Tralca. La pregunta que me hice entonces fue: “¿por qué solamente los dolientes deben saber sobre derechos humanos?, ¿por qué solo los que han sufrido?” Eso debería ser parte de la cultura chilena, sobre todo de la educación desde edades tempranas y lógicamente también en las universidades. Me puse a investigar y encontré que en América Latina había muy poco al respecto. Diría que los primeros que empezaron a capacitar en el tema de los derechos humanos fue Serpaj Uruguay (Servicio de Paz y Justicia), ellos se habían liberado de la dictadura y organizaron encuentros con profesores para enseñarles sobre educación en derechos humanos. Entonces, partí escribiendo sobre cómo conceptualizaba yo la enseñanza de los derechos humanos especialmente en la educación básica y media.

Recuerdo que con Patricio Donoso, un muy buen amigo que ahora está en Suecia, pedimos dinero a ese país, cuando aún estábamos en dictadura, a una institución llamada Diakonia (organización no gubernamental internacional que con valores cristianos coopera con actores locales para cambiar y mejorar la vida de las personas más vulnerables). Nos dieron plata y así pudimos, una vez recuperada la democracia, dictar cursos de educación en derechos humanos a profesores. Hicimos varios en el CPEIP (Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas del Ministerio de Educación).

 

¿Cómo eran esos cursos?

Indudablemente se enseñaba conocimiento de los derechos humanos. Recuerdo que incluso incorporamos a especialistas en el movimiento del cuerpo, ya que la violación a los derechos humanos generalmente comienza tratando de aplastar el cuerpo de las personas y así ha sido en todas las dictaduras. Una vez pregunté a una de esas especialistas qué significaba un ejercicio corporal y qué relación tenía eso con los derechos humanos. Ella me dijo: “Mire profesor Magendzo, con esta práctica pudimos movernos en un espacio relativamente pequeño sin chocar, es decir, respetando al otro. Eso quiere decir que todos cabemos sin chocarnos, en el camino propio y sin que nos violentemos, respetando al otro y su derecho de movilizarse, de actuar, de expandirse, etc”. Eso para mí fue muy significativo.

 

¿Cómo define Ud. el concepto de derechos humanos?

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (emanada de la ONU después de la Segunda Guerra Mundial) es muy clara al señalar en su art. 1º que todos somos iguales en dignidad y derechos. Los derechos humanos nos pertenecen a todas y todos los ciudadanos del mundo.

Acabamos de hacer una investigación de las significaciones que tienen los derechos humanos para los estudiantes de primer año que ingresan a la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Son cerca de 400 alumnos. Les aplicamos un cuestionario y les hicimos entrevistas. Una de las preguntas, a propósito de que los derechos humanos nos pertenecen a todos y que todos somos sujetos de derechos, era acerca de si a los delincuentes, los torturadores, los asesinos y los pedófilos hay que respetarles sus derechos. Lo interesante es que hubo respuestas ambivalentes, distintas. Un porcentaje de estudiantes decía: “Ellos no respetaron los derechos humanos, en consecuencia no son dignos de que se les respeten los suyos”.

En las clases que hemos dictado en nuestra universidad, hemos hecho ver que independiente del comportamiento de las personas, si son delincuentes, pedófilos o violadores de los derechos humanos, ellos son igualmente sujetos de derecho. Entonces, no pueden ser torturados, aislados, destruidos.

 

¿Qué ha pasado a lo largo de la historia de Chile en relación con los derechos humanos en educación?

El tema de los derechos humanos antes de la dictadura era algo muy lejano, nadie sabía ni conocía respecto de ellos.

Con la dictadura empezamos a tomar conciencia de esos derechos, de la importancia de que no sean violados. Yo junto con otras personas teníamos claro que en un régimen democrático, tanto en el currículum como en las instituciones formadoras de maestros este tema iba a ser central.

Recuerdo que una vez en democracia me llamó una persona a quien iban a nombrar ministro de Educación, pero finalmente no lo fue. Me dijo: “Abraham, tú piensas que el conocimiento, las actitudes y las habilidades relacionadas con los derechos humanos deberían estar en el centro del currículum y ser una asignatura o un tema transversal a todas las disciplinas. No obstante, tú sabes que todavía está ahí Pinochet, el Ejército, y todas las ramas de las Fuerzas Armadas. Colocar una asignatura así o poner los derechos humanos como transversal es ponerse debajo de la pata de los caballos. Entonces, te propongo lo siguiente: ¿Por qué no le ponemos a esta asignatura ‘educación para el amor’?” Nunca voy a olvidar eso.

 

¿Qué le respondió Ud.?

Le dije: “Mira, no tengo nada contra el amor. El amor es central. Pero tienes que entender que detrás del término de derechos humanos y de la concepción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, hay una connotación. Las palabras tienen connotaciones, tienen historia. Entonces, quiero que se use el término de derechos humanos”.

Hoy en Chile los derechos humanos están en el currículum como Objetivos Fundamentales Transversales. No hay una asignatura de derechos humanos. Y están en el currículum no solamente de Chile, sino de todos los países de América Latina.

 

EN LAS CLASES DE HISTORIA: ¿SE ENSEÑAN LOS DERECHOS HUMANOS?

 

 

¿Desde cuándo los derechos humanos están en el currículum como Objetivos Fundamentales Transversales?

Desde la reforma de la Concertación del 96-98. Allí se incorporó el tema de los derechos humanos e inclusive hay todavía en la asignatura de Historia, entre otras cosas, una subunidad llamada: “El golpe militar y la transición a la democracia”.

A raíz de eso, le propuse a una querida amiga y colega de la Universidad Diego Portales María Isabel Toledo: “¿por qué no realizamos una investigación para ver qué hacen los profesores de historia con esa subunidad?” Pensé que era importante saber si la enseñan o no y cómo. Nuestra investigación, que efectuamos en colegios municipales y subvencionados de la Región Metropolitana, mostró que el 50% de los profesores de Historia de la muestra no la enseñaban y el 50% restante sí, pero de manera bastante rudimentaria.

Nosotros entrábamos a las salas de clases para ver cómo se enseñaba esa subunidad. En una de esas oportunidades, una maestra de Historia dijo a sus alumnos: “Jóvenes, les voy a contar algo. La historia de una niña que estaba en su casa, un día entraron los organismos de represión, tomaron al padre violentamente y se lo llevaron en su presencia. La niña lloraba y la familia estaba consternada. Se llevaron al padre y nunca más apareció”. Hubo silencio. Los jóvenes escuchaban atentamente. Entonces, ella les dijo: “¿Ustedes sabe quién es esa niña? Esa niña soy yo”. Y los jóvenes se pusieron a llorar, se acercaron a la maestra y la consolaron.

La pregunta que me hice fue: ¿Ésa es la forma de enseñar esa subunidad? Ahí hay una complejidad que hemos trabajado en el sentido de cuál tiene que ser la actitud del maestro frente a un tema como éste y otros temas controversiales.

Hay un autor español que ha escrito mucho sobre este tema y él señala que existen tres actitudes:

 

  1. Neutra pasiva: equivale a decir “yo no me meto en esto”.
  2. Neutra activa: equivale a decir “yo les voy a mostrar respecto a este tema de la dictadura lo que pasó antes del golpe y lo que pasó después del golpe”. Nosotros nos topamos con esto en nuestra investigación. Un profesor mostró a sus alumnos un video sobre el Presidente Allende y lo que pasaba en Chile en esa época y otro video sobre la historia reciente relacionado con la dictadura y la violación de los derechos humanos. Y decía a sus alumnos: “Ustedes opinen sobre esto”. Ellos preguntaban: “Ud. señor, ¿en qué posición está?” Y su respuesta era categórica: “No, yo no puedo influir sobre sus conciencias, ustedes son los que deciden”.
  3. Beligerante: adoctrinadora, tomando una posición. Equivale a decir: “Frente a las violaciones a derechos humanos y otros temas controversiales, no se puede ser neutro”.

 

¿Cuál debe ser la actitud del maestro frente a ése y otros temas controversiales? Ahí hay una pregunta compleja. Históricamente la educación no solo en Chile, en otros países también, ha eludido la controversia, se ha evitado incorporar temas conflictivos al interior de la escuela.

 

¿Eso es mejor o peor?

Hace un tiempo estuve en Colombia, donde voy bastante a menudo, invitado por una asociación de directores de colegios, había fácilmente unos 400. Dicté una conferencia sobre “Paz y Derechos Humanos” y pregunté: “¿En vuestros colegios se ha enseñado los 50 años de conflicto que ha vivido Colombia”. Después dije: “Díganme quién en vuestros colegios ha asumido la tarea de enseñar, discutir y comentar sobre lo que está pasando en La Habana, las conversaciones que está teniendo el Estado colombiano con esos grupos guerrilleros”. Para sorpresa mía, 5 ó 6 manos se levantaron para decir: “En mi colegio yo he enseñado el conflicto”. Quedé anonadado, pues cómo era posible que un tema tan trascendental para el país, para la vida colombiana, para la paz de Colombia, no lo enseñaran. Entonces pregunté por qué no se había enseñado. Se levantaron varias manos y me dijeron: “Mire, doctor Magenzo, por miedo”. ¡Por miedo!

Todo esto lo relato porque la educación no ha incorporado aún los temas controversiales. El profesor pasa linealmente su materia y después hace una prueba para que los estudiantes respondan a preguntas del contenido que él expuso.

 

¿No será porque estos temas controversiales tienen que ver con estados de conciencia y eso dificulta el asunto?

¡Cómo no! Hay investigaciones que se han hecho en varios lugares del mundo y han constatado lo mismo que nosotros en Colombia. Han preguntado por qué los profesores no abordan esos temas y en las respuestas surgen muchas razones. El miedo es una de ellas.

La literatura señala, además, que sienten temor de que los padres los acusen de estar adoctrinando a su hijo cuando ellos quizás piensan de manera distinta. Los temas controversiales son muy políticos, valóricos también.

 

¿Qué publicaciones suyas son las más relevantes al respecto?

Con Jorge Manuel Pavéz escribimos un libro que se llama “Educación en derechos humanos, una propuesta para educar desde la perspectiva controversial”, se puede hallar en Internet[i]. Pronto el PIIE (Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación) lanzará una edición impresa del mismo.

También publiqué en Colombia “Controversia en el Aula” (Magisterio Editorial y Docta Ediciones, 2016)[ii]. Y ahora estoy finalizando un libro sobre educación ciudadana y temas controversiales, que publicará Santillana.

Estas materias no son fáciles de incorporar al currículum ni a la docencia.

 

Además de la investigación anteriormente mencionada respecto de los profesores de Historia y si ellos enseñaban o no el golpe militar, ¿ha hecho otras en esa línea?

Junto a un colega de la Universidad de Valparaíso y a María Isabel Toledo, quisimos averiguar cómo los profesores de Historia enseñaban diversos temas controversiales, por ejemplo, si cuando pasaban la época de la Colonia ponían el acento en la mirada clásica de los conquistadores o grupos dominantes del país y evitaban la de los pueblos originarios o no. Lo interesante fue que nos dimos cuenta que los profesores eran capaces de ubicar en sus contenidos, en su currículum, temas que son controversiales, que tuvieron lugar en la Independencia, la Revolución Francesa, y otros episodios históricos.

 

Esos temas les pueden resultar más fáciles porque son del pasado, los más recientes les deben resultar más difíciles.

Indudable, porque los compromete muy personalmente.

También hicimos un cuestionario a los estudiantes y ellos dijeron que nunca un profesor ha tensionado el conocimiento o lo ha mostrado con miradas distintas, que hay una sola mirada, la de él/ella o de los textos y punto.

 

Y dentro de ese panorama, ¿qué se puede esperar? ¿Estamos avanzando? ¿Cómo se pueden plantear ahora los derechos humanos en educación?

Mi postura es que los derechos humanos deben ser enseñados controversialmente, pero hay visiones distintas. Rosa María Mujica de Perú es una gran educadora en derechos humanos y apela a enseñarlos desde las emociones, no desde la cabeza por así decirlo, sin que la persona aprenda necesariamente todos los artículos de la Declaración Universal. Es otra postura que yo respeto mucho.

Nosotros estamos tratando de hacer avanzar en la línea de que dentro de los derechos humanos hay miradas distintas. Por ejemplo, veamos una controversia relacionada con el derecho a la libertad religiosa. La Declaración Universal es muy clara en que existe el derecho a que cada uno opte por una creencia, sea ésta religiosa o no religiosa. Sin embargo, si un niño llega a un hospital, requiere una trasfusión de sangre y su familia se niega porque son Testigos de Jehová y esa religión prohíbe taxativamente las trasfusiones de sangre, ahí tenemos una controversia. Porque de por medio está el derecho a la vida y el médico tiene la responsabilidad de salvarlo.

 

En general, ¿se entiende que hay derechos y deberes? Enseñarlo es complicado.

En todos los currículums, no solamente el chileno, se habla junto a los derechos de los deberes, lo que está bien. Pero yo no uso el término deberes, sino responsabilidades. Porque si digo que frente a los derechos hay deberes se podría malinterpretar en el sentido que aquel que no cumple los deberes, no tiene derechos.

 

¿Cómo entran aquí los valores? ¿Cómo se educa a los niños en valores?

No quiero ser maximalista, decir que todo pasa por los derechos humanos, pero ciertamente si uno los revisa están impregnados de valores: la libertad, la igualdad, la solidaridad. Si alguien mira la Declaración Universal y otros instrumentos internacionales y nacionales relacionados con los derechos humanos, se dará cuenta que subyacente a ellos hay una serie de valores universales. Esa es la gracia de la Declaración Universal. Son valores universales, inviolables, para todos los seres humanos.

Acabo de escribir un artículo que se publicará en una revista de Costa Rica, sobre derechos humanos y ética. La educación en derechos humanos está estrechamente ligada a una ética, es decir, a un conjunto de valores.

 

¿Qué importancia tiene la Formación Ciudadana?

En el año 2015 o 2016 el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) me pidió a través de una institución en Colombia que hiciera un estudio sobre la formación ciudadana en América Latina. Se llama “Informe Regional 2015, Educación ciudadana y formación docente en países de América Latina” y está publicado en Internet[iii]. Estuve meses en Colombia, Costa Rica, consulté en Bolivia y Paraguay, para escribirlo. Y lo que queda claro es que la formación ciudadana hoy es un tema que está surgiendo con mucha fuerza, también en nuestro país.

Actualmente en Chile hay una ley de convivencia y formación ciudadana; además, se elaboró un currículum, yo participé en parte de él, sobre formación ciudadana para jóvenes de 3º y 4º medio. Y tendremos, según dicen, una asignatura llamada Educación Ciudadana.

La formación ciudadana está avanzando muchísimo y al interior de ella, sin duda, están los derechos humanos, pero no solamente éstos o lo que antes se llamaba educación cívica donde se enseñaban las funciones de los poderes del Estado. Es mucho más amplia: el tema del género es parte de la formación ciudadana, el medio ambiente también. La formación ciudadana es mucho más extensa, incluye una enorme cantidad de temas que la educación cívica que nosotros conocimos no abarcaba.

 

¿Puede ser un aporte para que los jóvenes se vuelvan más participativos, para que entiendan más qué es ser ciudadano?

En lo que hemos escrito nosotros, el Ministerio de Educación y otros ministerios fuera de Chile, la participación surge como un tema central de la ciudadanía, pero hay muchas otras materias. La formación ciudadana debe formar personas que se hagan responsables de su comunidad. Somos muy individualistas.

 

¿Cómo se hace esto dentro de una sociedad globalizada y justamente tan individualista? Porque lo que impera es  una mentalidad muy de mercado: lo que yo quiero, lo compro.

Así es. Eso está haciendo compleja la formación ciudadana, ciertamente. Una sociedad individualista es aquella donde a mí la ciudad no me interesa, solo mi familia y punto. Romper esa cultura no es tan simple. Porque vivimos en un contexto, la educación vive en un contexto. Y éste induce a comportamientos individualistas, de consumo, de proteger lo mío pero no lo de otros.

En algunas conferencias que he dictado me dicen: “En esta sociedad tan individualista, ¿qué podemos hacer?” o “No hay nada que hacer”. Mi respuesta es: “Mire, nosotros tenemos una herramienta que es la educación y yo creo en ella”. Si la educación desde edades tempranas muestra cómo se participa en esta microcomunidad que se llama escuela o cómo se respetan allí los derechos, todo cambia. Insisto: hay que empezar desde edades tempranas, no solo mediante el discurso, sino a través de la cultura de la escuela, a fin de romper esa escuela tan autoritaria que tenemos donde no se pueden formar ciudadanos democráticos. ¿Cómo se van a formar ciudadanos democráticos si el jefe es el que manda y nosotros obedecemos? Hay que romper la cultura anti-ciudadana en que estamos inmersos.

 

¿Cree Ud. que la Ley de Inclusión viene a ser un buen aporte?

¡Cómo no! Pero no hay una comprensión integral de lo que significa la Ley de Inclusión. Nosotros vamos a vivir y vivimos en un país que dejó de estar formado por descendientes de españoles. Somos mestizos y además, ahora estamos recibiendo haitianos, colombianos, peruanos. Hacer una escuela inclusiva es preparar al ciudadano para que viva en una sociedad inclusiva y desgraciadamente nuestra sociedad no lo es.

La OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) hizo un estudio sobre la educación en Chile y encontró que no había visto nunca una tan segmentada, tan fragmentada, y tan de islas como la chilena. Tenemos que preparar a nuestros jóvenes  para vivir en una sociedad multicultural, de concepciones y miradas diversas. ¿Cómo sale uno a un mundo así si no entiende nada? La escuela tendría que prepararlos, indudablemente.

Y respecto de los niños con Síndrome de Down, la escuela debe ser inclusiva, aceptarlos, porque vamos a tener que vivir con ellos y sino no vamos a saber cómo actuar. Es de esperar que la escuela inclusiva pueda romper esta fragmentación.

 

Eso debería partir también por los profesores.

Indudable. Ahí hay dificultades porque las instituciones formadoras de maestros no preparan para la inclusión, sino para la homogenezación.

 

¿Cómo describiría el momento educativo actual? ¿Cuáles son sus esperanzas para el futuro?

El gobierno ha tratado de introducir temas muy significativos para interrogar las estructuras tan rígidas que tenemos en materia de educación. Con respecto a la gratuidad, ¿por qué ligar la educación con el lucro cuando la educación es un derecho y los derechos no se compran? El derecho a la educación no es un regalo que nos están haciendo. La sociedad está preparando a sus hijos para vivir y contribuir al crecimiento de esa sociedad. Y no les puede pedir plata por eso.

Entonces, el tema de la gratuidad y el no lucro no pasa solamente por unos pesos más o menos, dice relación con entregar un mensaje claro a la sociedad del sentido profundo que tiene la educación como derecho. Y lo mismo con otros elementos como la inclusión, el acceso a las universidades, etc. Todos ellos son fundamentales para hacer la educación más moderna, ágil e inclusiva.

 

A partir de su experiencia como educador e investigador, ¿qué mensaje daría Ud. a la escuela, profesores, directivos y a quienes están encargados de generar políticas públicas en esa área?

Mi mensaje es el siguiente: hay que entender que la educación es un proceso, que debe involucrar centralmente a los profesores. Todas las investigaciones muestran que su rol es clave para una educación de calidad: si hay malos profesores, hay baja calidad; si hay buenos profesores, hay alta calidad. Dedicar energía, plata y leyes para valorizar la tarea docente, es fundamental.

En Chile ser profesor es de tercera categoría cuando debería ser de primera. En Canadá quien enseña a niños en el nivel parvulario o en los primeros años de enseñanza gana lo mismo que un profesor universitario.

 

Finalmente, ¿cuál sería la fórmula para entrar con el tema de los derechos humanos y la formación ciudadana en la escuela? ¿Se tiene que convertir en una asignatura?

Se ha conversado mucho sobre esto. Yo estuve en el Ministerio de Educación 10 años y fui responsable de los Objetivos Fundamentales Transversales, donde están los derechos humanos y otros. ¿Cuál es la idea de los transversales? Es que no necesariamente haya una asignatura, sino que todo maestro y maestra de una disciplina de estudio, todo profesor universitario incluso, tiene que preguntarse qué tiene que ver su asignatura con los derechos humanos o con la formación ciudadana. ¡Y tiene mucho que ver! Hoy en un mundo globalizado, en un mundo de conocimientos que van produciéndose de manera veloz, estos temas tienen que ser transversales.

Sin embargo, las investigaciones que he hecho sobre transversalidad muestran que los profesores -no sé si atribuirlo al Simce, a la PSU, a Timms o a PISA- están preocupados de los contenidos duros y no de los contenidos que algunos llaman blandos. Yo diría que es al revés, que la formación ciudadana es un contenido duro. No estoy diciendo que formar para la lectura o la matemática o la ciencia no sea importante, ciertamente lo es, pero no es el centro.

Nosotros vemos en Chile y en otros países cómo cunde la corrupción y le gente involucrada se educó en los mejores colegios, en las mejores universidades. Uno se pregunta entonces qué está pasando con la educación. ¿Cómo creamos una sociedad donde verdaderamente la corrupción no corra de un lado a otro como si fuera el agua de un río? Una vez dije en una conferencia que todo conocimiento si no forma a un ciudadano -todo conocimiento, no estoy hablando solo de la historia o la educación cívica-, si no tiene como propósito formar a un ciudadano activo, participativo, crítico e interrogador, ¿qué sentido tiene? Porque hoy en internet la química se puede aprender, pero esto otro no.

 

 

[i] Magendzo, Abraham y Pavéz, Jorge Manuel. “Educación en derechos humanos, una propuesta para educar desde la perspectiva controversial”. Disponible en el sitio web: http://cdhdf.org.mx/wp-content/uploads/2015/10/Educaci%C3%B3n-en-derechos-humanos_Magendzo_Pav%C3%A9z.pdf

[ii] Magendzo, Abraham. “Controversia en el aula”. Magisterio Editorial y Docta Ediciones, 2016. Disponible en: http://www.magisterio.com.co/libro/controversia-en-el-aula y también en https://www.amazon.com/Controversia-Aula-Herramientas-tecnicas-profesores/dp/9582012242

[iii] Magendzo, Abraham y Arias, Rafael Andrés. “Informe Regional 2015, Educación ciudadana y formación docente en países de América Latina”. Disponible en: http://sredecc.com/sites/default/files/Documentos/informe-regional-2015-web.pdf

 

 

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